El factor de incertidumbre. / Shutterstock

Supongamos que usted cocina un potaje ateniéndose literalmente a la receta de la tele. Son cinco o seis pasos, algo sencillo, acabará enseguida. En esto, llega el momento de añadir la sal y usted confunde el salero con el azucarero, de modo que, sin querer, suaviza el plato. El resultado puede ser catastrófico o, por el contrario, mejorar la receta. Supongamos que la mejora: usted acaba de añadir un punto de creatividad a algo rígidamente establecido. Ha abolido el algoritmo tradicional para alumbrar uno que supera al anterior. El error nos mata o nos hace más fuertes.

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