A pesar de los continuos esfuerzos del gobierno, la población de China experimenta un descenso por segundo año consecutivo. Según informó la Oficina Nacional de Estadística del país el miércoles, el número de habitantes disminuyó en 2,75 millones durante 2023, superando significativamente la pérdida de 850.000 personas del año anterior. Este declive demográfico se produce después de que, por primera vez, la población registrada mostrara una disminución tras las muertes masivas causadas por la hambruna en la era de Mao.
Este pasado año, el número total de nacimientos cayó drásticamente. Las madres chinas dieron a luz a 9,02 millones de bebés, un 5,6% menos que en el año 2022. Se trata de la tasa de natalidad más baja desde que el país comenzó los registros en 1949. En contraste, el total de defunciones aumentó un 6,6%, alcanzando las 11,1 millones. En octubre de 2023, China dejó de ser el país más poblado del mundo cuando fue superado por India.
Las razones que se esconden detrás de este declive son variadas, aunque para Inés Arco, investigadora del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) especializada en Asia Oriental y política china, son dos los factores claves. Por un lado, destaca el impacto de la pandemia de la covid-19 sobre el número de fallecimientos. “Si bien no tenemos cifras exactas, es muy posible que el levantamiento de todas las medidas de protección a finales de 2022 tuvieran un importante impacto en enero de 2023”, indica.
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Por otro lado, los jóvenes chinos son cada vez más renuentes a tener hijos, algo que el Gobierno trata de fomentar sin demasiado éxito. Durante varios años, las autoridades chinas han estado luchando contra unas tendencias que han llevado a un envejecimiento trepidante de la población, impulsadas en gran parte por las estrictas políticas de control demográfico como la famosa política del hijo único, que estuvo en vigor desde finales de los años 70 hasta 2016.
“El descenso de la tasa de fecundidad es como una roca rodando colina abajo, algo inevitable. La política del hijo único ha acelerado el proceso, y ahora la roca está al pie de la colina, y será muy difícil moverla cuesta arriba”, explica a EL ESPAÑOL Yi Fuxian, demógrafo y científico de la Universidad de Wisconsin-Madison.
Un imperativo indeseado
A medida que la economía ha crecido, los chinos han transformado la obligación de tener un único hijo en una necesidad. Según la perspectiva de Yi, la política del hijo único ha ejercido un cambio radical en la percepción de la maternidad entre los chinos, llegando incluso a “reconfigurar la sociedad y la economía”. “Culturalmente, décadas de política estatal de planificación familiar y educación antirreligiosa han socavado los valores familiares asociados a las creencias tradicionales, haciendo socialmente aceptable, e incluso deseable, que las parejas tengan un solo hijo, o ninguno”, asevera.
Hoy en día, el alto precio de la vivienda y de la educación ha hecho que muchas parejas opten por limitarse a tener uno o incluso ningún hijo. De acuerdo con un estudio realizado por HSBC, la educación de un niño en China cuesta de media a los padres 44.221 dólares (65.502 dólares si se opta por la privada y 32.647 si es pública). Esta cifra abarca desde la escuela primaria hasta la universidad e incluye tasas académicas, libros de texto, alojamiento y transporte.
Considerando las estadísticas proporcionadas por la Oficina Nacional de Estadística de China para el año 2022, donde se establece que el salario medio anual de los trabajadores urbanos ascendía a 114.029 yuanes (equivalentes a aproximadamente 14.700 euros), resulta evidente que el gasto educativo asociado con tener dos o más hijos se vuelve prácticamente inasumible para los padres.
Otro gran problema, añade Arco, es que “muchas familias jóvenes no tienen espacios o servicios de cuidado de los niños y, en muchos casos, tienen que depender de sus familias”. Ante esta situación, China ha promovido varias medidas para tratar de aliviar la carga de los padres. En 2021, el gobierno anunció una iniciativa conocida como ‘doble reducción’ para rebajar el volumen de exámenes y trabajos de los estudiantes, así como la ilegalización del mercado de tutorías extraescolares. Sin embargo, hasta el momento, esta política no ha tenido un impacto positivo discernible en el desarrollo demográfico del país.
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La enorme disparidad entre el número de hombres y mujeres en el país tampoco ayuda a la procreación. “Hay 30 millones más de hombres que de mujeres en China fruto de la política de hijo único y son los que están llegando ahora a la edad reproductiva”, expone la investigadora del CIDOB. La arraigada preferencia cultural por los descendientes varones, unido al control demográfico, está propiciando que muchos hombres enfrenten la posibilidad de permanecer solteros en el futuro, lo que podría convertirse en “una fuente de inestabilidad social”.
¿Una bomba de relojería?
La población en edad laboral, comprendida entre los 16 y 59 años, actualmente ronda los 850 millones, constituyendo poco más del 60% de la población total del país. Según las proyecciones de Yi, esta cifra experimentará un descenso continuado en las próximas décadas. “La proporción de personas de 65 años o más pasará del 15% en 2023 al 25% en 2035 y al 35% en 2050”, apunta.
El envejecimiento a marchas forzadas de la población china podría tener repercursiones considerables en la economía, especialmente en el sistema nacional de pensiones, el cual enfrenta el peligro de quedar desfinanciado debido a la disminución constante de la población activa que contribuye al mismo. La Academia de Ciencias de China, un organismo respaldado por el Estado, ya ha pronosticado que el sistema, en su configuración actual, se quedará sin fondos para 2035.
El declive demográfico y el envejecimiento de China, indica Yi, conducirá a una disminución en el dinamismo económico, forzando al país a «ajustarse estratégicamente y mejorar sus relaciones con Occidente». El gran desafío que enfrenta el gigante asiático, en comparación a Japón, al cual, según el investigador de la Universidad de Wisconsin-Madison, aspira a emular, es que «está envejeciendo antes de enriquecerse«, careciendo así de los recursos financieros necesarios para seguir el ejemplo de su vecino regional.
No obstante, señala que esto no conduciría necesariamente a un colapso político inmediato y recuerda el ejemplo del Tíbet, cuyo sistema político sobrevivió más de mil años después de que su población comenzara a deaer. A modo de ejemplo, Yi destaca que la región con la población más envejecida del país, el noroeste de China, apoya cada vez más al régimen a pesar de su evidente falta de vitalidad económica.
Este escenario, afirma, anticipa lo que será el país en el futuro. “Incluso si China experimenta el tipo de agitación que arrasó Rusia en la década de 1990, su enorme población de edad avanzada inevitablemente buscaría un hombre fuerte al estilo de Vladímir Putin para estabilizar el orden social a través de duras medidas de arriba hacia abajo, que obviamente no es lo que a Occidente le gusta ver”, concluye.
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