“El discurso del consentimiento es profundamente masculino y neoliberal. Los encuentros entre humanos tienen forma de contrato tal y como los establece la legislación, pero las relaciones son más complejas, muchas veces consentimos sin saber, exponiéndonos al riesgo de que el deseo no coincida con lo que obtengamos: que el sexo resulte doloroso, anodino o asqueroso. Pero entre el sexo consentido maravilloso y el sexo violento hay un amplio abanico de sexo insatisfactorio que no es delito”. Así lo manifestaba este lunes en Club FARO, del grupo Prensa Ibérica, la filósofa y activista feminista Clara Serra, autora de “El sentido de consentir” ( Anagrama), en un acto presentado por sexóloga y psicóloga Vanessa R. Pousada, vicerpresidenta de Sogatex.
La escritora comenzó su intervención explicando que escribió su nuevo ensayo con el ánimo de reflexionar sobre el sentido de la palabra “consentimiento”, que ha dado lugar a reformas jurídicas y modificación de leyes como la de la conocida ley del “solo sí es sí” y que dio lugar a un debate en el seno del feminismo estadounidense en los años 80 del siglo pasado, un debate que en España no se produjo y se presentó como de manera “muy simple” , “con la oposición a la ley por parte de la extrema derecha que tergiversó la ley, con la judicatura machista en contra y con el feminismo a favor”.
Serra expuso los argumentos de las dos corrientes feministas americanas en desacuerdo sobre el tema del consentimiento, no sin antes advertir que las posturas discordantes no son nada nuevo en el feminismo, “ya las hubo en España con el voto femenino”, al igual que las hay “en el sexo, la prostitución la pornografía y el sadomasoquismo”.
¿Pueden las mujeres decir que no? es la pregunta con la que Catherine Mackinnon abrió la controversia en 1979 al referirse a las relaciones sexuales en un entorno laboral con un superior jerárquico. Su respuesta era que la mujer no se podía negar por miedo a represalias, a no promocionar en la empresa o a ser despedida. La estudiosa amplió el entorno laboral a toda la sociedad y concluyó que al estar en situación de desigualdad de poder, la mujer no puede decir que no y por tanto, tampoco puede consentir. Este argumento también fue empleado para rechazar la pornografía y la prostitución, que convierten a la mujer en esclava y a su consentimiento en un sí viciado, por lo que el estado tiene que invalidarlo.
La otra postura es la defendida por Judith Butler, que argumentaba que el anterior razonamiento abría una vía paternalista en la que el estado decidiría sobre las mujeres y que en un mundo de desigualdad de poder la mujer sí puede consentir. “Una parte del feminismo dice que el consentimiento es una trampa al servicio de los hombres y otra dice que es la herramienta que delimita el sexo con violencia y delictivo del sexo consentido”, explicó Serra.
“A veces es difícil o imposible decir que no, como en el caso de La Manada o en el de Dani Alves, y el silencio se ha de tomar como un no, pero ¿son la excepción a la regla o define otras relaciones?, ¿entre una pareja que practica sexo todos los días después de cenar es esperable que haya que decir que no si a uno de los dos no le apetece o el silencio puede significar un sí?, se preguntó Clara Serra, quien afirmó que “hemos seguido el camino de la línea de Katherine Mackinnon y no me parece adecuado tomar una relación sexual siempre como una desigualdad ni que toda desigualdad sea siempre violación”.
Se señalan como factores que vician el consentimiento de una mujer a una relación sexual la desigualdad de poder o la falta de consciencia. “¿Invalidarían también ese consentimiento la diferencia de edad, de clase social o de raza? ¿Y las relaciones sadomasoquistas que fetichizan el poder?”, se preguntó.
“El lema que estaba bien es el de ‘no es no’ y que sea el juez y el derecho quienes decidan en que contextos hay coacciones. Ese lema implica a toda la sociedad, que se pueda permitir que a la mujer le sea fácil decir no. Y eso supone cambiar e mundo y distribuir la riqueza”, expresó Serra.
Defensora de un feminismo inclusivo que da valor al diálogo entre las discrepancias
Forjada durante sus años universitarios en los movimientos estudiantiles feministas y en defensa de la universidad pública, Clara Serra (Madrid, 1982) es investigadora en ADHUC (Centro de Investigación Teórica, Género, Sexualidad de la Universidad de Barcelona), donde forma parte del personal docente y realiza sus investigaciones sobre la construcción y representación de las identidades y en los estudios sobre la masculinidad.
Licenciada en Filosofía y con formación postuniversitaria en las universidades Complutense y Autónoma de Madrid, fue responsable del área de Igualdad de Podemos hasta 2017 y una de las mayores impulsoras de la plataforma Más Madrid, por la que se presentó como número 2 tras Iñigo Errejón en 2019, resultando elegida diputada de la Asamblea de Madrid y abandonando su escaño a los pocos meses por discrepancias con la formación.
En 2020 volvió a la universidad como investigadora y conductora del programa y podcasts que dirige “Los hombres de verdad tienen curvas”. Hermana menor de la política Isa Serra y de perfil más moderado que ésta, es autora de obras como “Leonas y zorras: estrategias políticas feministas» (2018) y «Manual ultravioleta. Feminismo para mirar el mundo» (2019). Forma parte del colectivo Malasfeministas, que defiende un feminismo inclusivo y plural que da valor al disenso y al diálogo entre discrepancias.