Yamandú Orsi ganó sin sobresaltos el segundo turno de las elecciones uruguayas y de la mano de este profesor de historia el Frente Amplio (FA, centroizquierda) vuelve al Gobierno el próximo año. El pronóstico de una contienda mucho más ajustada no se cumplió. Tres encuestas a pie de urna de las consultoras Usina, Cifra y Equipos, le dieron a Orsi unos cuatro puntos promedio de distancia de su rival Álvaro Delgado, del Partido Nacional (Blanco). Apenas se conocieron esos datos, los militantes del Frente Amplio salieron a festejar a la vera del Río de la Plata, cerca del Hotel NH. El cielo de la capital se pobló de fuegos artificiales. El silencio de los rivales fue elocuente y de resignación.
Orsi se había impuesto holgadamente en el primer turno con el 44% de las adhesiones y a 17 puntos del candidato oficial. Delgado no pudo capitalizar la popularidad del presidente Luis Lacalle Pou, que es alrededor del 50%. Tampoco le alcanzó con el apoyo de los colorados, el otro partido tradicional de Uruguay.
El triunfo del FA no solo supone el retorno de la centroizquierda al poder después de cinco años sino un nuevo equilibrio regional. Con Orsi, Uruguay volverá a estar más cerca de la serie de gobiernos progresistas que tiene a Luiz Inacio Lula da Silva, Gustavo Petro, Gabriel Boric y Claudia Sheinbaum como referentes.
El vencedor de estos comicios tiene 57 años. Está casado con Laura Alonso Pérez y tiene dos hijos mellizos. Yamandú, como lo llaman los frenteamplistas y opositores, nació en el departamento de Canelones, a 49 kilómetros de Montevideo. Adhirió al FA en su adolescencia. Estudió el profesorado de Historia y se unió al espacio de la coalición de centroizquierda que lidera el expresidente José Pepe Mujica quien, a los 89 años, y en un estado de salud deteriorado, como consecuencia de su tratamiento contra un cáncer de esófago, salió a respaldar al candidato presidencial. Orsi estuvo también al frente en la alcaldía de Canelones, que fue su plataforma para adquirir visibilidad nacional.
Elogio de la moderación
Hijo de un bodeguero, el profesor Orsi había esperado con «moderado optimismo» los resultados. Y la «moderación» es una marca de la institucionalidad uruguaya. El sistema bipartidista, que pone de un lado al FA y, el otro, la coalición que arman los blancos y colorados, funciona como un reaseguro de sosiego desde que el pequeño país sudamericano recuperó la democracia a fines de los años 80 del siglo pasado. El FA gobernó durante 15 años en casi tres décadas. Ni siquiera cuando un exinsurgente como Mujica llegó a la presidencia se puso en juego la estabilidad. «Ni vencidos, ni vencedores… Apenas elegimos un gobierno que no es dueño de la verdad y que los precisa a todos», dijo Mujica al tomar las riendas del Eejecutivo. A su modo, cada presidente, al asumir sus funciones, repite esa idea. Carolina Cosse, la vicepresidenta electa y exalcalde de Montevideo, la hizo suya este domingo: «hay que pensar en los intereses de Uruguay siempre».
Tanto Orsi como Delgado habían expresado antes de que se conociera el escrutinio la voluntad de llegar a acuerdos, ganara quien ganara. Ambos se habían pronunciado contra la reforma del sistema de la seguridad social en la consulta popular de octubre. El culto a la mesura distingue a Uruguay, especialmente de sus vecinos de Argentina y Brasil, donde la polarización política es la marca distintiva.
El futuro jefe de Estado tiene en un punto garantizado la gobernabilidad. Ha logrado en octubre una leve mayoría en el Senado y encontrará seguramente aliados circunstanciales en Diputados. Se verá obligado a buscar consensos. Nunca antes el FA había carecido de mayoría parlamentaria. A diferencia de su antecesor, se espera que Orsi ponga un mayor acento en la cuestión social, los déficits educativos y salariales, sin llegar a adoptar medidas drásticas que pongan en juego la continuidad de las líneas rectoras del bipartidismo uruguayo. Es posible que el FA tenga una política exterior diferente a la de Lacalle Pou, quien se alineó de manera automática con Estados Unidos. A Orsi le tocará ejercer la presidencia con Donal Trump en la Casa Blanca.