“Marcial Fernández era un asturiano laburante, terco y bondadoso. Y además, era mi padre. La literatura nos desunió y, en el final, nos volvió a unir”, escribió hace años en algún sitio, seguramente en una red social hoy perdida y olvidada, Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960), el escritor y periodista argentino al que, qué cosas, le ha tocado compartir nombre y apellidos con aquel político barcelonés que aparcaba con tracción divina a las cuatro ruedas y el ángel de la guarda soplándole cómo maniobrar. 

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