En mayo de 1914, Edgar Lee Masters recibió la visita de su madre. Durante el tiempo que permaneció en la casa con él y su familia, ambos mantuvieron largas conversaciones en las que recordaban el tiempo en el que habían residido en Lewistown y Petersburg, dos pueblecitos de Pensilvania y Virginia, respectivamente. Gracias a su madre, Masters recordó las vidas y anécdotas de los habitantes de esos lugares, y, de repente, tuvo una idea. «La mañana en que mi madre se marchaba a Springfield, tuvimos una última y aleccionadora charla. Era domingo, y después de dejarla en el tren, en la calle 53, volví andando a casa, lleno de una extraña melancolía. Sonaba la campana de la pequeña iglesia y la primavera estaba en el aire. Fui a mi habitación e inmediatamente escribí ‘La colina’ y dos o tres retratos más», recordaba el propio Masters sobre el germen del que sería su libro más conocido, Antología de Spoon River, un poemario en verso libre en el que los muertos del lugar narran la que fuera su existencia.
Durante meses, Masters aprovechó los huecos que le dejaba su trabajo como abogado laboralista para componer un libro que parecía tener vida propia. «Escribía los sábados por la tarde cuando el despacho cerraba, los domingos en casa, y también en vacaciones, en los trenes, en los restaurantes», recordaba el autor que, presa de un asombroso frenesí creativo que le hacía ser «incapaz de escribir los poemas a la misma velocidad con que se me ocurrían», cada lunes regresaba a la oficina con un montón de poemas, «a menudo hasta diez».
Los primeros fragmentos de la Antología fueron publicados semanalmente en la revista Reedy’s Mirror. Llevaban la firma de Webster Ford, debido a la mala consideración que la literatura, y más aún la poesía, tenía en la sociedad estadounidense de la época, que la consideraba una actividad improductiva, propia de bohemios y homosexuales. Sin embargo, a pesar de las cautelas de Masters, la identidad que se ocultaba tras ese pseudónimo no tardó en ser revelada y, cuando se publicó la primera edición del libro, en enero de 1915, apareció ya con su nombre verdadero. De hecho, si lo que pretendía el autor era pasar desapercibido para no poner en riesgo su prestigio como abogado, no lo consiguió. El libro tuvo muy buena ventas, recibió reseñas entusiastas de escritores como Ezra Pound —que llegó a afirmar «por fin América ha descubierto a un poeta»—, pero también críticas furibundas por parte de aquellos que lo consideraron pornográfico, contrario a la religión y con gruesos errores gramaticales y léxicos.
Como era de prever, el libro tampoco gustó a los habitantes de Lewistown y Petersburg. «A aquella gente no le desagradaba por razones literarias, sino por el hecho de que muchos de los poemas del libro se basaban en personajes reales, conocidos por todos, y los epitafios aireaban sus sordicedes y su porquedad», recuerda el traductor Eduardo Moga en la introducción a la nueva edición bilingüe de Antología de Spoon River publicada por Galaxia Gutenberg, el cual continúa: «A causa de este rechazo, la Antología estuvo prohibida en las escuelas y bibliotecas de Lewistown hasta 1974 y la madre de Edgar Lee Masters, que era miembro de la junta directiva de la biblioteca del pueblo, votó a favor de su prohibición».
Escritor de un solo libro
Antes de acabar 1915 ya habían parecido varias ediciones de la Antología de Spoon River, lo que animó a Edgar Lee Masters a repetir la fórmula en The New Spoon River, publicada en 1924 y que, todo sea dicho, no tuvo el mismo éxito que su antecesora. De hecho, a pesar de ser autor de una veintena de poemarios, varias obras de teatro, biografías, novelas y ensayos, Masters no pudo superar lo logrado con la Antología, situación que le sumió en una amargura que le hizo recluirse en el Hotel Chelsea de Nueva York.
No obstante, a su fallecimiento, ocurrido el 5 de marzo de 1950 en una asilo de ancianos, su obra ya se había convertido en un clásico de la literatura anglosajona que, como sostiene Manuel Rico en una de las citas que incorpora Eduardo Moga en la introducción de Galaxia Gutenberg, «enlazaba con precedentes como Thomas Hardy, Edward Thomas o Robert Frost y que llegaría, ya muy avanzado el siglo XX, a Philip Larkin en la pugna histórica con el irracionalismo o imagism que, desde las vanguardias de entreguerras, va de Ezra Pound […] a Robert Lowel».
Pero más allá de su repercusión en los círculos literarios anglosajones, Antología de Spoon River se convirtió en un fenómeno internacional que fascinó a lectores de todo el mundo. Jorge Luis Borges tradujo varios de sus poemas para la revista Sur de Buenos Aires, Cesare Pavese se declaró admirador de la obra de norteamericano después de que su amigo Antonio Chiuminatto se la hiciera llegar desde Estados Unidos, Pedro Salinas la puso en relación con las Coplas de Jorge Manrique y, en 1963, Charles Aidman adaptó y protagonizó una versión musical estrenada en Broadway con partituras de Naomi Caryl Hirshhorn y Hal Lynch.
El desarrollo y popularización de los soportes sonoros también ayudó a difundir la obra de Edgar Lee Masters. Aquellos que no pudieron asistir a las representaciones de Broadway, tuvieron la oportunidad de disfrutar de las canciones en LP, formato en el que también se publicaron los poemas recitados, con o sin música de fondo. De entre estos proyectos, destaca el realizado en Italia por Paolo Carlini, que leía los textos acompañado de Arnoldo Foà, Elsa Merlini y Vera Gherarducci siguiendo la traducción realizada en 1943 para la editorial Einaudi por Fernanda Pivano, introductora en Italia de, además de Masters, autores como Hemingway, Kerouac, Ginsberg y Burroughs.
De hecho fue la traducción de Pivano la que sirvió de base para que su amigo, el cantautor genovés Fabrizio de André grabase en 1971 Non Al Denaro Non All’amore Nè Al Cielo, un LP que tomaba su título de uno de los versos de The Hill («Nor gold, nor love, nor heaven») y en el que adaptaba de manera muy libre algunos de los poemas y epitafios de la Antología, hasta el punto de cambiar los títulos originales de Masters para reducirlos a la profesión o actividad principal del personaje. De esta forma, Wendell P. Bloyd pasaba a ser sencillamante Un blasfemo, el Dr. Siegfried Iseman era Un medico y Trainor, the Druggist, Un chimico.
Non Al Denaro Non All’amore Nè Al Cielo se convirtió en uno de los grandes trabajos de De André, muy bien valorado tanto por la crítica musical como por la propia Pivano que, además de destacar los vínculos que unían al músico y el poeta, ambos antibelicistas, antiautoritarios y afines a los movimientos de izquierdas, decía: «Fabrizio ha hecho un trabajo extraordinario. Prácticamente ha reescrito estos poemas haciéndolos más actuales, porque los poemas de Masters estaban vinculados a los problemas de su tiempo, es decir, de hace muchas décadas atrás. Los ha hecho más actuales y, naturalmente, ha cambiado profundamente el texto original; pero estoy contenta con sus cambios y me parece que han mejorado mucho los poemas. Los de Fabrizio son mucho más bonitos, quiero subrayarlo».