Su nombre es sinónimo de récords, de superación y de proezas asombrosas. A los 19 años, Teresa Perales (Zaragoza, 1975) perdió la movilidad en ambas piernas a causa de una neuropatía. Fue entonces cuando se tiró a la piscina y comenzó una carrera que le ha llevado a cosechar los más altos galardones como nadadora paralímpica. Así, este mismo verano obtuvo su 28ª medalla en los Juegos Olímpicos de París, el mismo número obtenido por Michael Phelps, el deportista olímpico más condecorado de todos los tiempos y a quien la aragonesa sueña con superar («Me van los retos», explica).
Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2021, así como poseedora de la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil, Teresa Perales, que estudió para fisioterapeuta, es, además, autora del libro ‘Mi vida sobre ruedas’ (2007), coaching, conferenciante y aventurera («He hecho de todo: he nadado con tiburones y con tortugas, he recorrido el mundo, he montado en globo…», repasa, divertida). Incluso, hizo sus pinitos en la política.
Ahora suma un nuevo galardón a su lista: el premio Woman Sport que otorgan Woman y Sport a deportistas inspiradoras que constituyen un referente de talento y evolución. Hablamos con ella:
El Premio Woman Sport que has obtenido valora tus logros como mujer y deportista. Y tú, en tu vida, ¿de qué te sientes más orgullosa?
De ser mamá de un niño extraordinario. Es la persona que más me importa. Y luego, obviamente, del trabajo que hago a nivel deportivo y a nivel profesional. Pero en primer lugar, de lo que más me siento orgullosa es, sin género de duda, mi hijo.
¿Ha heredado él tu pasión por el agua?
No, él es un nadador de supervivencia. Tiene 14 años y una adolescencia maravillosa. El otro día me hicieron un homenaje en el Ayuntamiento de Zaragoza y yo pensaba que sería una reunión con la alcaldesa y con el concejal de deportes y ya está, y fue un encuentro muy bonito con caras conocidas del deporte de ahora y de antes. Pero lo más importante es que mi hijo dio un discurso de cinco minutos que fue alucinante. Hizo llorar a medio salón. Yo solo lloré por dentro porque dije, como llore para fuera, no termino. Acabó diciendo que el más afortunado de la sala era él porque era quien al final se iba con su madre a casa.
Tú también hiciste un discurso muy emotivo a tu madre en la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Le agradeciste la forma en que te había educado, acompañándote y dándote alas. ¿Aplicas esa misma filosofía con tu hijo?
Sí. Creo que los padres tenemos que tener la generosidad de dejar que nuestros hijos vuelen y que tomen sus propias decisiones. Mi marido y yo desde que nuestro hijo era chiquitín hemos hablado muchísimo con él de todos los temas para que pudiera tener su propio criterio y tomar decisiones y yo creo que es una de las cosas que mejor estamos haciendo. El propio niño lo agradece todos los días porque al final invertimos en él mucho tiempo, invertimos todo el dinero que podemos en su educación y en que pueda vivir experiencias estupendas. Luego es un crío que es muy agradecido y con cualquier cosita enseguida te lo manifiesta.
¿La piscina es tu hábitat?
Desde que me quedé en silla de ruedas es el medio en el que mejor me desenvuelvo y donde tengo más libertad pero cuando era pequeñita lo odiaba a muerte. Me llevaban mis padres a natación, obligada, y era un sufrimiento. Luego de mayor encontré en la piscina esa libertad que me da y disfruté tanto, que ahí sigo.
¿El agua puede ser más hospitalaria que la tierra firme?
Es más fácil. Me permite hacer cosas por mí misma sin silla de ruedas y sin ayuda de nadie. Aunque ahora solo me muevo con un brazo [perdió la movilidad del brazo izquierdo el año pasado] aún así me permite ir más rápido que los demás. Por la calle también voy más rápido pero porque voy en silla eléctrica, si no…
Trabajar dentro del agua tantas horas, rodeada de silencio, ¿moldea el carácter?
Te hace tener un momento íntimo contigo mismo. A veces te ofrece esa soledad y a veces te ofrece un acompañamiento como yo ahora, que estoy con un equipo y es muy bonito. Antes de Tokio entrenaba sola, pero sola, sola, sola, y eso lo hacía más complicado. Pero, sí, en el agua he preparado discursos, listas de la compra, he planificado viajes… ¡de todo!
A los 19 años te diagnosticaron una neuropatía que te afectó a la movilidad de las piernas. ¿Qué te hizo tirarte a la piscina?
No fue algo inmediato. Perdí la movilidad en aproximadamente tres meses y aquel verano volvíamos a la playa y en la playa habíamos alquilado un apartamento que tenía una piscina chiquitita. Ahí es donde empecé a dar mis primeras brazadas, en una piscina enana de no más de 12 metros y con un chaleco salvavidas, porque me daba un montón de miedo nadar. De pequeña me habían dicho que nunca aprendería bien a nadar, que no se me daba bien, así que me había dedicado a otro deporte, el kárate. Nadando era malísima, no era capaz de coordinar piernas, respiración… Luego eliminé de la ecuación las piernas y todo fue más fácil (risas).
Tampoco te quedaste sentada en tu boda y llegaste al altar de pie, del brazo de tu hermano. ¿Un milagro?
