Difícilmente alguien podrá aguantar alguno de sus antiguos tuits vergonzantes. Ma refiero a los propios. O un vitriólico post de Facebook desafortunadamente publicado entre la foto de la barbacoa del fin de semana o el cínico "¡Guapos!" dedicado a la pareja más fea del álbum de fotos de un amigo. Algunos de esos piropos constituyen un auténtico acto de prevaricación (dictar a sabiendas una resolución injusta). Un amigo —más bien conocido— cambia su foto de perfil y en unos segundos su muro se llena de calificativos edulcorados sobre una presunta belleza de la que el pobre carece. Cuanto más se estira la última vocal o mayor es el número de eses del plural, más de coña parece el comentario. Nadie escribe ‘Simpaticooo’ o ‘Emprendedooor’. No. La mayoría vamos a herir a la inversa. Y escribimos ‘¡Guapooo!’ debajo de la fotografía de ese pobre hombre que ha hecho lo que ha podido y que no es culpable de no poseer las ventajas de un físico agradable.
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