Jorge González Nanclares es profesor jubilado de Filosofía
Mayo 2025. La Consejería de Educación anuncia por sorpresa (6) la prolongación de la jornada escolar en primaria durante los meses de junio y septiembre o, lo que es lo mismo, la eliminación de la reducción de jornada que los maestros venían disfrutando desde hacía tiempo.
Al parecer ello fue debido a la reivindicación de las familias sobre conciliación familiar. Querían comedor escolar también en esos meses. Esto suponía de facto (puesto que de iure no lo era) el aumento de la carga escolar presencial para los maestros de primaria en los meses de junio y septiembre.
Primera reacción. Los sindicatos UGT y CCOO acuerdan convocar dos días de huelga en primaria en mayo (27) y en junio (5) en desacuerdo con dicha decisión. Suatea se suma. CSIF decide convocar un plebiscito interno entre sus afiliados (11) para ver si era o no conveniente la convocatoria de una huelga. El resultado es que, con sorpresa, se decide por mayoría, en este sindicato, una huelga indefinida de lunes a jueves a partir del día 27 de mayo. Por el momento ANPE no secunda las movilizaciones.
Primer día de huelga, martes 27 de mayo. La movilización de la enseñanza es mayoritaria, enarbolando como emblema una camiseta con la Cruz de la Victoria en dorado sobre fondo negro por la educación.
El éxito de esta primera jornada sorprende a propios y extraños y es trasmitida por todos los medios al día siguiente. Aunque la extensión de la huelga no estaba convocada por el resto de los sindicatos, la huelga es seguida mayoritariamente los siguientes días, las camisetas negras “ruedan” por las calles de Oviedo “como pedro por su casa”. UGT y CCOO callan, mientras que CSIF saca pecho. ANPE se une a la huelga. Barbón anuncia la revocación de la medida en sede parlamentaria.
Empieza a extenderse la idea de que pueden conseguir algo más. Muchos docentes y personal anejo se unen a la huelga, aunque no hubiera sido convocada por su sindicato o, sencillamente, no tengan sindicato. Siguen los camisetas negras con la Cruz de la Victoria por las calles de Oviedo.
El jueves 29, Lydia Espina convoca una mesa de negociación para el viernes 30. Ya es tarde. Ante la masiva muestra de adhesión, los sindicatos, que hasta entonces habían estado divididos, se hacen fuertes y deciden acudir a la reunión conjuntamente.
La señora Espina les anuncia la revocación de la decisión de la jornada en junio y septiembre además de elevar el salario de los docentes en unos 58 euros mensuales (unos 11 millones de € presupuestados). Se compromete también a contratar al personal extra de atención a la diversidad reclamado, con la idea de que esto calmaría los ánimos y las aguas volverían a su cauce.
Nada de esto ocurre. La propuesta tan rápida enardece los ánimos y las reclamaciones se reafirman y elevan. Los sindicatos sorprendidos intentan volver a liderar un movimiento que se les había ido de las manos. Un contundente NO es la respuesta sorpresiva. No, esto no ocurre solo por la supresión de la reducción de jornada, dicen, es la reivindicación de un montón de derechos conculcados que los docentes asturianos habían padecido demasiado tiempo. Por fin se han dado cuenta.
La Consejera les conmina a explicitar sus reivindicaciones por escrito, en texto que la Consejería se compromete a analizar. Los distintos sindicatos, quizá confundidos por la rápida respuesta, deciden dejar en evidencia a la administración que debe, argumentan, ser conocedora de lo pedido en reiteradas ocasiones presuponiendo que una administración en democracia debe de estar al hilo de todo lo que los gobiernos anteriores han dicho y hecho, presunción correcta, pero equivocada. Resultado, convocatoria de huelga indefinida en todas las etapas de la educación asturiana no universitaria a partir del día 2 de junio convocada por unanimidad por toda la clase sindical.
Quienes estuvimos en labores educativas compartimos esta movilización, no solo por actual, si no por pendiente. Efectivamente estuvimos muchos años discriminados en lo laboral y en lo económico respecto a otras autonomías de más alto rango. Luchamos por la reducción de jornada a partir de los 55 años, porque eso repercutiría, creíamos, en una mejora de la calidad de la enseñanza al mantener activos valiosos sin tanta carga lectiva, como ocurre en la universidad. Pero no fue el caso.
La burocratización de los elementos lectivos fue otro de los grandes traumas que los profesores tuvimos que asumir en estos casi treinta años de mutantes leyes educativas que nos hacían cambiar todas las programaciones en función del color del gobierno de turno, y eso a costa de nuestra labor docente. Sin contar con la ampliación temporal de la carga lectiva que la crisis económica de 2008 nos legó. Las inspecciones eran cada vez más frecuentes en las programaciones y menos en las aulas. Mas ad hominen y menos ad rem.
Tuvimos que asumir tareas que en absoluto nos competían, como era el cuidado en los pasillos y patios, por no hablar de la atención a alumnos con algún tipo de discapacidad para la que no estábamos preparados. En resumen, más papeles, más guardias, más burocracia, más empatía, …, menos educación.
No se me malentienda. La integración es necesaria, la diversidad hay que atenderla, la conciliación familiar un bien social indudable, pero todo eso no puede cargarse en un colectivo, los educadores, cuya función, la enseñanza, se mezcla junto a una maraña demasiado poblada de cuestiones que exigen medidas complementarias. Esperemos que el éxito de la huelga y la dimisión de la Consejera no ahoguen la solución.
No sé si el colectivo discordante de sindicatos estará o no en esta propuesta, pero los docentes que se echaron a la calle el dia 27, por delante de sindicatos y administración, sí que lo tienen claro.