El Dépor notaba el sol en la cara, solo le faltaba sentir la arena en los pies. No es no querer, es que algo se desactivó, se rompió y ahora no hay manera de conectarlo y de que vuelva a fluir la corriente, la tensión. La temporada ya está amortizada por el estadio de Riazor. El Granada, más apretado en el marcador que en el terreno de juego, fue ayer el beneficiado ante un equipo que ya cumplió y que, aunque no quiera, tiene la mente en otra parte. El árbitro fue el primer aliado de los andaluces, quienes también sintieron el viento de cola en esa jugada entre Germán Parreño y Pablo Vázquez y en esa jugada sonrojante del 1-3. Muchas fotos que dejan en mal lugar. Ni las ganas de ver a Charlie Patiño o a Hugo Rama ni ese empuje del final ni la entrada de Yeremay fueron suficientes para rescatar un punto. La carpeta de la temporada 24-25 está cerrada y en un cajón.
En directo
MINUTO 90+7 | Final del partido. El Deportivo cae por 2-3 ante el cuadro nazarí
MINUTO 90+6 | Expulsado Iván Barbero por llamar «malísimo» al colegiado
MINUTO 90+3 | Amarilla para Jozwiak
MINUTO 91 | Yeremay anota a lo Panenka
MINUTO 90 | añaden 5 minutos
Las celebraciones reconfortan y alimentan la nostalgia, también son una inmejorable fuente de distracción. No es la primera vez ni será la última de ese efecto sedante. Aun así, siempre es peor esa sensación de temporada acabada. Al Dépor se le juntó todo con una tarde veraniega, con el reflejo de esa camiseta dorada que hasta reflejaba. Los cambios en el once titular tampoco se detenían ni ayudaban a detener la maquinaría de la desconexión. Por lesión, por precaución, por higiene de vestuario. Son múltiples razones, pero la realidad fue que, además de apostar por Cristian Herrera y Omenuke Mfulu de inicio, Gilsanz recuperó de las catacumbas del banquillo a Germán Parreño. Costaba reconocer en este equipo al de hace semanas bastante redondo que asaltaba campos por sistema.
En ese cambalache inestable, para cuando se quiso dar cuenta el Deportivo ya perdía 0-1 con la inestimable mano al cuello de un colegiado que quiso ser más que el VAR. En dos jugadas ya se vio que el Granada de Pacheta, inaccesible para el club coruñés cuando despidió a Idiakez, llegaba más tenso, con la idea de presionar arriba y con la necesidad dentro de él. En el tuétano. Varias escaramuzas hasta que llegó esa doble acción que empezó a romper el partido y en la que el gran protagonista fue, de nuevo, el del silbato, una constante en la temporada blanquiazul.
En el medio de la locura del videoarbitraje, ha adolecido este último tramo de campaña de colegiados valientes, que no se dejen dirigir desde Las Rozas hasta para la más pequeña decisión. Sánchez López, en cambio, se pasó de frenada. Era evidente que el agarrón a Diego Villares en el área nazarí era merecedor de una pena máxima que no fue señalada y que se convirtió en el preludio de ese tanto de Rebbach en la siguiente jugada. Una acción encadenada en la que las vergüenzas del colegiado quedaban más al descubierto. Le dio igual. Inquebrantable. A partir de ahí, fue el predilecto de la grada para su música de viento.
El tanto tampoco consiguió activar al Dépor. Lo intentaba, pero se le veía lejos de la comodidad y la tensión de su rival, al que además le sentaba de maravilla poder transitar. Por las caídas de sus laterales, llegaron las mejores ocasiones, también por unas deficitarias coberturas en las que se volvió a echar mucho de menos a José Ángel. Esta vez Óscar Gilsanz optó por el músculo de Mfulu antes que por el toque de Genreau. El Dépor seguía encontrando las mismas vías de agua de una semana antes en El Molinón.
Y así llegó ese 0-2, mientras el equipo coruñés ni había tirado a puerta. Tsisaihvili vio la duda entre Germán Parreño y Pablo Vázquez y porfió. Acabaron saliendo las tres cerezas en la máquina y llegó el premio grande del para el Granada. Minuto 28. El portero y el central salían en una instantánea que les deja en muy mal lugar. El meta se redimía minutos después con un par de paradas de mérito, pero para entonces era imposible no pensar en tantos meses de inactividad que llevaba a sus espaldas. Demasiado desfigurado un Dépor que tuvo la esperanza de meterse en el partido con el gol de Diego Gómez. Anulado por el juez asistente, la decisión era correcta. Le hubiera dado vida y salsa al duelo. Al descanso estaba en franquicia el choque, mucho color rojiblanco.
Nuevas caras, viejos males
El técnico apostó de nuevo por un doble cambio y por sacar a Charlie Patiño de la misma catacumba que a Parreño. El inglés es el gran futbolista a recuperar después de una primera temporada de fiasco en A Coruña. Con él entraba Hugo Rama. Creatividad al campo para subir la cuesta del 0-2. Pronto el británico-coruñés sacó a pasar su clase con buenos toques, con algún pase lejano diagonal. Nadie duda de que tiene todo eso y mucho más. Su problema es más de ritmo y de esa confianza que le hará jugar a uno o dos toques y no a cinco.
En nada el Dépor empezó a asomarse a la portería de Mariño. Un disparo a bocajarro de Hugo Rama, un misil a la escuadra de Escudero. Tuvo que ser en otro fallo, esta vez de Mariño, en el que Iván Barbero hiciese su séptimo gol de la temporada y pusiese el 1-2 en el minuto 72. Era tal la sensación de temporada amortizada que, al sacar de centro, un envío pasado al área del Dépor acabó en los pies de Manu Trigueros que hizo el 1-3 con suma facilidad. La euforia duró nada. Todo se desactivó de nuevo.
Ya para el descuento y con Yeremay Hernández en el campo, llegó el penalti del maquillaje para los blanquiazules. El canario dio un pase a la red a lo Panenka para bajar el telón de un partido con más cercanía en el marcador que en el fútbol y en la tensión competitiva. Que llegue el verano.