Espera sentada en su consulta, todavía con la bata verde puesta para atender a sus últimos pacientes del día. Como cada día, ha comenzado su jornada a las 8.00 horas para terminar, en teoría, a las 15.00 horas. Pero ese horario, dice, «casi nunca es real». Se lo revela la experiencia: trabajará hasta las 16.00 horas. Así, cuenta Cristina Alonso, es su día a día como médica de Atención Primaria en el centro de salud de San Pablo de Zaragoza, que corresponde al sector II.
La doctora Alonso mira su ordenador. Su pantalla le muestra las cartillas de los más de 30 pacientes que ha atendido a lo largo de la jornada. Pasadas las 14.30 horas, todavía tiene pendientes dos consultas telefónicas. «Solemos hacer 35 consultas diarias, incluidas las telefónicas. Pero ahí no están incluidas las visitas a domicilio, así que puede ser que a las 15.00 horas todavía tengas un par de domicilios que hacer», explica. Además, cuenta, ella hace «cirugía y ecografías», que cita «a las 8.00 horas de la mañana porque a las 8.30 horas empieza la agenda».
A su lado, Rosa Macipe, pediatra también del centro de San Pablo, asiente e interviene: «Cuando se habla de agendas, se habla siempre de la frecuentación, del número de personas. Pero no es lo mismo tener 35 abuelitos de 92 años, pluripatológicos y polimedicados, que tener 35 chavales de Mali». Habla de la realidad del centro de salud en el que trabaja, en el que el perfil de atenciones es a personas mayores y jóvenes inmigrantes.
Atendiendo a esta situación, Macipe considera que «hay que tener en cuenta el tipo de pacientes en las agendas». «Los centros de salud de barrios problemáticos en cuanto a vulnerabilidad deberían tener ratios más bajas», reivindica.
Alonso se gira hacia Macipe, que le devuelve una mirada cómplice. Las dos, dicen, están «desbordadas». Según cuentan, estos son solo algunos de los problemas que arrastra la Atención Primaria aragonesa desde hace tiempo, a los que se deben sumar otros como la baja financiación o la excesiva burocracia. Médica y pediatra coinciden en que la base está en la falta de profesionales sanitarios en el sistema sanitario aragonés.
Con este escenario, ni Alonso ni Macipe se ven capaces de asumir la reorganización de la Atención Primaria que ahora proponen desde el Salud en Zaragoza, que de aprobarse supondría a los médicos y enfermeras de Primaria desplazarse a los centros de especialidades para atender, de 15.00 a 22.00 horas y después de haber pasado consulta de 8.00 a 15.00 en su centro, las urgencias de tarde de los pacientes de todo un sector sanitario.
«No me veo capaz, no tengo fuerzas», dice Alonso, que añade que con este cambio deberá pasar a atender a pacientes de los que no conoce el historial clínico. En esta línea, Macipe incide en la longitudinalidad, entendida esta como la atención por el mismo médico a un paciente. Según Alonso, el seguimiento de un paciente del que se conoce su contexto médico, familiar y social «reduce la probabilidad de muerte».
«No tenemos ninguna duda de que hay que reorganizar la Primaria, pero lo más urgente de esa reorganización no es, ni muchísimo menos, la Continuada», subraya la doctora. Ambas profesionales comprenden que los pacientes pidan atención de tarde, pero subrayan que esta reorganización no es la forma. «Entendería más tener que quedarme aquí, en mi centro de salud, hasta las 22.00 horas, porque al menos sería atender a mi población. Pero no entiendo el tener que marcharme de mi centro para malatender a los míos e ir a las urgencias», destaca Alonso.
El malestar ante esta situación ha llevado a que Alonso, como otros compañeros, se planteen ahora la jubilación anticipada. Y ella, recuerda, escogió especializarse en Atención Primaria «por vocación». «No perdono que me hayan hecho, entre comillas, odiar mi trabajo», lamenta.