Desde Fumaces, en el municipio de Riós (Ourense), mientras continuaba regando los puntos calientes de uno de los frentes que arrasan el sureste de la provincia de Ourense, una tarea que tiene como objetivo que el fuego no salte a una de las áreas que aún seguían en verde, a salvo de momento, el bomberos forestales relataban este viernes a Faro de Vigo su experiencia al pie del cañón, desde uno de los epicentros del duro combate contra los incendios que desolan Ourense en la peor emergencia por causa del fuego de la historia de Galicia.
En esa parte del territorio ourensano, en el extremo sureste, el balance de daños es terrible. Entre el valle y la cadena montañosa que atraviesa Oímbra, Monterrei, Cualedro y Laza, un frente kilométrico y destructivo ha arrasado más de 10.500 hectáreas, además de llevarse por delante casas, alpendres, vehículos, fincas y tendidos. En A Mezquita, A Gudiña y Viana do Bolo, las cifras oficiales del destrozo alcanzan las 9.000 hectáreas, más otras 1.300 en distintos focos en Vilardevós.
«Estuvimos por Monterrei, Oímbra y Verín actuando contra estos fuegos, que ahora se llaman de sexta generación. Estábamos interviniendo y encima de nosotros había un pirocúmulo que se veía desde Ourense ciudad«, exponen desde el retén.
«Vientos muy erráticos, cambiantes, súper peligrosos. En un momento no hay nada de viento y de repente se forma una tormenta de fuego con un viento tremendo. Esto sobrepasa las capacidades de extinción de nuestro dispositivo por lo menos», explica desde allí.
Bomberos forestales de la ‘Brigada Vigo’, en uno de los frentes que afectan a Ourense. / ABRAHAM ROSENDO «BREIKUS»
Este tipo de incendios no se apagan en el monte ni con agua ni con fuego, que es lo que estuvimos intentando. Vienen por todas partes, atraviesan campos, carreteras, saltan
Lo que estos agentes han presenciado estos días son «escenas dantescas», dicen. «El fuego atravesando pueblos y no poder hacer nada para evitarlo, simplemente intentar aconsejar a la gente ‘No te pongas ahí, vente para atrás’. Intentando que no se quemasen casas ni que muriera nadie«, asegura un bombero, aún impactado.
Ante incendios de esta categoría, con esa intensidad y una virulencia desorbitada, los efectivos de extinción se ven incapaces. «Estuvimos una parte del tiempo actuando en el monte con contrafuegos, pero era imposible. Venía el fuego por un lugar, intentábamos atajar ese frente pero de repente aparecía otro por otro lado y nos quemaba el que estábamos protegiendo. Así que al final decidimos bajar a los pueblos y trabajar allí protegiendo los pueblos. Porque sobre este tipo de incendios todavía tenemos mucho que aprender. Y una de ellas es que no se apagan en el monte ni con agua ni con fuego, que es o que estuvimos intentando. Vienen por todas partes, atraviesan campos, carreteras, saltan. Lo descontrolan todo», añade.

Bomberos forestales de la ‘Brigada Vigo’, en una intervención. / ABRAHAM ROSENDO «BREIKUS»
14 horas de jornada y 40º
Por ello creen que una de las cosas de las que «deberían ir tomando nota los políticos» es que las franjas de seguridad en el monte de los pueblos tienen que respetarse «sí o sí», subraya. «Sobre todo en ciertas parroquias, en ciertos concellos como Cualedro, tan peligrosos», abunda. Las brigadas están extenuadas por el esfuerzo de estas jornadas contra fuegos infernales. Algunas han prolongado su jornada hasta las 14 horas, a 40 grados y sin tan siquiera agua.
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