“El cielo se veía súper rojo; fue algo impresionante”. Así describe Emilio José Arenas Vallejo, un joven español que lleva dos años y medio viviendo en Reikiavik, la capital de Islandia, lo que ocurrió anoche en el país escandinavo. A última hora de la noche del lunes, la erupción del volcán Sundhnúksgígar, al suroeste del país, tras varias semanas de intensa actividad sísmica, tiñó el cielo de un rojo plomizo que bien podría asemejarse al infierno. 


La fisura, que se extiende a lo largo de 4 kilómetros, según datos de la Oficina Meteorológica de Islandia, se encuentra a unos 40 kilómetros de la capital y se formó a una distancia de 3 kilómetros de la localidad pesquera de Grindavík. Por temor a una erupción, los 3.800 habitantes de Grindavík ya habían sido evacuados el pasado 10 de noviembre por motivos de seguridad y las autoridades cerraron el cercano spa geotérmico de Blue Lagoon. 

A pesar de las expectativas de una erupción que se habían mantenido durante varias semanas, el inicio repentino de la erupción volcánica sorprendió a muchos residentes en la región suroeste de Islandia, la zona más densamente poblada del país. Las primeras horas estuvieron marcadas por cierta confusión. 

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La policía local, recoge Reuters, elevó su nivel de alerta como resultado de la erupción y la defensa civil del país advirtió a la población de que no se acercara a la zona mientras el personal de emergencia evaluaba la situación. “Hubo algo de caos debido a que ocurrió por la noche, de repente. Mucha gente salió a la calle cuando ocurrió y la policía tuvo que cerrar la carretera que conecta la ciudad con el aeropuerto, que está más cerca de la fisura”, señala Arenas. 

En la noche del lunes, las autoridades islandesas elevaron el nivel de alerta de aviación a naranja por el riesgo que podía suponer para los aviones si la ceniza del volcán se expandía por el aire. Sin embargo, el principal aeropuerto del país, Keflavik, permaneció abierto. El gobierno islandés ha señalado que “no hay interrupciones en los vuelos hacia y desde Islandia y los corredores de vuelos internacionales permanecen abiertos”. 


Vista desde la ventana de Emilio José Arenas Vallejo en Reikiavik.

Cedida

En un momento inicial, los vulcanólogos señalaron que la erupción había tenido lugar en una de las peores localizaciones posibles, aunque después de un visionado por helicóptero descartaron consecuencias dramáticas. Eso sí, según contó Magnus Gudmundsson, uno de los expertos que vieron desde el aire la península de Reykjanes, al New York Times, el tamaño de la erupción es más grande de lo que se esperaba. 

Sin riesgo para la vida

A pesar de la sorpresa inicial, las autoridades islandesas han señalado que la erupción no supone una amenaza para la vida. Según la última actualización de la erupción volcánica de la oficina meteorológica del país, el tamaño de la erupción ya está menguando y se estima que el flujo de lava es aproximadamente una cuarta parte de lo que era al comienzo de la erupción. 

“En este momento, la erupción no supone mucho peligro y además es una con carácter efusivo, es decir, no está generando una cantidad relevante de ceniza volcánica”, explica a este periódico Luca D’Auria, director del Área de Vigilancia Volcánica del Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN). “Hay que monitorizar la situación para ver cómo evoluciona, pero en este momento está siguiendo un patrón bastante benévolo”. 

Desde última hora de esta mañana, tal como ha confirmado la Oficina Meteorológica, se ha observado que el flujo de la lava se está desplazando en dirección contraria a Grindavík, lo que genera grandes expectativas en los residentes de la localidad. “Parece que hemos tenido mucha suerte con la ubicación y el desarrollo”, señaló Sigurður Ingi Jóhannsson, ministro de infraestructura de Islandia.

La actividad volcánica de Sundhnúksgígar desde el aire.


La actividad volcánica de Sundhnúksgígar desde el aire.

Reuters

 

Desde finales de octubre, la región había vivido miles de terremotos que habían causado daños en carreteras y edificios. Con esta noticia, esperan que las viviendas que resistieron las semanas de intensos terremotos puedan salvarse.

Si bien la erupción había sido anticipada durante semanas, la erupción pilló por sorpresa al país. El Blue Lagoon, uno de los principales atractivos turísticos del país, había sido reabierto a los visitantes el pasado domingo, ya que la preocupación por una erupción inminente se había disipado. 

Hasta el momento, las autoridades islandesas no han establecido una fecha precisa para que los habitantes de Grindavík puedan regresar a sus hogares. Víðir Reynisson, director del Departamento de Seguridad Pública de la Policía Nacional, enfatizó esta mañana en la necesidad de asegurarse de que el corredor de magma de la nueva erupción no avanza hacia el sur, acercándose más a Grindavík, antes de permitir el retorno de los residentes a la localidad. 

Una tierra de volcanes 

Este tipo de fenómenos es común en Islandia. El país se sitúa en lo que los geólogos denominan un ‘punto caliente’: se encuentra en la intersección de dos placas tectónicas, separadas a su vez por una cadena montañosa submarina que libera roca fundida caliente, es decir, magma. De hecho, en los últimos dos años ha habido cuatro erupciones volcánicas en la península de Reykjanes, donde se sitúa el volcán Sundhnúksgígar. 

Con alrededor de 130 volcanes, esta nación insular vive una erupción volcánica prácticamente cada década. Uno de los más importantes tuvo lugar en 2010, cuando erupcionó el volcán Eyjafjallajökull. A pesar de su tamaño relativamente pequeño, tuvo un gran impacto al paralizar durante más de una semana el espacio aéreo de muchos países europeos.