Salvador Ferrer
Castellón volvió a abrir sus puertas por la
festividad de San Pedro y para homenajear al empresario Manuel Colonques. Casi
se llenó la plaza en un ambiente veraniego de día grande de Magdalena. Buena
noticia.
Roca Rey, que no se anunció en Magdalena, se
pasó en junio tras un mes impresionante en Granada, Toledo, Alicante. Y hoy
Castellón… Manzanares venía de hacer pleno de cuatro orejas en Hogueras y
Cayetano lleva un año de pena. Más que una temporada de despedida, deberían de
despedir -permítaseme la licencia, obviamente están en su derecho- a los
empresarios que lo contratan y dejan a los toreros del futuro sentados en el banquillo.
Y más después de un San Isidro tan importante y de tantas reivindicaciones.
Hasta el patio de cuadrillas se fue Roca en el
saludo capotero del tercero. Mandiles, o delantales, o lances parsimoniosos y
lentos. Preciosos y densos. Ofrecido el pecho: sentido el recibo, como la media
enroscada. Tafalleras, gaoneras y revolera. Así quitó el peruano en los medios.
Ceremonioso Andrés. Pasarían diez minutos desde que se cambió el tercio hasta
el pase cambiado en los medios. El buchito de agua, el pelo y la cara
refrescada, la montera, el permiso al usía, el brindis, la diana del maestro Soro…
Cumbre de ajuste, enterradas las zapatillas.
Macizo, sobrado, puso Roca Rey todo lo que le faltaba al toro, bravura
principalmente. Se acabó rajando el de Domingo Hernández ante tal autoridad.
Hubo derechazos hondos, un molinete de rodillas en los medios que fue fuego en
la faena. Con la gorra. Con la autoridad del mandamás. Lo que han hecho y hacen
las figuras toda la vida de Dios. Cortó una oreja con petición de la segunda.
Sería lo correcto si a Manzanares no le hubieran concedida una muy inconsistente
en su primero.
A la verónica, con tres chicuelinas y una
serpentina recibió el peruano al sexto, abiertito de cara y anovillado. Volvió
a brindar e inició de rodillas en el tercio. Pases cambiados, un natural
ayudado, un de pecho enorme. La plaza en pie antes de levantarse la faena. La
ligazón, la quietud, el mando fueron los pilares de la obra. Y los recursos,
los tiempos… Todo lo controla Roca. Hasta al torilero. Brilló el toreo al
natural, macizo y rotundo. Los pases de pecho abrocharon con majestad las
series. “Fa del bou lo que vol” dijo una mujer. Hace lo que quiere con el toro.
Sentencia popular. Certera. Dos orejas y tres en total. A hombros. El pan
nuestro de cada día.
El anovillado primero salió con poco fuelle.
Perdió las manos mientras Manzanares lo lanceó sin apenas sacar los brazos.
Suave el inicio del alicantino ante un burel que fue a más. Nobleza a raudales,
José Mari supo vestir una faena que no llegó a prender por la escasa emotividad
de las embestidas. Hubo excelentes pasajes al natural con una precisión de
cirujano.
El cuarto, más cuajadito, estaba cogido con
alfileres. Las manitas por delante, el tranquito moribundo. Trató el alicantino
de afianzar aquello con el trazo más que a media altura. Lánguido el trasteo.
El primero de Cayetano fue otro toro endeble.
Apagado, sin gas.. No lo trató mal con el capote. Brindó el torero al
homenajeado Manuel Colonques. Anodina fue la faena de muleta. Imposible el
lucimiento. Cayetano no está desde tiempo ha. Un desarme, muchos enganchones, y
los pies muy movidos. Tras entrar a matar le hizo el hilo el toro y lo cazó
pero sin aparentes consecuencias aunque pasó a la enfermería que capitanea el
doctor Gustavo Traver. Salió a matar el quinto.
Ese quinto se movió más que sus hermanos. A su
aire pero se movió. No se acopló Cayetano con el capote entre la indiferencia
del respetable. Sin ser gran cosa, el toro embistió con nobleza y buen son.
Pacífico, que diría el maestro Barquerito. Fue un todo de probaturas y ajustes
sin ajustarse, valga la paradoja. Desesperante. Entre toro y torero cabía un
vagón… Con la de toreros que hay para subirse al tren de la temporada y del
toreo. Aún hubo gente -alucina, vecina- que le pidió la oreja.