Un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba, liderado por Victoria Calatrava, ha desvelado cómo las algas producen auxina, una hormona clave para el crecimiento y la comunicación en el mundo vegetal. Este avance, basado en el estudio del alga modelo Chlamydomonas reinhardtii, arroja luz sobre el papel de las algas en la microbiota de las plantas y sus potenciales aplicaciones en la mejora agrícola.

Un mecanismo simple pero esencial

La producción de auxina en Chlamydomonas ocurre a través de una ruta en la que interviene la enzima L-aminoácido oxidasa (LAO1). Según explica Calatrava, “esta enzima utiliza el triptófano para generar auxina en el espacio periplásmico del alga, una zona intermedia que permite tanto liberar la hormona al exterior como incorporarla internamente para regular su metabolismo”.

La investigación demuestra que, aunque la producción de auxina puede estimular el crecimiento del alga en pequeñas cantidades, su acumulación excesiva termina por inhibirlo. Aquí es donde entra en juego una curiosa interacción mutualista con bacterias del género Methylobacterium.

Una relación simbiótica beneficiosa

Victoria Calatrava detalla cómo estas bacterias ayudan a equilibrar los niveles de auxina en el alga: “Las bacterias degradan la hormona, permitiendo que Chlamydomonas crezca de manera saludable mientras ellas se alimentan de la auxina. Curiosamente, este consumo sólo ocurre en presencia del alga, reforzando la cooperación entre ambos organismos”.

Esta relación simbiótica, mediada por la auxina, no solo beneficia al alga y a las bacterias, sino que tiene implicaciones más amplias para la agricultura. Tanto las algas como las bacterias forman parte de la microbiota de las plantas en los cultivos, lo que abre nuevas posibilidades para el desarrollo de bioestimulantes agrícolas.

Potencial agrícola y sostenibilidad

“La auxina es crucial para el crecimiento y la tolerancia al estrés en las plantas, como la sequía”, subraya Calatrava. El conocimiento de cómo las algas producen y regulan esta hormona, junto con su interacción con bacterias, puede traducirse en estrategias para mejorar los cultivos de manera sostenible.

El equipo ahora se centra en explorar la interacción entre algas, bacterias y plantas, buscando diseñar bioestimulantes que aprovechen estas relaciones naturales. Estas soluciones podrían potenciar el rendimiento de los cultivos y aumentar su resistencia a condiciones adversas, reduciendo el uso de productos químicos nocivos para el medioambiente.

Un paso hacia la agricultura del futuro

Este hallazgo marca un avance significativo en la biotecnología aplicada a la agricultura. Al comprender mejor las dinámicas de la microbiota vegetal y sus interacciones, los investigadores apuntan a desarrollar herramientas sostenibles que promuevan la productividad agrícola respetando los ecosistemas naturales.

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