La noche del 9 de julio de 2024 la previsión meteorológica no advertía del peligro de lluvias en Múnich. La jornada había sido calurosa y la espera para la semifinal de la Eurocopa entre Francia y España especialmente tediosa. Unas declaraciones en la previa del francés Adrien Rabiot tratando de desestabilizar al joven Lamine Yamal, quien contaba aún con 16 años, fue lo más picante de los prolegómenos. “Si Lamine Yamal quiere jugar la final tendrá que hacer más cosas de las que ha hecho hasta ahora”, advirtió desafiante el galo en la apabullante sala de prensa del Allianz Arena antes del choque. Yamal no reaccionó a las palabras del francés. “Está tranquilo, no va a entrar en el juego de los franceses”, confirmaba un what’s App procedente del corazón del vestuario de la selección.
La próspera Múnich, capital industrial de Baviera donde están asentadas las sedes de BMW y Siemens, no atravesaba por su mejor curso futbolístico. El cartesiano Bayern había despedido a Nagelsmann en marzo y en mayo anunciaba que Vicent Kompany sustituiría a Thomas Tuchel, que terminó la temporada en tercera posición por detrás del Leverkusen de Xabi Alonso y del Stuttgart. En las abarrotadas calles de Múnich se entremezclaban los turistas con los aficionados franceses y españoles que convivían con naturalidad regando su visita de la popular cerveza de trigo bávara.
Lamine y el gol de Pelé
La semifinal no había comenzado bien para España, ya que a los ocho minutos Kolo Muani adelantó a los galos rematando en el segundo palo un centro de Mbappé. De la Fuente señaló al reloj y pidió “cabeza” a los suyos. Y entonces todo cambió a las 21 horas y 21 minutos. Dani Olmo trató de filtrar una pelota entre líneas a Morata, el esférico tropezó en Saliba y acabó en los pies de Lamine. El de Rocafonda se encontró con el balón en una posición centrada y trató de girarse hacia la banda para resetear la jugada. Sin embargo, en el último instante reconoció ante sí a Rabiot y decidió que era el momento de hacer que se tragara sus palabras. Su cuerpo realizó el movimiento natural para salir hacia el carril sin tocar la pelota, y en el último instante cambió de idea con un amago indescifrable para el francés, que ya le había comprado el movimiento hacia la banda. Lamine tocó levemente la pelota una primera vez e inmediatamente cacheteó con su zurda una comba de afuera hacia adentro que apoyó en el palo de Magniat al que le fue imposible detenerla. En ese preciso instante Lamine Yamal Nasraoui Ebana se convertía en el goleador más joven de la historia del fútbol en un gran torneo, madrugando a sus 16 años y 362 días el anterior récord del mismísimo Pelé (17 años y 239). Lamine, como pidió Rabiot, hizo “más cosas de las que había hecho hasta entonces” anotando ese gol y lo celebró deslizándose de rodillas frente al banquillo español, a escasos metros del francés, donde las caras eran de asombro.
Lamine ya había dado muestras de madurez en el partido de cuartos ante Alemania en Stuttgart, la ratonera de la Mannschaft. Luis de la Fuente y Pablo Amo habían logrado que interiorizase que al sufrir situaciones de inferioridad por las ayudas defensivas, debía buscar la zona donde había superioridad de sus compañeros. “Tú atrae a la banda a los defensas con la pelota porque siempre van a ir a hacer la ayuda a tu lateral. Y cuando veas que la defensa se vuelca hacia ti, saca la pelota rápido de allí que yo estoy solo o en uno contra uno”, le insistía su ‘bro’ Nico Williams. Pasaban 51 minutos de partido de cuartos con los alemanes cuando Lamine recibió una pelota que aguantó con paciencia para dar tiempo a sus compañeros. Su lateral recibió la ayuda de Tah, que se acercó a su zona, mientras Morata se involucró en la jugada acercándose a Yamal lo que obligó a Kroos a quedarse con él y descuidar el frente del área. Fabián y Nico se fueron al segundo palo obligando a Rudiger y al otro lateral a tapar esa zona. Y entonces Lamine levantó la vista y descubrió un agujero en el centro del área donde puso un pase raso delicioso para un Dani Olmo que empujó la asistencia a la red. Fue el precedente de lo que ocurriría en Múnich.
El zurdazo en el Allianz se convirtió en parte del imaginario futbolístico del país. Y en el primer fogonazo del nacimiento del mito de Lamine. Como aquel gol de Pelé a los suecos en la final del 58 cuando bajó un centro en el área con el pecho, sin dejarla caer hizo un sombrero a un defensor y antes de que tocase el suelo la voleó a la red. Hay jugadas fundacionales, puntos de inflexión, primeras frases que rompen el miedo al folio en blanco, kilómetros 0… Y el de la leyenda de Lamine arranca en Múnich, aquel sábado a las 21 y 21 de una noche que terminó en tormenta.
Porque la noche del 9 de julio de 2024 el cielo se rasgó a medianoche descargando una tromba de agua descomunal en el preciso instante en que la prensa española recorría el kilómetro que dista el Allianz Arena de la estación de metro de Fröttmaning, en la línea U6 dirección a Garching-Forschungszentrum. Ese aguacero inesperado puso el colofón a una jornada que terminó con el siguiente mensaje de Lamine en sus redes: “Muévete en silencio, habla sólo cuando es momento de decir jaque mate”. Fue la noche que el mundo descubrió a Lamine en Múnich, el kilómetro cero de Yamal.