Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea interviene en la sesión del Parlamento Europeo en Estrasburgo / RONALD WITTEK/ EFE
La Unión Europea trazó el pasado miércoles el contorno del nuevo mapa financiero que regirá su presupuesto entre 2028 y 2034. Se trata de un cambio de calado que, bajo la apariencia de modernización, esconde un giro ideológico y estratégico de consecuencias profundas que afecta a la PAC y a los fondos de cohesión. Asturias, como en tantas otras ocasiones, puede verse atrapada entre la frialdad de los números y la fragilidad de su estructura económica.
Bruselas plantea un recorte del 25% en la Política Agraria Común (PAC), lo que reduce en más de 100.000 millones de euros una partida que ha sido durante cuatro décadas el principal pilar de apoyo para el medio rural europeo. Asturias, cuyo sector primario ya lucha por su supervivencia en un escenario de despoblación, envejecimiento y competencia desigual, recibirá de lleno el impacto de este tijeretazo. La PAC no ha supuesto para nuestra región un mero programa de subvenciones: ha sido el escudo que ha sostenido la actividad ganadera, ha fijado población en las alas y ha dado sentido económico a formas de vida que, sin ese impulso, corren riesgo de desaparición.
Pero el ajuste no se queda ahí. También se recortan los fondos de cohesión, decisivos para el desarrollo de infraestructuras y la dinamización de territorios como el asturiano. Bajo la nueva arquitectura presupuestaria, estos fondos dejarán de tener un enfoque redistributivo a nivel europeo para integrarse en programas nacionales, lo cual supone un viraje estratégico de consecuencias incalculables.
Asturias, que aún no ha cerrado las heridas de la desindustrialización ni ha encontrado un modelo económico alternativo plenamente consolidado, depende como pocas comunidades de la inversión pública. Y, sin ese respaldo, el riesgo de estancamiento social y económico se intensifica.
Sin embargo, no todo el nuevo marco presupuestario es negativo para la región. El aumento exponencial del gasto en Defensa –que se quintuplica y sube a 131.000 millones de euros– puede abrir oportunidades si Asturias logra consolidarse como polo industrial estratégico en el sector armamentístico. La experiencia de empresas como las fábricas de armas y de munición de Trubia o los proyectos de Escribano en la región ponen de manifiesto que existe capacidad para competir en ese ámbito. Pero convertir esta posibilidad en una política de desarrollo real requiere planificación, inversión y voluntad política.
A esta ola de cambio europeo se suma otro proceso de gran calado: la inminente reforma del sistema de financiación autonómica en España. El llamado «cupo catalán», fórmula que se mira en el espejo del concierto económico vasco, amenaza con erosionar los principios de solidaridad interterritorial consagrados en la Constitución. Si prospera un modelo a la carta para Cataluña, regiones como Asturias, que ya sufren limitaciones estructurales, podrían verse condenadas a competir en inferioridad de condiciones dentro del propio Estado. Una España de velocidades fiscales distintas acabaría por consolidar una periferia desprovista de medios y con servicios públicos en retroceso.
La amenaza no es abstracta. Si sumamos la caída de los fondos europeos a la posible merma en la financiación autonómica, el mantenimiento de servicios públicos básicos como la educación, la sanidad o la atención a la dependencia se verá comprometido. La Asturias envejecida y rural que conocemos necesita más Estado y más Europa, no menos.
No es una deriva que afecte solo a nuestra tierra. Francia, referente histórico del Estado del bienestar, ha puesto en marcha un durísimo plan de recortes para tratar de domar una deuda pública que ya supera el 114% del PIB, mediante la congelación de pensiones, la supresión de días festivos y el recorte de empleo público. Un espejo que devuelve un reflejo inquietante para toda Europa, incluida España.
En conjunto, el giro presupuestario europeo marca una transición de la cohesión a la competencia, de la protección social a la inversión en seguridad. Asturias no puede quedarse inmóvil ante esta transformación. Es momento de exigir una planificación compensatoria y defender un modelo que no deje atrás a los territorios que más necesitan del impulso común. Porque si algo nos enseña la historia de la UE es que sin cohesión no hay unión.