Primer director no lingüista de la Real Academia Española (RAE), tras Pedro Laín Entralgo (1982-87), su discurso de ingreso en la Academia versó sobre el derecho a la libertad de expresión. Catedrático de Derecho Administrativo, profesor de Constitucional, multigalardonado, entre otros premios, con el Nacional de Historia y el Nacional de Ensayo, opina que el lenguaje políticamente correcto tiende a tapar la realidad. No cree que la Academia tenga que avanzar en el uso del lenguaje inclusivo, porque, dice, la RAE se limita a recoger las formas de hablar de la gente y no puede imponerlas.
¿Usted qué tal habla?
Hablo lo mejor que puedo. Me cuido mucho de las palabras no de ahora, sino siempre, por el empleo exacto y justo del lenguaje. Me viene de herencia, porque mi padre, que era abogado, también se cuidaba bastante de esto. Y en mis dos oficios principales, catedrático de Universidad y abogado, he tenido que procurar que lo que digo a los alumnos o a los tribunales sea una cosa comprensible y convincente.
¿Se pone muy académico y mesurado incluso en la intimidad?
Sí. Siempre soy mesurado, incluso en la intimidad. Algunas veces mi jefe de Gabinete y mis colaboradores me hacen alguna broma, porque siempre procuro emplear las palabras adecuadas.
Dice Pérez Reverte que quienes mantienen una lengua viva y en evolución son los jóvenes y los delincuentes. En la Academia, jóvenes no hay. ¿Y de los otros?
Jóvenes, no. Aquí todos somos gente talludita. Y delincuentes no me consta que haya ninguno, pero cualquiera sabe. No obstante, no estoy muy de acuerdo con la afirmación de Pérez Reverte. La lengua evoluciona gracias a la sociedad en general. Quizá también gracias a los escritores, que inventan palabras, a los juristas, a los periodistas. Atribuir la evolución de la lengua a colectivos concretos me parece un poco restrictivo.
Ha dicho: «Los políticos hablan bien. No son especialmente cazurros. Pero no hay castelares». ¿Quién es el político que mejor habla?
No lo sé, porque no he hecho el examen de todos, y no les escucho tanto como para poder hacer una jerarquización. No me parece que destaque nadie, ni por arriba ni por abajo. Están todos en un estándar de comunicación más o menos uniforme.
¿Le gusta el lenguaje políticamente correcto?
No, en la medida en que oculta la verdad. El lenguaje políticamente correcto tiende a tapar la realidad, a tergiversar los hechos y a presentar la realidad de una manera confusa y cambiada. Además, presiona a la sociedad y a las personas para que no digan lo que piensan.
«Los neologismos no nos hacen mella. Sí la estupidez de los hispanohablantes».
Me refiero a los temidos neologismos de lengua inglesa. Se dice que nos invade la lengua inglesa para muchos conceptos. Y esto no me preocupa, porque nuestro diccionario tiene 95.000 entradas y cada año a lo mejor incorporamos cinco, seis o siete que sean anglicismos. Este año, espóiler, por ejemplo. Pero no es una cantidad porcentualmente tan importante como para temer. Lo de la estupidez quizá tuviera que ver con que también pienso que se emplean anglicismos de un modo innecesario, simplemente porque se supone que usándolos se le da a la manera de hablar un tic de modernidad por el cosmopolitismo.
Como jurista, ¿cómo ve el patio judicial actual?
Pues lo veo agitado, porque agitado está, pero no lo veo descompuesto, ni haciendo cosas que no hayan hecho nunca los jueces y los tribunales. Los jueces y los tribunales se comportan siempre de una manera lenta, pero absolutamente rotunda, imposible de desviar. Son personajes educados en la búsqueda de las infracciones de la ley, y que aplican el Derecho de un modo impagable. Quien no sepa eso no sabe cómo funciona la justicia en España. La justicia española no es corrupta. Y no hay jueces que practiquen el lawfare.
Esta es una opinión cuestionada.
Pues la mía es que el lawfare no existe. Los jueces tienen sus ideas políticas, igual que las tenemos tú y yo, y esas ideas políticas pueden servir para la calificación de determinados asuntos, posiblemente. Pero el sistema está montado de modo que las posibles desviaciones se van corrigiendo cuando los asuntos pasan del juez de instrucción a la Audiencia y al Tribunal Supremo. Y la sentencia final no es una sentencia desviada del Derecho.
Repensar el Estado, Cataluña, la Constitución han sido motivo de sus libros. ¿Cataluña está mejor ahora o en 2017?
Bueno, Cataluña está ahora, parece ser, más calmada, por el hecho de la victoria de Illa, que ha sido importante, porque han quedado desplazados los partidos nacionalistas. Y cuando no se tiene el poder, normalmente decaen muchas de las ínfulas que se tienen desde la oposición. Es una buena cosa que un partido español, que tiene implantación en toda España, esté gobernando. Y eso ha acallado algunas cosas. También posiblemente algunas de las concesiones que ha hecho el Gobierno. Pero no quiere decir que la tranquilidad en Cataluña sea definitiva. El hecho conflictivo de Cataluña empezó con el Compromiso de Caspe, en 1412, y no se ha acabado nunca. De vez en cuando sobresale, fluctúa.
