Investigar una enfermedad significa adentrarse en terrenos inexplorados, y esto es a lo que se dedica Biola Javierre en el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras. Después de liderar diferentes proyectos sobre leucemia linfoblástica infantil, ahora busca los motivos por los cuales algunos pacientes adultos recaen. Un proyecto que ha recibido el apoyo de la convocatoria CaixaResearch de Investigación en Salud.
-¿Sufrir actualmente una leucemia es lo mismo que hace dos décadas?
-Por suerte, no. Hace un tiempo, si a alguien se le diagnosticaba una leucemia, se asumelía que en la mayoría de casos era incurable. Actualmente, se ha avanzando mucho tanto en el tratamiento como en el diagnóstico precoz, así que muchos pacientes se acaban curando. Eso sí, en el caso de la leucemia linfoblástica, por ejemplo, si no se consiguen eliminar todas las células tumorales y se produce una recaída, las posibilidades de fallecer son más altas.
-Este es, precisamente, el proyecto que está investigando con su equipo en estos momentos. ¿Qué objetivo persiguen?
-Queremos identificar nuevos biomarcadores para predecir el riesgo de recaídas en la leucemia linfoblástica aguda, es decir, intentar comprender por qué un paciente tiene más probabilidades de recaer. Nuestra hipótesis es que, durante el progreso de la enfermedad, las células tumorales pueden adquirir unas propiedades específicas que las hacen resistentes a los tratamientos. El objetivo final de la investigación sería doble: predecir mejor y encontrar nuevos tratamientos que disminuyan la mortalidad asociada.
-Sus proyectos se caracterizan por un enfoque innovador, con gran participación de las tecnologías avanzadas. ¿Dónde reside la diferencia?
-Nos centramos en mutaciones en la secuencia del ADN que están inexploradas, porque no residen en los genes, que es donde más se ha centrado la investigación médica. Una cosa importante que no se suele conocer es que el 99% de nuestro ADN no contiene genes. De hecho, hasta hace poco se conocía como ADN basura, porque no sé sabía cuál era su misión. Ahora se empieza a saber que su papel es muy importante, porque actúan como ‘enchufes’ que regulan los genes, aunque no sabemos qué gen en concreto controla cada uno de estos ‘enchufes’. Comprender este funcionamiento sería clave para desactivar las mutaciones que derivan en un cáncer.
-Están, por lo tanto, adentrándose en terreno desconocido, como si fueran exploradores.
-Estamos precisamente cartografiando algo nuevo, la secuencia del ADN en tres dimensiones, incluso en cuatro, si añadimos el tiempo. Esta información nos permitirá incrementar el potencial médico para el tratamiento de la leucemia y otras enfermedades. Lo estamos haciendo con un equipo multidisciplinar, en el que tiene mucho peso la biología computacional, con la colaboración del Barcelona Supercomputing Center.
-Su proyecto cuenta con el apoyo de la Fundación La Caixa. ¿Sería posible encarar investigaciones así sin financiación privada?
-En España estamos casi a la cola de la financiación pública en ciencia de la Unión Europea. E investigar resulta muy caro, así que necesitamos el apoyo de fundaciones privadas porque si no es muy difícil. Lamentablemente, nos encontramos en niveles de financiación públicos similares a los había antes de la crisis del 2008. Y todo el mundo sabe cómo se ha encarecido la vida desde entonces. Nos piden carreras, doctorados, experiencia en el extranjero y dedicación absoluta a cambio de mucha precariedad. Si no es por cuestiones personales, es muy difícil volver a España para dedicarse a investigar.
-¿El sistema se aprovecha de la vocación?
-Yo siempre digo que soy muy afortunada, porque con mi trabajo puedo conseguir un impacto clínico real, y eso me hace sentir muy realizada. Pero, por otro lado, las condiciones aquí son muy complicadas y hacen que no puedas conseguir un mínimo de estabilidad. Estamos en un país que solo valora el dinero rápido y la satisfacción inmediata, pero no mira a largo plazo. Parecía que en la pandemia los investigadores éramos fundamentales, pero todo eso ya se ha olvidado.