La historia de la moda tiene numerosos ejemplos de éxito, algunos contra todo pronósitico, y uno de ellos son los pantalones vaqueros. Los también conocidos como jeans fueron concebidos como ropa de trabajo de mineros y obreros rurales en los Estados Unidos del siglo XIX. Su tejido fuerte, rígido y resistente lo hicieron rápidamente esencial entre este colectivo, permitiendo que Levi Strauss y Jacob Davis grabaran sus nombres para la posteridad en la industria textil.
El triunfo definitivo llegaría cuando el gran público hizo suyos los jeans, aunque sus labores no tuvieran nada que ver con aquellas para las que fueron concebidos. Hoy, ese éxito es incontestable y muy poco gente en Estados Unidos (y en países como España) puede decir que no tiene ni ha usado alguna vez un pantalón vaquero.
Seguro que a más de uno no se le ha pasado por alto un detalle importante de esta prenda: los botones metálicos de los bolsillos. ¿Para qué sirven? En su origen está la clave.
Volvamos al principio. Cuando Strauss y Davis concibieron esta prenda, lo hicieron con un deseo expreso: debían resistir las duras condiciones de trabajo de estas personas. Solo con pensar en el día a día de un minero o de un trabajador en un fábrica hace dos siglos nos podemos hacer una idea de la presión a la que estaba sometido el tejido.
Detalle de los bolsillos de unos pantalones vaqueros / El Periódico
Por eso, cuando comenzaron a fabricar los vaqueros, identificaron los puntos más críticos de la prenda: los bolsillos. Era aquí donde la tensión y el peso soportado tensionaban el algodón y lo rasgaban. Así, comprobaron que colocando remaches metálicos en este punto, reforzaban las costuras, estirando la vida útil de los jeans.
Esta es la diferencia esencial entre los botones normales, cuya misión es abrochar, y los remaches, que ayudan a reforzar la unión de telas en puntos críticos y de presión y no elementos puramente decorativos como más de uno habría pensado.