Todas las familias tienen problemas o a todos nos pueden salir algunas “ranas” en nuestro entorno, como dijo Esperanza Aguirre, cuando empezaron a caer varios de sus colaboradores por corrupción. Esta semana, los dos principales cargos institucionales del país, Felipe VI y Pedro Sánchez, y el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, se han tenido que enfrentar a tensiones internas que les desestabilizan o menoscaban su papel como servidores públicos.
El lunes apareció en las redes sociales el vídeo de Juan Carlos I delante de un croma con la bandera de España pidiendo a los jóvenes que apoyen a su hijo, Felipe VI. La imagen era tan chocante que era difícil creer que fuera cierta. Podía ser una grabación creada con inteligencia artificial. Sin embargo, no hicieron falta demasiadas llamadas para confirmar que era verdad. De hecho, pocos minutos después hasta la propia Zarzuela ayudó a reconfirmarlo cuando reaccionó mostrando su rechazo y diciendo que no veía ese gesto del emérito ni “oportuno” ni “necesario”.
Felipe VI había optado por el silencio cuando salió el libro “Reconciliación” en Francia el mes pasado y tuvo constancia de todas las críticas que su padre le hace a él y a la reina Letizia. Esta semana, en cambio, con el vídeo ha querido abandonar esa pasividad y responder.
Quizás tenga presente el consejo que le dio hace tres años públicamente Rafael Spottorno, el último jefe de la Casa del Rey con Juan Carlos I: en una conferencia pública recomendó a Felipe VI menos “prudencia” y más arrojo en general en su vida, y en particular ante el Gobierno, para evitar el riesgo de parecer “irrelevante”.
Pedro Sánchez ha dejado estos días otra frase incunable para la hemeroteca: “Desde el punto de vista personal, [José Luis Ábalos] era un gran desconocido para mí”, dijo el presidente del Gobierno a Gemma Nierga en TVE. Sánchez va acumulando “ranas” y perdiendo banderas. Entre la de la corrupción –destripada por Ábalos y Santos Cerdán por la supuesta trama de amaño de obras públicas– y la del feminismo –con un PSOE pasivo ante las denuncias por presunto acoso sexual de Paco Salazar, según ha desvelado ‘eldiario.es’–, el partido progresista está perdiendo un capital político que parece difícil que pueda recuperar ante el nuevo ciclo electoral que se nos viene encima.
Sánchez asegura que, pese a estos escándalos y la imposibilidad de sacar unos Presupuestos por tercer año consecutivo, está dispuesto a seguir hasta el 2027, cuando acabaría la legislatura. Para poder continuar medio vivo (y mientras avanzan en los tribunales los casos de su esposa, su hermano y las cuentas del PSOE) necesita que Carles Puigdemont no consume el divorcio anunciado. Esta semana ha sido Sánchez el que le ha linsojeado desde entrevistas con medios catalanes. La semana pasada fue Alberto Núñez Feijóo el que viajó a Barcelona a pedir los votos a Junts para una moción de censura. Los populares han pasado de querer verle en prisión, como le gritaban en las manifestaciones este año, a mendigarle atención y la moción.
Los mensajes de Carlos Mazón y su jefe de gabinete, José Manuel Cuenca, a Salomé Pradas, la que era ‘consellera’ de Justicia e Interior el día de la dana, revelan que la responsable de la emergencia les informó de la magnitud de la riada. Pradas concretó, en un whatsapp a las 13.03 horas, del riesgo del barranco del Poyo, un temor que Mazón ha asegurado durante un año que no conocía. “Cojonudo”, le respondió el político a su ‘consellera’ cuando le habló de la situación en el barranco, la comarca de la Ribera Alta y el río Magro.
El pésimo desempeño de Mazón y el retraso de Feijóo en descabalgarle, han dañado gravemente la imagen de “buen gestor” de la que el PP ha hecho gala siempre. El partido lleva varios fallos seguidos: a la dana hay que añadir los problemas con las mamografías en Andalucía (PP, Juanma Moreno) y esta semana, por una investigación de ‘El País’, se ha sumado otro escándalo: la del sistema sanitario en Madrid. Feijóo ha reaccionado rápido y, tras llevar tres años viendo cómo Isabel Díaz Ayuso le marcaba el ritmo con Sánchez, él le ha reclamado “una auditoría” al Hospital de Torrejón (público pero gestionado por una empresa privada) para ver si es verdad que se han tomado decisiones para aumentar los ingresos en detrimento de la salud de los pacientes.
Feijóo necesita que en las cuatro elecciones autonómicas que se esperan antes de mayo (Extremadura, Castilla y León y Andalucía, seguro, y probablemente también Aragón) la dependencia de Vox sea mínima. Para Feijóo, cada tropiezo autonómico amplifica la misma duda: cómo sostener el relato de gestor serio mientras la ‘derechita valiente’ de Vox crece como partido ‘antisistema’.
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