La noticia corrió por el barrio madrileño de Puerta del Ángel, en Latina, como la pólvora. «Oye, que están regalando el pan en el Dia al lado del mercado de Tirso», decía una vecina por el Paseo de Extremadura. Eran alrededor de las 3.30 de la tarde y decenas de personas fueron hasta el súper, situado en la calle Doña Berenguela.
«Estábamos a punto de cerrar [no se podía cobrar con el datáfono] y empezamos a regalar las barras de pan que quedaban. Integrales, de picos, chapatas… también regalamos los paninis», cuenta un empleado a EL PERIÓDICO mientras resopla, recordando la que se montó.
Se montó una fila enorme. El dueño de la franquicia había decidido regalar los productos antes de desaprovecharlos -los paninis son congelados-, pero la buena fe casi hace que la situación se fuera de madre. «Es que se llenó de gente. Vino demasiada».
El cierre de los comercios
El barrio a esa hora era una volcán efervescente, con cientos de vecinos buscando comestibles y bebida en los comercios. Las grandes cadenas empezaban a cerrar, y las tiendas de alimentación, muchas de ellas regentadas por ciudadanos asiáticos, tenían incluso que poner controles en los accesos ante la marabunta que entraba en sus establecimientos ávidos de coger agua, fruta, bolsas de patatas o latas de conserva, cualquier cosa que se pudiera comer sin ser antes de ser cocinada.
Tal y como contó este periódico, garrafas y botellas de agua y platos preparados que no requieren de ser calentados han sido los productos más vendidos tras el apagón, sobre todo al mediodía del lunes, cuando muchos ciudadanos han comprobado que no podían cocinar con sus encimeras, hornos o freidoras eléctricas.
Este martes, 24 horas después del apagón, los supermercados y el gran consumo operan con «normalidad». La patronal que agrupa a firmas como El Corte Inglés o Ikea, entre otros, aseguró que se registraron «pocas incidencias y de forma muy puntual» debido al corte de energía