La sala tercera de la Audiencia Provincial de Zaragoza ha celebrado este jueves la cuarta sesión del juicio por la muerte de un vecino del barrio de San José, causado por el fuerte golpe en la cabeza que le propinó Javier L. L, que se valió de un ladrillo metido en una bolsa. Para el acusado, está en juego que el jurado popular considere que su acción corresponde con un homicidio imprudente, como sostiene su defensa, o con un asesinato, como afirman tanto la acusación particular como la Fiscalía. Ha sido en esta postrera vista antes del fallo del jurado cuando se ha desarrollado el interrogatorio al acusado. En ella, se ha mostrado «profundamente arrepentido» y ha asegurado que no era consciente de la gravedad del impacto. «Si lo llego a saber, me quedo con las hostias y no hago nada», ha pronunciado.
Lo ha hecho en referencia a la discusión previa que mantuvo con la víctima en un bar del barrio el 6 de septiembre de 2022. Allí, el fallecido le golpeó después de que Javier L. L, le saludara con dos collejas, según dijeron los testigos en las sesiones anteriores, o «dos palmadas en la espalda», como ha precisado el acusado. Fuera cual fuese la acción concreta, no sentó bien al fallecido, que reaccionó con hostilidad. Para los testigos, con otras dos collejas y, según el agresor, con varios golpes y el ademán de tirarle una banqueta.
Tras este altercado, Javier L. L. ha admitido que «tenía la adrenalina a 100«, por lo que se fue al cercano bar Mingotes a calmarse, pues se encontraba «nervioso» y «enfadado». Aunque ha negado que pensara en vengarse, sí que ha explicado que, tras salir a fumar, cogió un bolsa de un contenedor de obra que había en las inmediaciones y emprendió camino al primer establecimiento para encontrarse con la víctima. Su objetivo, «darle un golpe de atención«.
Finalmente, lo vio en el cruce de las calles Monasterio de Poblet y Juana Ibarbourou, donde atacó por la espalda a este vecino de San José con un fuerte golpe en la cabeza. El impacto causó un traumatismo craneoencefálico al agredido, quien cayó desplomado y murió 21 días después en la uci del hospital Miguel Servet como consecuencia de las heridas sufridas.
De hecho, y según el testimonio de los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) que también han participado en la vista, el golpe le provocó una fractura en la zona occipital derecha con hundimiento y sufrió una parada cardiorrespiratoria tras el impacto, del que pudieron reanimarle en el lugar.
Sin embargo, su estado en el hospital fue de coma, padeciendo una lesión cerebral muy grave por falta de oxígeno y riego. Su estado era irreversible, a tenor de los expertos. La conclusión de estos es que se utilizó un objeto peligroso con gran violencia en una zona vital y sin posibilidad de defensa.
«No pensaba para nada que le iba a hacer el daño que le hice«, ha subrayado el acusado sobre esta acción, de la que creyó que el agredido «ya se espabilaría». También ha afirmado que no sabía que en la bolsa hubiera un ladrillo, pues esta «no pesaba». Y ha añadido: «Para nada me figuré que le di en la cabeza». Según ha asegurado, cerró los ojos cuando propinó el golpe.También ha relatado que ese día había consumido «bastantes porros», además de haber bebido wishky y cerveza e inhalado gasolina. «No me tambaleaba», ha matizado, no obstante, sobre su estado.
El posible estado bajo el efecto de sustancias o el alcohol ha sido una de las cuestiones que han salido a colación en este juicio, como también el estado mental del procesado. Para ello, otros dos forenses del IMLA que estudiaron al acusado han presentado su informe, que concluye que Javier L. L. tenía «plena capacidad de comprensión» y «de decisión», a la vez que no queda acreditado un estado de intoxicación ni de síndrome de abstinencia en el momento de los hechos. Tampoco observan que exista «una discapacidad intelectual» ni que sufriera «un trastorno mental transitorio».
Sin embargo, el psiquiatra que le atendió en la cárcel de Zuera ha afirmado en la vista que sí padece el acusado una discapacidad intelectual leve, un deterioro cognitivo por el uso de sustancias y dificultad en el control de impulsos. También ha considerado que el agresor puede tener problemas para darse cuenta de las consecuencias de sus actos.
«Actuó por maldad» o «víctima de su discapacidad»
En esta última sesión antes de que el jurado decida su veredicto, las partes han mantenido las penas que solicitaban al principio del proceso. Es decir, la acusación particular, ejercida por Eva María Parra, mantiene los 25 años de prisión por asesinato, la Fiscalía, los 20 años de cárcel por el mismo delito y la defensa, a cargo de Rocío Notivoli, los 3 años y 1 día de prisión por homicidio imprudente. No obstante, esta letrada ha pedido que se aprecie la eximente incompleta de enajenación mental o que, al menos, se aprecie como atenuante. También, que conste la atenuante de confesión.
Para la fiscal, con este juicio «ha quedado probado que dio muerte de manera alevosa» a la víctima y que el acusado «estaba perfectamente cabal» en el momento de los hechos. Desde la acusación particular también han destacado que el procesado «sabía perfectamente qué quería hacer y cómo hacerlo». «Actuó por maldad, sin importarle las consecuencias«, ha recalcado esta parte. Para la defensa, Javier L. L. «ha sido víctima de su propia discapacidad«.
El acusado ha utilizado su derecho a la última palabra para insisistir en su arrepentimiento y pedir disculpas a la familia del fallecido. «Para nada era mi intención acabar con su vida«, ha expresado sobre una acción que fue fruto de «un impulso».
Una vez terminadas estas sesiones, el lunes será el turno del jurado popular, que tras su deliberación deberá fijar en qué tipo de delito ha incurrido el procesado.
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