Alejandro Martín Pérez, 26 años, separado y padre de un niño. Es el expediente policial por desaparición más misterioso de la isla de La Palma. «Cuanto más tiempo pasa, menos cosas sabemos«, explica María del Mar, su madre, que lleva siete años y siete meses sin noticias de su hijo.
El caso de Alejandro, investigado por la Guardia Civil, está sobreseido, cerrado temporalmente, porque no existe ni una sola pista sólida sobre lo que pudo ocurrirle el 11 de mayo de 2017, la última vez que lo vieron. «Salió de casa aquella tarde, coincidiendo con una prueba deportiva», la subida Vertical, una carrera de montaña, recuerda su madre. No volvió a verlo y después de hacer una ronda de llamadas entre amigos y familiares, acudió a poner la denuncia por desaparición de su hijo ante la Guardia Civil.
No se había ido
«Quizás porque mi hijo era joven, ellos entendieron que era una desaparición voluntaria. Me dijeron que no me preocupara, que quizás se hubiera ido con alguien a quien hubiera conocido. Yo sabía que no. Todo se torció desde el principio», explica María del Mar.
El 13 de mayo un hombre encontró entre varias fincas de plátanos cerca de la costa de Tazacorte el coche de Alejandro, un Opel Corsa de color blanco. «Estaba con las puertas abiertas y la ventanilla bajada. Allí estaba también su cartera, con su documentación personal y las llaves de su casa. En ese coche entró mucha gente, nadie lo precintó ni lo miró y se perdieron todas las pruebas que podía haber», se lamenta su madre.
Faltaban las llaves del coche y el teléfono móvil de Alejandro, que acababa de comprar. «Nadie nos instruye para saber qué hacer cuando desaparece un hijo», explica María del Mar, «Él y yo hablábamos todos los días y muchas veces venía a dormir a mi casa. Yo sabía, lo sé hoy, que no se iría sin decírmelo«. Después del hallazgo del coche y ante la insistencia de la familia, la policía judicial tomó el caso y revisó al detalle la vida y el entorno de Alejandro.
Comprobaron que no tenía problemas psiquiátricos ni depresión. Que era padre de un niño de cinco años al que adoraba y que se había separado meses atrás de su mujer. Vivia en El Remo y ganaba algo de dinero haciendo «cáncamos» (pequeños trabajos sin contrato), explica su madre. Varias personas dijeron haber visto a Alejandro en diferentes puntos y circunstancias de la isla. No era él.
Las investigaciones apuntaron entonces a un grupo de conocidos de Alejandro, pero no han podido demostrar nada. «Él no era de fiestas ni de amanecidas, pero tenía amistades de todo tipo: buenas y malas», recuerda su madre. La desaparición de Alejandro es un enigma en un mundo pequeño como El Remo, donde vivía junto a otros 178 vecinos. Veinte mil viven en Los Llanos de Aridane, la capital de la isla y donde sigue su madre.
María del Mar ha tenido que escuchar todo tipo de chivatazos, posibles confidencias, pistas falsas y rumores sobre lo que le ocurrió a su hijo: «Dijeron que lo habían descuartizado, que lo habían tirado al mar dentro de un bidón, también que su cadáver estaba enterrado en un campo de plátanos… Ha sido tanto…». La mujer, auxiliar de enfermería, está de baja y recibe tratamiento.
«Le hicieron desaparecer»
Joaquín Amills, presidente de SOS Desaparecidos, que ayuda a la familia de Alejandro, tiene claro que «no hay ni un solo indicio de suicidio, alguien hizo desaparecer a Alejandro. Hubo terceras personas en esa desaparición. Pensamos que alguien le engañó y que Alejandro pudo ser testigo de algo que no debía haber visto».
El hijo de Alejandro tiene ya 12 años. «Es un niño que sabe que su padre desapareció y nada más. Ni siquiera es huérfano de padre, porque tienen que pasar diez años para eso. Oficialmente, sigue teniendo padre», explica la abuela. Han tenido que pedir la declaración de ausencia de Alejandro para poder seguir gestionando la vida cotidiana sin él. Siete años y siete meses después, la madre y el hijo de Alejandro quieren saber qué ocurrió con él y dónde está, se temen, su cuerpo.