Pedro Sánchez lleva varios días haciendo pedagogía sobre la necesidad de aumentar el gasto en defensa. En unas semanas hemos pasado del argumentario que sostenía que llegar al 2% del PIB en 2029 era un esfuerzo más que suficiente para España, a decir que invertir en seguridad es invertir en democracia.
El presidente ha ido variando de posición a medida que la postura europea se ha alineado con la posición de Francia y Reino Unido, partidarios del rearme, a los que se ha sumado Alemania. Quien empuja ahora a subir el gasto en defensa no es Trump, ni siquiera la OTAN, sino la perspectiva de una Europa que ya no va a poder delegar su defensa en Estados Unidos. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha elevado el listón mínimo de gasto militar al 3% del PIB para garantizar que la UE esté en disposición de disuadir a Rusia de futuras agresiones.
Sólo pasar del 1,28% del PIB, que es lo que España invierte ahora, al 2%, comprometido desde 2014, supone un gasto adicional de 30.000 millones. Por tanto, llegar al 3% que reclama Von der Leyen equivaldría a elevar el gasto en defensa en más de 60.000 millones. Y eso no se puede hacer sólo con aumentando la deuda.
El presidente ha querido eludir este aspecto de la cuestión porque la mitad de sus votantes no está de acuerdo con gastar más dinero en armamento. Pero, además, porque sus socios, con más o menos matices, también están en contra del militarismo.
Al PSOE le fue muy bien con la campaña del ‘No a la guerra‘ y ahora va a tener que defender no sólo aumentar el presupuesto militar, sino asumir el envío de tropas a Ucrania en una coalición que garantice un hipotético acuerdo de paz con Rusia, como proponen Reino Unido y Francia.
Lo primero que hay plantearse en una situación de emergencia como la que estamos viviendo es que las decisiones que se tomen sobre este asunto sean llevadas al Congreso. Además de hacer pedagogía en los mítines, Pedro Sánchez debe asumir la responsabilidad de convencer a una mayoría suficiente de diputados de la necesidad de adoptar medidas extraordinarias para garantizar la seguridad y la propia supervivencia de Europa. Eso es lo que se espera de un líder.
El PP debería condicionar su apoyo al presidente en defensa a acuerdos en otras políticas de Estado como la inmigración
Por el momento, Izquierda Unida y Podemos ya han dicho que están en contra de la política de rearme. Hoy veremos lo que sale de la reunión del presidente con la líder de Sumar y vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz. El caso es que Sánchez no tiene ninguna garantía de que la mayoría de investidura apoye este giro radical en la política del Gobierno.
Sin embargo, Sánchez cree tener un as en la manga: la seguridad de que, en caso de necesidad, el PP apoyará las medidas necesarias par alcanzar los objetivos que plantea Bruselas. El presidente se permite el lujo de arremeter contra Feijóo en sus intervenciones públicas porque da por hecho que el PP no se desmarcará de lo que van a hacer los gobiernos conservadores de la UE.
Feijóo tiene dos opciones: o bien hacer lo que se espera de él y dar sus votos a Sánchez a regañadientes para que suba el gasto en defensa; o bien, condicionar su voto a acordar otros pactos de Estado con el PSOE.
Las decisiones sobre la defensa forman parte de lo que se conoce como políticas de Estado. Entendemos que aumentar el dinero destinado a la compra de armas o el envío de tropas a una zona de conflicto requieren del consenso de los dos principales partidos, del Gobierno y de la oposición. Pero la política de inmigración también es una política de Estado que, por cierto, tiene que ser coherente con la política europea en la materia. Sánchez no ha tenido inconveniente en acordar la cesión de competencias a la Generalitat de Cataluña para asegurarse los siete votos de Junts.
¿Cómo es posible que Junts consiga cosas impensables a cambio de siete votos mientras que el PP pueda estar dispuesto a ceder sus 137 votos a cambio de nada en un asunto medular como es la política de defensa? Si el presidente no se abre a pactar con el PP otras políticas -como la migratoria- Feijóo debería rechazar la demanda de subir la asignación a defensa y seguridad que proponga el presidente. Si la propuesta es derrotada, la responsabilidad sería, en primer lugar, de los socios de gobierno del PSOE, y, en segundo lugar, del propio presidente por haber convertido, una vez más, la política de defensa en un tema doméstico para desgastar a la oposición.
¿Qué hará Feijóo? ¿Estará dispuesto a poner a Sánchez entre la espada y la pared o seguirá jugando el papel de despechado e incomprendido? Esta es su oportunidad.