¿Dice que llevamos seis siglos de puigdemones?
No ha habido tantos puigdemones, afortunadamente, pero sí fuerzas políticas que han reclamado posiciones diferenciales para Cataluña con diferente intensidad. En aquellos tiempos medievales, menos, pero les costó mucho hacerse a la idea de que Fernando el Católico era el rey también de aquellas provincias, como les costó mucho también aceptar la derrota de la Guerra de Sucesión a la corona a partir de 1714, pero hubo, sin embargo, un periodo de más de un siglo en el que vivieron muy tranquilamente integrados en el contexto político general y no volvió a rehacerse la reclamación catalana, el caso de los catalanes, como lo llamaban los ingleses en 1714, hasta muy pasado el siglo XIX. Ahora estamos quizá en la situación más tensa de los últimos siglos.
Uno de los actuales aspectos que estudian en la RAE es la inteligencia artificial (IA). Ha dicho que la IA habla español, pero que las máquinas hablan según los algoritmos de sus fabricantes. ¿Qué se puede hacer?
Pues dos cosas: La primera, hablar con los dueños de las máquinas, con quienes las fabrican, para que se atengan a la norma. Lo hemos hecho, para convencerlos de que quienes hacen los algoritmos y el corpus para las máquinas tienen que mirar nuestra gramática y ortografía, igual que los humanos las siguen, y miran el diccionario a ver si una palabra está. Han dicho que sí, y estamos razonablemente satisfechos con la calidad de la lengua de la Inteligencia Artificial. Por aquí han pasado ya Google, Microsoft, Amazon, todas las grandes. Somos conscientes de que existe un riesgo importante de diversificación y de que al final la Inteligencia Artificial imponga sus propias reglas. Esperamos poder seguir evitándolo.
Tiene centenares de estudios y publicaciones. Entre otros, un Tratado del Derecho Administrativo y Derecho Público general en catorce volúmenes. ¿No tiene piedad con el lector? ¿Cree que la gente se lo lleva como lectura veraniega?
Eso para el verano está bien. Y también para la siesta. Hablábamos antes de la calidad de la lengua del director de la Academia y me expreso utilizando un tecnolenguaje. Hay gente que tiene un lenguaje técnico.
Se expresa, dice. Pero se expresa mucho. Catorce volúmenes dan para mucha expresión.
Es que la disciplina que yo he cultivado toda mi vida es muy grande, tiene mucha expansión. Me he dedicado a estudiar el Estado y sus relaciones con los ciudadanos, cómo se organiza el Estado y cómo defender a los ciudadanos frente a las agresiones del Estado. Y ahí hay mucho que hablar. Te pones a contar todo lo que has aprendido y salen catorce volúmenes. Y me faltan dos para completarlo.
También ha escrito sobre Cervantes. ¿Comparte con su compañero Álvaro Pombo que el autor del Quijote era un pringao?
Bueno, es una manera de hablar de Álvaro, que es muy gracioso. Es que Cervantes fue un hombre que no tuvo mucha suerte en su vida, eso es cierto. Anduvo dando bandazos en oficios nada gratos, fue soldado en la guerra y sufrió heridas, estuvo encarcelado, no fue un escritor rompedor hasta que era viejo; y cuando se manifestó como el mejor escritor que había inventado el siglo se encontró con la animadversión de muchos de sus colegas. Además, tuvo una familia bastante desgraciada. La palabra pringao lo resume bien. Un hombre con poca suerte en la vida, salvo que la vida le dejó ver la producción de la mayor obra que ha generado un escritor y el gusto por comprobar el éxito que tuvo esa obra en todo el mundo.
Afirma que la RAE es consciente de que la excesiva masculinización del lenguaje está en crisis. ¿Pero no piensa meter mano al lenguaje inclusivo?
La Academia no trata de imponer nada. Se limita a recoger la forma de hablar de la gente. Si dicen que la Academia tendría que aceptar el desdoblamiento continuo de género, del masculino y el femenino, bueno, pues cuando la gente hable así en una conversación como la nuestra, desdoblando continuamente el ellos y ellas, la palabra por razón del sexo, tomaremos nota, naturalmente. Pero ni la Academia ni los poderes públicos pueden imponer la forma de hablar. Hay muchas formas de lenguaje inclusivo que ya están aceptadas. Hemos cambiado muchas entradas del Diccionario para impedir la excesiva masculinización de las definiciones. Y en muchos sitios donde ponía “hombre que” para definir a un herrero, un albañil o un minero, ahora es «persona que». O lo de alcaldesa, mujer del alcalde. Ya no existe eso. O la jueza. Ese tipo de cosas se han eliminado o aclarado. En las profesiones, el femenino es admitido con carácter general.
¿Cuál es su palabra preferida?
Tolerancia.
Si se me permite una expresión coloquial en este templo, ¿es usted el puto amo del lenguaje?
No. El puto amo del lenguaje es el pueblo. Nosotros somos los administradores del lenguaje, los gestores de su calidad, los cuidadores de su unidad en toda la geografía donde se habla español. A partir de lo que el pueblo establece, de lo que el pueblo dice, fijamos la normas. El pueblo asume, creyendo en la autoridad de la Academia, en su auctoritas, que lo que ésta dice lo dice después de haber estudiado que las cosas son así.