[Risas] Me tuve que compinchar con el cura para que no gritara «milagro». Había muy poquita gente que sabía que iba a hacerlo. Me puse unos bitutores, unos aparatos tipo como los de Forrest Gump pero más evolucionadosm y estuve ensayando durante seis meses en el pasillo de casa de mi madre. Habíamos puesto barras de cortina en los laterales para que hicieran como de paralelas y yo iba para adelante, y para atrás.
¿Cómo se entrenan las emociones para superar los límites?
Se entrenan con paciencia, con un ejercicio de introspección importante sin tener miedo a tomar conciencia de ti misma y a descubrir a veces cosas que no te gustan y puedes cambiar o bien que puedes mejorar. Y se entrenan con muchas ganas y con una serie de herramientas que a veces descubres de forma espontánea y otras veces acompañado por un profesional. En mi caso, fue de forma espontánea.
¿Ese camino se puede hacer sola?
Sí, se puede hacer absolutamente sola, pero es más fácil si te ayudan. Cuando aprendes a relativizar y desdramatizar y a tomar perspectiva de lo que supones tú en el conjunto de la humanidad, todo queda mucho más pequeñito. Yo hay un ejercicio que suelo hacer muy a menudo que es pensar en algo que me parece muy complicado y trasladarme al futuro, a siete años vista, y echar la vista atrás. Trato de imaginar que pensaría desde allí y a veces esa dificultad puede parecer una tontería. Es lo mismo que mirar atrás y recordar cómo algo que nos parecía imposible se arregló y no fue para tanto, pero a la inversa.
¿A veces las peores barreras son las que nos ponemos nosotros mismos?
Sin duda, son las excusas que nos ponemos por delante y hacen que no vayas a por el objetivo. Te hacen que caigas en la comodidad, dices “Como creo que no puedo conseguirlo, no voy ni a intentarlo”. Y es mucho más bonito cuando te atreves y a veces, incluso, descubres que puedes lograrlo.
¿Has encontrado alguna barrera infranqueable?
No, de momento no. Y he hecho locuras muy bestias. Me acuerdo cuando me fui 15 días al Sahara y pensaba, cómo voy a estar dos semanas sin ir al baño si allí no hay tazas de water y no me puedo poner de cuclillas. Al final echas mano de la creatividad y desarrollas un dispositivo muy fácil que es que te compras una silla de playa, tu madre te cose un poncho y tienes un baño portátil. Y hay miles de cosas a lo largo de tu vida que te hacen idear soluciones sencillas para problemas que, en un principio, parecen imposibles.
¿Qué tipo de barrera pueden ser, a veces, las miradas de los demás?
A veces las miradas de los demás es lo que más duele. Y no se necesitan palabras, una sola mirada te lo dice todo. Yo me he enfrentado a muchas miradas de lástima, alguna de desprecio. Ahora que vuelvo a tener una neurodiscapacidad con mi brazo me vuelvo a enfrentar a esto, es una cosa que siempre me ha costado mucho. Ahora tengo más herramientas para enfrentarme a él pero no es fácil, es como una gran sacudida y tienes que tener una gran entereza para poder llevarlo. Pero me encanta ver cómo la gente cambia el gesto después, de postura corporal, de mirada, todo… me encanta.
28 medallas, ¿qué dan?
Bueno, 28 medallas de momento [risas]. Me parecen muy bonitas pero por si acaso dejo hueco para una más. Seguiré sin ser la deportista con más medallas de la historia, no me importa, es suficiente con haber estado entre las que más pero el superar a Michael Phelps siempre ha sido una motivación y de momento le he igualado, que era la motivación para estos juegos. Me van los retos, el pensar que siempre hay algo más y me sigue compensando y gustando competir y no acomodarme y por temas de salud me viene bien entrenar así que si puedo entrenar para ganar, todavía mejor.
En la vida deportiva ¿existen más prejuicios por ser mujer o por ser deportista paraolímpica?
Por ser deportista paraolímpica sin lugar a dudas. Yo por ser mujer no he encontrado ninguna pero por ser deportista paraolímpica, sí. Ahora menos; antes, más. Cuando empecé éramos como un grupo con discapacidad que nos lanzábamos a hacer un poquito de deporte y ya está. No teníamos el reconocimiento de deportistas de alto nivel, no teníamos becas, no teníamos acceso a los centros de alto nivel… Había muchas cosas que no estaban a nuestro alcance. Ahora las han cambiado y la verdad es que la sociedad ya sigue nuestro camino, no solo el resultado deportivo. Todo ha cambiado mucho.
Te gusta la moda. ¿Qué significa para ti?
Es una forma de expresarte, de mostrar tu propia personalidad. Creo que hay momentos que merece la pena el ser un poco extravagante y dejarte llevar. Me gustan mucho los zapatos de tacón. A la gente le sorprende que los lleve pero no entiendo por qué: yo puedo llevar el tacón que me dé la gana sin miedo a torcerme un tobillo, así que los puedo llevar con tacón de un palmo. Y ojalá me pudiera permitir llevar más moda pero a veces no está al alcance.
¿De qué tienes sed?
De competir más, de conseguir más medallas y de compartir más experiencias con toda la gente joven que entra. También, de que mi fundación consiga llenar un vacío que en España existe y es que los clubes convencionales no suelen tener secciones de deporte adaptado. Eso es algo que me encantaría cambiar, daría más entrada a muchas deportistas con discapacidad y tendríamos más posibilidades de acceder a la alta competición. Si creas la base, todo es más fácil.