El corazón de un coche eléctrico no es un motor que no se alimenta de gasolina ni de diésel, sino de energía que almacena una batería. Su función es la misma que la de cualquier otro motor: mover el coche. Pero su forma de hacerlo es radicalmente distinta.
Aquí no hay explosiones, pistones, ni tubo de escape. Lo que hay es una máquina que transforma electricidad en movimiento utilizando un principio tan antiguo como el electromagnetismo. En lugar de combustionar carburante, lo que hace es generar campos magnéticos que giran de forma precisa y continua. Con eso, empuja el coche hacia adelante (o hacia atrás) con una respuesta instantánea y sorprendentemente suave.
Estructura interna del Renault Scenic eléctrico / Renault
Para hacerse una idea simple, el funcionamiento básico de un motor eléctrico recuerda al de un coche de Scalextric: al aplicar corriente, unas bobinas generan un campo magnético que hace girar el eje y mueve el coche. En esencia, la lógica es la misma, aunque en un coche real se emplea corriente alterna y tecnología mucho más avanzada, con control electrónico, imanes permanentes y sistemas de recuperación de energía. Pero la idea fundamental —mover un coche con electricidad y magnetismo— no ha cambiado tanto.
Menos piezas, menos líos
Un motor eléctrico está compuesto básicamente por dos elementos: el estátor, que es la parte fija, y el rotor, que gira en su interior. El estátor contiene unas bobinas por donde pasa la electricidad y que generan campos magnéticos. El rotor, que también tiene su propio campo (por imanes o corrientes inducidas), se ve arrastrado por esos campos y comienza a girar.
Ese giro es lo que finalmente mueve las ruedas del coche. Y lo hace sin necesidad de una caja de cambios tradicional, ya que el motor entrega su par máximo desde cero revoluciones. En la mayoría de modelos se utiliza una transmisión de una sola velocidad, suficiente para moverse con agilidad por ciudad o carretera.

Infogarfía de la tecnología de propulsión del Audi RS e-tron GT / Audi
Cuando el conductor pisa el acelerador, el coche le ordena a la batería que libere energía. Esa corriente, que sale en forma de corriente continua (CC), pasa por un inversor que la convierte en corriente alterna (CA), que es la que el motor necesita para funcionar.
En ese momento, el estátor se activa y genera un campo magnético giratorio. Este campo “tira” del rotor, que gira en sincronía. Ese movimiento se transmite a las ruedas, y el coche empieza a moverse. Todo esto ocurre en milisegundos, sin vibraciones, sin ruido y sin necesidad de que el motor “coja revoluciones”.
Motores eléctricos: tipos y diferencias
En el mundo de los coches eléctricos, casi todos los motores utilizados son de corriente alterna. Y dentro de ellos, hay dos variantes principales:
- Motor asíncrono (o de inducción): No tiene imanes permanentes. El campo magnético se induce dentro del rotor. Es robusto, potente y más económico de fabricar.
- Motor síncrono: Usa imanes permanentes (o un electroimán) en el rotor. Gira exactamente al ritmo del campo magnético del estátor. Su ventaja es una mayor eficiencia energética, un par muy alto incluso a bajas revoluciones y un tamaño más compacto. Su pega: los materiales que usa son más caros.
¿Y los motores de corriente continua? Aunque fueron los primeros en usarse hace un siglo, hoy no se emplean en la propulsión. Son menos eficientes, requieren más mantenimiento y tienen partes móviles como las escobillas, que se desgastan. Su uso ha quedado relegado a sistemas auxiliares: elevalunas, limpiaparabrisas o ventiladores, por ejemplo.
Ventajas frente al motor de combustión
Una vez entiendes cómo funciona un motor eléctrico, es fácil ver por qué está sustituyendo poco a poco al motor de combustión. Estas son algunas de las ventajas más claras:
- Simplicidad: Un motor eléctrico tiene muchos menos componentes. En lugar de más de 1.000 piezas móviles como en un térmico, hablamos de apenas unas 200. Eso significa menos desgaste, menos mantenimiento y menos riesgo de avería.
- Eficiencia: Mientras un motor de gasolina pierde gran parte de la energía en forma de calor, el eléctrico aprovecha hasta el 90% de la energía que recibe. Eso se traduce directamente en menor consumo y más autonomía.
- Aceleración inmediata: El par motor está disponible desde cero, así que la respuesta al acelerar es inmediata. No hay retardo ni necesidad de subir de vueltas, lo que es ideal tanto en ciudad como para adelantamientos en carretera.
- Funcionamiento silencioso y suave: Apenas hay ruido ni vibraciones. De hecho, muchos eléctricos deben emitir un sonido artificial a baja velocidad para que los peatones los oigan.
- Cero emisiones en uso: Al no quemar nada, el coche no emite gases contaminantes cuando circula. Eso sí, hay que recordar que la producción de electricidad sí puede generar emisiones, dependiendo de su origen.
- Frenada regenerativa: Cuando levantas el pie del acelerador o frenas, el propio motor se convierte en generador. Aprovecha el movimiento de las ruedas para producir electricidad y recargar la batería, ahorrando energía que de otro modo se perdería.
Más simple, más limpio, más eficiente
En definitiva, el motor eléctrico representa una evolución técnica que va más allá de lo que se ve a simple vista. Con menos piezas, menos consumo, cero emisiones locales y una conducción más suave, está marcando el paso hacia una movilidad más limpia y eficiente. Y lo hace sin sacrificar prestaciones: de hecho, los coches eléctricos aceleran más rápido que los térmicos equivalentes.