Por lo que se oye y se puede leer en cualquier formato, parece que estamos sufriendo una climatología muy adversa. Mucho. ¡Wow! Cuando Piolín atisbaba al felino, cándidamente lo solía anunciar como una novedad. Hoy nos hemos acostumbrado a un lenguaje muy parecido, siempre y cada día asistimos a algo absolutamente excepcional, pero porque así lo anuncian. Un cielo blanco y cegador se abate sobre nosostros (en otras partes del mundo también es verano y lo que se abaten son misiles y eso debe considerarse normal), de las lluvias generosas de la última no-primavera ya no recordamos nada. Los vegetales siguen castigados año tras año y la tierra se va agrietando. Bueno, en algunos hoteles, por suerte no todos, dan agua a presión, con esas mangueras tan potentes que consumen tanto, sobre el cemento desperdiciando recursos y energía. Cronistas meteorológicos y reporteros hablan de lo habitual del verano en Mallorca como algo excepcional, claro pues, si decidieran hablar claro de lo que es realmente excepcional y pasado de rosca, les iban a cortar rápido. Por lo tanto, permanente sensación apocalíptica sea por el motivo que sea y a cada hora del día.
De lo que va aconteciendo en la Tierra aquí en cada rincón disponemos de unos oráculos muy variados y recurrentes. Este verano se presta a pensar que al final, o cuando lleguen las tormentas, la cosa, obviamente, va a ser desproporcionada. Debe serlo. Basta observar árboles y animales. ¿Novedades…? Muy pocas en un verano mallorquín de libro.
Parece ser que los cambios no son intrínsecos al clima, que también por lo extremo, pero los verdaderos y únicos cambios vienen por el absoluto y renovado desprecio a los recursos, a las señales que da (con bastante antelación) la naturaleza y a las ansias de arrasar con todo, pero rápido. Basta con repasar la selección botánica que se ha hecho en el nuevo/viejo Passeig Marítim para comprobar, una vez más, cómo se vuelve a apostar por especies de fuera que son de muy dudosa eficacia y seguridad. Todo lo queremos rápido y al momento. Ya no interesa plantar un árbol sobre un futuro sólido de longevidad. El crecimiento lento y constante de las cosas, evitar la reinversión, ya no interesa a nadie.
La Humanidad estuvo por la labor de estudiar los climas y los fenómenos y las causas que los producen pero, de un tiempo a esta parte, ya formamos parte de muchas de las causas que van cambiando los efectos y aquí probablemente, como anunciaron los expertos, hemos asistido en primera fila a un considerable frenazo en la evolución. Podemos entrar, por supuesto, en el campo de las ideas o de las lenguas; si nos refiriésemos a lo político, ya hace mucho rato que andamos merodeando por ahí; sin ir más lejos, el mandril que habita la Casa Blanca sería el más formidable ejemplar de lo planteado, toda una réplica gesticular del añorado «Copito de nieve» y sus recordados caprichos que nos recuerdan enternecedoras representaciones en la ciudad condal; y es que el planeta asiste, a la vez, a muchos y variados cambios. Por ejemplo, los biólogos cada vez ven más claro el peligro de desaparición de la anguila, un animal anterior al hombre que colea por el planeta desde que los continentes eran uno; bueno, pues, por primera vez, vive un vertiginoso retroceso que hace pensar en su desaparición. Esos fabulosos y preocupantes, por extraordinarios, detalles que sí muestran algún punto de inflexión apenas ocupan un seguimiento en los medios. Las advertencias de esos científicos son ninguneadas, mientras la gran portada vuelve a ser una vez más que en verano hace calor. En las imágenes salen fuentes y diferentes personas refrescándose para demostrar que en verano… hace calor. Por supuesto que, con tan escrupulosa información en portada, usted dará por entendido que ya puede salir en manga corta, sudar y, en algún momento, maldecir la escalada de temperaturas o intentar demostrar cierta añoranza por algo que se parezca a un invierno. Las condiciones laborales de muchas personas, las instalaciones ilegales sin refrigeración en las cocinas de no pocos establecimientos, estas no vulneran nada, dan riqueza. La culpa a ratos es del cambio climático y luego a ratos ya no existe el mismo «todo es susceptible de ser cíclico». Has elegido la acera soleada pero sigues despotricando. Los aires acondicionados siguen escupiendo su aliento sobre las calles. Se come y se bebe más que en todo el año, pero es la humedad lo que te está ahogando. Por supuesto. Madrid es más seco y se puede estar en la sombra, aquí no. Pero estáis todos aquí, cuánto cariño… La isla es insufrible y ya no es sostenible por ella misma, pero van a pasar, otra vez, millones de personas. «Puede hablarme, usted, en mallorquín…» «¡Uy!… claro… qué amable… pero recuerde que soy catalán incluso cuando hablo en castellano. Todo culpa de las altas temperaturas.