¿Cómo convencer a una joven llegada a Alemania como refugiada de que dé su voto a un pacto de coalición que acelerará las expulsiones? O a un antibelicista de que dé al visto bueno al gasto ilimitado en defensa. O a un militante de base a que asuma la «normalización» de la ultraderecha. Dilemas como estos planean sobre la consulta abierta este martes entre los casi 360.000 militantes del Partido Socialdemócrata (SPD) del canciller saliente, Olaf Scholz. De ellos depende la ratificación del pacto para una coalición liderada por el derechista Friedrich Merz.
«Si no sale adelante, iremos a nuevas elecciones«, argumenta la copresidenta del SPD, Saskia Esken, cuyo puesto se ve en la cuerda floja por representar al ala más izquierdista del partido. «Tenemos que actuar con responsabilidad hacia el país», apunta el otro copresidente, Lars Klingbeil, quien supuestamente será el vicecanciller y titular de Finanzas en esa coalición.
El arranque de la consulta, que se prolongará hasta el día 29, estuvo precedida por una conferencia híbrida, presencial y virtual, con la presencia de Esken, Klingbeil, el ministro de Defensa, Boris Pistorius, y otros rostros de peso en el SPD. Scholz, quien sigue como canciller en funciones, se mantiene al margen del debate. Tras la elección de su sucesor pasará a ser diputado raso por su distrito de Potsdam
El tono de la cúpula es de súplica. Las posturas de los militantes presentes en la sala, expresadas desde sedes de distrito o a través del chat no son tranquilizadoras. Hibba Kauser, una joven de origen paquistaní crecida en un albergue para refugiados, ve imposible dar su voto a un acuerdo que, dice, «atenta» contra sus «principios». Coincide con el rechazo cerrado al pacto de los Jusos, las Juventudes del SPD. A punto estuvo de ser devuelta a su país, con tres años, de no haberlo evitado un abogado materialmente en el último minuto. Sostiene que el pacto parece «inspirado» en Alternativa para Alemania (AfD), segunda fuerza nacional desde las elecciones del pasado 23 de febrero. No solo porque pone el acento en la aceleración de las deportaciones, sino porque alargará los plazos para adquirir la nacionalidad alemana. Por no hablar, recuerda, del anhelo de Merz de hacer revocable la adquisición de la doble nacionalidad. Algo que hasta ahora solo se contempla para casos extremos como terrorismo.
Rearme y normalización de la ultraderecha
Las intervenciones reflejan las dudas acerca del rearme, cuyo máximo impulsor ha sido en la pasada legislatura Pistorius, el ministro más popular de Scholz. El respaldo a Ucrania no se rebate. Pero despierta recelos la carta blanca que se da al gasto en defensa. O el objetivo de reimplantar un servicio militar teóricamente voluntario, sin que quede claro cómo se motivará a los jóvenes a apuntarse, cuando el peligro a una guerra dejó de ser algo abstracto.
Todo pacto de coalición es un documento «de intenciones», explica Klingbeil. «No se asumirán gastos imposibles», insiste, desde su posición de posible titular de Finanzas.
Pero las ambigüedades no emanan únicamente del pacto. El propio Merz se ha dedicado en los últimos días a relativizar muchos apartados. No está claro cuándo aumentará a 15 euros por hora el salario mínimo interprofesional, la gran promesa del SPD. Tampoco en qué quedará la «normalización» de la AfD. Merz ha insistido en que con él se mantendrá el cordón sanitario en torno a ese partido. Pero un miembro de la cúpula de su Unión Cristianodemócrata (CDU) y eterno aspirante a presidirla, Jens Spahn, predica que debe darse a la ultraderecha el mismo trato que al resto de la oposición. «Es intolerable equiparlos con los Verdes, que han sido socios sensatos de gobierno, o a La Izquierda, que salvaron la democracia en el este», opina Johan, desde la oficina del distrito berlinés de Tempelhof-Schöneberg. Alude así a los ecologistas, aliados del SPD tanto con Gerhard Schröder en la cancillería como con Scholz, y también a La Izquierda, determinante para dejar a la AfD aislada incluso en sus bastiones.
Últimos pasos hasta el relevo en el poder
Klingbeil enumera entre los logros de la negociación del pacto que al SPD se le adjudiquen siete ministerios. Es decir, uno más que en la última gran coalición con Angela Merkel y pese a su debilidad, tras haberse hundido en los últimos comicios al mínimo histórico del 16,4% de los votos.
La baza principal para lograr el apoyo de las bases es la perspectiva de otras elecciones anticipadas. Según los expertos, solo favorecerían a la AfD, actualmente casi empatada en los sondeos con el bloque conservador.
Hasta ahora, las consultas a un pacto de coalición siempre obtuvieron el respaldo de las bases de la SPD, incluso cuando hubo rechazo de los Jusos. Pero Merz representa una línea más derechista y compleja de aceptar que el centrismo de Merkel.
La hoja de ruta hasta la elección de Merz como canciller está milimetrada. El 28 de abril, la CDU debe ratificar el pacto en un congreso. Al día siguiente se cierra la votación entre las bases del SPD, que necesita una participación del 20% para ser vinculante. El 6 de mayo, Merz se someterá al voto del Parlamento. Salvo contratiempos, el 8 de mayo asistirá como canciller al 80 aniversario del Día de la Liberación o de la Capitulación del III Reich.