Un amargo sabor ha quedado en las filas socialistas tras el Comité Federal celebrado este sábado. Planificado en principio para levantar la moral del partido tras el encarcelamiento de Santos Cerdán, la que se preveía como una reunión de cierre de filas, con la excepción descontada de García Page, saltó por los aires incluso antes de comenzar.
Francisco Salazar, secretario general de Coordinación Institucional en el Gabinete del Presidente, fontanero jefe de Moncloa, que había sido designado por Pedro Sánchez como adjunto a la secretaría de Organización (puesto para el que también el presidente designó a Rebeca Torró), renunció a su cargo y no llegó a ejercer su nuevo puesto en el partido porque el periódico progubernamental elDiario.es publicó la noche anterior que Salazar había sido denunciado por varias mujeres por acoso.
En la información no aparecen los nombres de las denunciantes. Tampoco hay ninguna denuncia ante un juzgado o una comisaría, aunque el periódico dice haber contrastado la información con varias mujeres. La secretaría general de la Presidencia (cargo que ocupa Judit Alexandra González) lanzó una nota en la mañana del sábado en la que informaba que había sido el propio Salazar el que había solicitado ser apartado «provisionalmente» de sus responsabilidades, y concluía: «Hasta la fecha, ningún empleado o empleada ha solicitado la activación del protocolo de actuación frente al acoso sexual ni se ha tenido conocimiento de ningún hecho o comportamiento verbal o físico de naturaleza sexual que pudiera ser constitutivo de una actuación degradante, ofensiva o intimidatoria en la Presidencia de Gobierno que pudiera afectar a Francisco Salazar».
A pesar de que la ministra Pilar Alegría le defendió antes de comenzar la reunión -que ya iba con retraso- del Comité Federal, calificándole como un «hombre íntegro», pudo más la presión para quitarse de encima un problema que enlazaba con la trama corrupta capitaneada por Cerdán, Ábalos y Koldo García en su vertiente más sórdida: el trato denigrante hacia las mujeres.
La intervención de Adriana Lastra señala a Sánchez, pero ella se conforma con señalarle como uno de esos «hombres buenos» que ven, pero callan
Sánchez no sólo pretendía en el Comité Federal demostrar que, con la salida de los tres implicados en las mordidas, el PSOE quedaba limpio de cualquier sospecha de corrupción, sino, además, dejar claro que el partido repudiaba un comportamiento tan alejado del feminismo, seña de identidad del socialismo. Sánchez montó una reunión con mujeres un día antes del cónclave y en el partido se justificó la designación de Torró al frente de la secretaría de Organización «porque como mujer será una garantía de que no se repitan nunca esos comportamientos». Por si fuera poco, se retocó el código ético para castigar a los aficionados a visitar prostíbulos. ¿Hacía falta decirles a los militantes del PSOE que irse de putas es contrario al ideario feminista de su partido?
Hubo dudas en las primeras horas de la mañana del sábado. ¿Qué hacer con Paco Salazar? Un hombre de la confianza del presidente, mano derecha de Iván Redondo, desterrado durante un tiempo al Hipódromo, pero rescatado después con mando en plaza, en el partido y en Moncloa. Echarle era demasiado fuerte. En puridad significaba no respetar la presunción de inocencia. De hecho, la nota antes citada parecía darle la razón a él. Pero, en momentos como éste, cualquier sospecha es suficiente como defenestrar incluso a los que presumen de formar parte del círculo íntimo del presidente.
Peligroso era echarle, pero más aún mantenerle, porque una dirigente del partido, Adriana Lastra, delegada del Gobierno en Asturias, líder de los socialistas asturianos, y ex vicesecretaria general del PSOE, había pedido su cabeza. Así que se optó por una solución de compromiso: no le echaron, pero le forzaron a renunciar, de momento. Luego, ya veremos.
La bomba había estallado y el Comité Federal quedó teñido de un nuevo caso de supuesto acoso, y, lo que es peor, se confirmaba la falta de tino del presidente del Gobierno y secretario general del partido a la hora de elegir a sus colaboradores.
Una de las intervenciones más esperadas fue la de la mujer que en 2022 terminó abandonando su puesto sin que se dieran explicaciones. Tampoco ella las dio entonces. Ahora, una vez que Cerdán está entre rejas parece que fueron él y Ábalos los que le hicieron la vida imposible. En cualquier empresa, lo que ella cuenta sería motivo de denuncia por acoso laboral, más aún estando embarazada. En el PSOE no pasó nada.
Lastra tampoco les denunció. Se conformó con el premio de consolación de la delegación del Gobierno en Asturias.
La vicesecretaria general de la Federación Socialista Asturiana se largó un mitin hablando del «patriarcado» y de lo costoso que es para una mujer ejercer un puesto con poder en una organización. Se supone que estaba hablando de su caso; es decir, del PSOE como organización. La crónica de Juanma Romero da todos los detalles de su alegato.
En un momento de su discurso denunció «el silencio de los hombres buenos» que «intuyen la injusticia, pero callan». ¿Quiénes son esos hombres buenos? Lastra, como tantos de sus compañeros, siguen protegiendo a quien ha sido el verdadero responsable de que esos comportamientos machistas se impusieran en el partido. El principal «hombre bueno» de esta historia se llama Pedro Sánchez, que, en efecto, optó por Cerdán y dejó caer a la que era su superior jerárquica. Claro que le llegaron a sus oídos los comportamientos machistas de Cerdán y Ábalos, el acoso al que estaban sometiendo a Lastra, pero no hizo nada. Como tampoco hizo nada para acabar con la corrupción que terminó siendo un clamor.
Lo que ha ocurrido en el PSOE en los últimos años es fruto de una estructura de poder, diseñada por Pedro Sánchez, en la que sólo hay uno que manda. Nadie que cuestione al líder puede aspirar a ascender en el partido, ni siquiera a conservar su puesto.
Sánchez no sólo no ha rectificado, sino que ha persistido en el error. En lugar de abrir el debate en el partido sobre las funciones y las personas que deben ocupar los puestos clave, sobre todo la secretaría de Organización, se lo guisó y se lo comió el sólo, con la inestimable ayuda de María Jesús Montero.
Sale el PSOE de este Comité Federal más tocado de lo que entró. Los más de 300 dirigentes que participaron en la reunión, a excepción de García Page, se limitaron a aplaudir al líder, sin querer darse cuenta de que Sánchez, el «hombre bueno» número uno del partido, les está llevando al matadero.
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