Es el aislacionismo de mundo MAGA frente a los halcones neoconservadores y las bases evangélicas teológicamente alineadas con Israel. Son las promesas de Donald Trump para convertirse en un “hacedor de la paz” frente a las demandas de sus megadonantes sionistas y sus instintos más agresivos. Es el rechazo mayoritario de los estadounidenses a verse empantanados en otra guerra en Oriente Próximo frente a la presión del lobi proisraelí en Estados Unidos. Esos son algunos de los factores que podrían determinar si Washington acaba participando de forma directa en la agresión militar lanzada el viernes por el Estado judío contra Irán, un ataque que ha puesto en marcha una guerra sin cuartel entre las dos principales potencias regionales. Citando fuentes oficiales israelíes, Axios publica que Binyamín Netanyahu trata de arrastrar a EEUU a la guerra. Trump, de momento, se resiste.
El republicano se ha cuidado mucho desde el viernes en enfatizar que esta no es su guerra, por más que la Casa Blanca estuviera informada de los planes israelíes y que sus armas sean un componente esencial del arsenal de Tel Aviv. “EEUU no ha tenido nada que ver en el ataque sobre Irán de esta noche”, escribió durante la madrugada del sábado, poco antes de que su secretario de Estado, Marco Rubio, describiera la ofensiva como “unilateral”. Desde entonces Trump ha repetido hasta la saciedad que “la guerra Israel-Irán se debe acabar” para permitir que continúen las negociaciones que su Administración llevaba a cabo con Teherán. Pero también ha advertido que si los ayatolás atacan intereses estadounidenses en la región, “todo la fuerza y el poderío de las Fuerzas Armadas de EEUU recaerá sobre vosotros (Irán) como nunca antes”.
Trump es probablemente el presidente más proisraelí de la historia, pero también uno de los pocos que se ha atrevido a esbozar una política en Oriente Medio no necesariamente plegada a los intereses israelíes. En los últimos meses, en contra de las posiciones reiteradas por Tel Aviv y haciendo bueno el ‘América, primero’, su Administración ha negociado directamente con Hamás, ha levantado las sanciones que pesaban sobre Siria o ha pactado con los hutíes en Yemen sin obligarles a detener sus ataques sobre Israel. Fuentes diplomáticas estadounidenses, consultadas por este diario, sostienen que el republicano se ha tomado muy en serio su pretensión de convertirse en un agente de paz. “¡Tendremos paz pronto entre Israel e Irán! Hay muchas llamadas y reuniones en marcha”, ha escrito este domingo.
La agenda de Netanyahu
Pero no lo tendrá fácil porque Netanyahu tiene su propia agenda. No solo trata de prolongar la guerra para sobrevivir políticamente y desviar la atención de las atrocidades cometidas por sus tropas en Gaza. El ultranacionalista israelí, sobre el que pesa una orden de arresto internacional por crímenes de guerra, necesita las bombas de penetración estadounidenses y sus cazabombarderos para tratar de destruir la planta de enriquecimiento de uranio de Fordow, según publica Axios, escondida bajo una montaña. “Toda la operación tendrá que completarse con la eliminación de Fordow”, dijo esta semana el embajador israelí en Washington, Yechiel Leiter
Además Netanyahu ha dejado que no solo busca tullir el programa nuclear iraní, sino también el cambio de régimen en Teherán, una empresa muy complicada sin la cooperación de EEUU. De momento, el líder israelí ha logrado enterrar las negociaciones que la Casa Blanca mantenía con Irán para tratar de resolver el contencioso nuclear y poner en alerta a los 40.000 militares que Washington tiene desplegados en la región.
División en el trumpismo
Las bases del trumpismo están divididas respecto a esta guerra. Por un lado los viejos neoconservadores que cocinaron la invasión de Irak hace dos décadas, como John Bolton, y acólitos de Israel como el presentador de Fox News Mark Levin, que ven una oportunidad para ajustar cuentas con la teocracia iraní. Por otro, el trumpismo más puro, harto de las guerras eternas, sus costes onerosos y los velatorios de soldados estadounidenses. Figuras como Tucker Carlson o el ‘influencer’ Charlie Kirk. “Lo último que necesita América en estos momentos es una nueva guerra. Nuestro principal deseo debe ser la paz, cuanto antes mejor”, ha escrito Kirk en X.
En la mente de los estadounidenses están muy vivos los desastres de Irak y Afganistán. Una encuesta publicada en mayo por el Brookings Institute sostenía que solo un 14% de los estadounidenses es partidario de entrar en guerra con Irán para destruir su programa nuclear. La directora nacional de inteligencia de EEUU, Tulsi Gabbard, dijo en marzo que el espionaje estadounidense “sigue creyendo que Irán no está construyendo una bomba atómica y que su líder Supremo no ha autorizado el programa de armas nucleares que suspendió en 2003”.
Hasta medios tan cercanos a Israel y propensos a justificar la invasión de terceros países, como ‘The New York Times’, no parecen estar ahora por la labor. “Una guerra con Irán sería una catástrofe, la culminación de décadas de excesos estadounidenses en la región y exactamente la clase de política contra la que Trump se ha rebelado”, escribía este domingo en una tribuna la analista Rosemary Kelanic. Desde el AIPAC, sin embargo, el más poderoso de los lobies proisraelíes, el mensaje es claro: “Irán ha elegido esta guerra” y EEUU debe apoyar a Israel. De momento, decenas de civiles iraníes e israelíes han perdido la vida.
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