Periodismo y democracia

Estos días, la periodista Almudena Ariza reivindicaba en un programa de máxima audiencia de la tele pública el PERIODISMO (así, con mayúsculas); no la comunicación, institucional, política, corporativa; no la propaganda, ni el marketing, ni las relaciones públicas, ni el infoentretenimiento. Reivindicaba el PERIODISMO (así, con mayúsculas). Y hacerlo, hoy en día, con la que está cayendo, no es viejuno, ni utópico, es absolutamente necesario, es un compromiso ético y democrático. Ann Telnaes, dibujante de The Washington Post, anunciaba también hace unos días su dimisión, después de que su periódico de toda la vida rechazase publicar una viñeta en la que se veía al dueño actual, Jeff Bezos (Amazon), y a otros magnates tecnológicos y de la comunicación que han hecho donaciones y concesiones a Donald Trump, arrodillarse para rendir pleitesía a una estatua del presidente electo con bolsas llenas de dinero. Para quien no lo sepa, el Post ha sido, junto con The New York Times, las dos «biblias» o faros de nuestra profesión durante décadas. Si Katharine Graham y Ben Bradlee, propietaria y director históricos del periódico, levantaran la cabeza no darían crédito ante la deriva tecnopopulista que hace languidecer a la democracia de los Estados Unidos, desmantelando los derechos y libertades que se fueron ganando durante muchos años de lucha.

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