Hoy me invade una sensación de déjà vu, y no estoy seguro de si es por escuchar las novedades de estos artistas legendarios o por pura nostalgia. Me siento como si volviera a aquella cabina de Los 40 en los 90, donde sus voces y su música formaban parte de mi día a día. Comenzar mi jornada laboral soltando un “nuevo disco de Sting” o decir en antena “esto es lo nuevo de Durán Durán” era parte de mi trabajo. No, todavía no me pierdo; estamos en 2024, pero su evolución musical me trae a la mente algunos momentos vividos con ellos. Sting y Duran Duran siguen lanzando nuevo material. Y, como entonces, será un placer presentarlo.

Sting: los 70 son los nuevos 50

Comenzaré por el maestro de la reinvención, Sting, con su nuevo sencillo, «I Wrote Your Name (Upon My Heart)». Al igual que nuestros móviles, parece que él también se actualiza constantemente; de hecho, él mismo asegura estar en su fase 3.0. Y como cualquier dispositivo, se ha tomado su tiempo para esta actualización: casi tres años. Ahora, si le damos al botón de encendido, esto es lo que suena:

Caramba, qué guitarras más potentes para empezar. Uno quizá esperaría algo más calmado y relajado, acorde con la madurez de alguien que ya cuenta con 73 años. Pero parece que los 70 son los nuevos 50, al menos en su caso. Después de cuatro compases, que bien podrían haber salido tanto del genio de Wallsend como de los Stones, digo yo que hará su entrada el inconfundible timbre de Sting. Espera… ¿qué ha pasado con ese tono agudo, suave, que escuchábamos en su inolvidable «Englishman in New York»?

Joaquín Sabina, Alejandro Sanz o Miguel Bosé son algunos de nuestros artistas que también han sufrido mutación de voz en determinados discos. El tiempo pasa llevándose por delante frecuencias, que quedan sustituidas por la exploración brutal de los adentros de la propia resonancia. Es como si la voz del artista se comiese a sí misma, rasgando, dejando prueba fehaciente de que se ha vivido, y mucho. No me dicen que es Sting, y reconozco que me hubiera costado atribuirle esta creación… hasta que después del primer minuto de introducción, se produce el milagro que destacó desde sus principios con The Police: la magia de sus acordes. La misma que nos hizo soñar en “Fields of Gold”.

Como siempre pero distinto

No hay álbum detrás de este lanzamiento, al menos de momento. Gordon Matthew Thomas Sumner –el verdadero nombre de Sting– ha decidido lanzar primero esta sonda a modo de avanzadilla, con un sorprendente ritmo al estilo del Bo Diddley Beat. Para que nos entendamos, es el mismo tipo de métrica de cinco notas que encontramos en temas como «Faith», del difunto George Michael, o en algo más cercano a su estilo, «Desire», de U2.

Dicen que con el tiempo necesitamos menos, y Sting lo ha llevado al extremo reduciendo su banda a lo esencial: bajo, guitarra y batería. Esto es algo que le permite darle un giro más crudo y bluesero a su sonido. Si fue capaz de pasar del punk al pop, ahora ha logrado sonar como uno de los grandes del rock. Es, sin duda, un maestro de la reinvención. 

En aquel manual de rebeldía llamado Quadrophenia, Sting interpretó a Ace Face, el rey de los mods. Esta tribu urbana británica se movía entre trajes impecables y scooters más brillantes que una exposición de coches de lujo. Aunque Sting aún no había alcanzado la fama con The Police, ya empezaba a marcar estilo como el tipo cool al que todos querían seguir, a pesar de que, en la película, su personaje trabajase como botones.

Ese contraste entre la imagen rebelde y la realidad mundana del trabajador añadió un toque de misterio que quedó grabado en la memoria del público, mucho antes de que los acordes de «Roxanne» le lanzaran al estrellato.

Duran Duran: unos muertos muy vivos

Un año después de que The Police se formara en Londres en 1977, otro grupo británico emergía del underground con un nombre que sonaba más a peluquería de barrio que a banda icónica: Duran Duran. Lo de denominarse como el apellido del villano de Barbarella no parecía el mejor augurio. Pero en 1981 triunfaban en todo el mundo con su genuino canto al planeta Tierra:

Me costaría encontrar un ejemplo más claro del sonido y la actitud de los locos años 80. Esas cajas de ritmos, los sintetizadores (tan nuevos por aquel entonces que volvieron loco a Nacho Cano), los peinados imposibles y las camisas con chorreras forman ya parte del acervo cultural de aquella época. Y ahora, 43 años después, nos encontramos con este rap de Halloween vestido con una descarada inteligencia artificial llamado Danse Macabre.

De este monótono tema solo se podría destacar la caracterización del grupo, algo así como unos personajes timburtonianos versionados para Halloween, muertos pero con estilo. Y lo siento por ser duro, pero han sacado cosas mucho mejores.

Ya que estamos en modo nostalgia, permítaseme recordar el día que conocí a Duran Duran en Londres, allá por 1993. Me sorprendió la imponente estatura de su líder, Simon Le Bon (1,87 metros), y la correcta efusividad británica con la que me saludó. Ya entonces empezábamos a tener la impresión de que eran unas viejas glorias recicladas. Habían sobrevivido a los ochenta con más laca en el pelo que un anuncio de televisión, y de repente se sacan de la manga «Ordinary World«, un número uno mundial que nos hizo cuestionarnos si en efecto eran cosa del pasado o, como un buen vino, mejoraban con los años. Eso sí que era un temazo.

Eso sí que era estar en su máximo esplendor. Nada que ver con lo que he encontrado en las nuevas canciones de ese disco inspirado por el terror. Ni por asomo. Quizá destacaría uno de los temas más animados de este entierro, perfecto para conducir de noche por la ciudad: «Black Moonlight».

Por favor, que no se ofendan los seguidores de los Stones con el destrozo de su clásico “Paint it black”. 

No sigo. Admito que me ha encantado saber que han vuelto, pero echo de menos algo más de acierto en este lanzamiento oportunista y, a mi gusto, poco elaborado. Este y el de Sting me han transportado de nuevo a aquellos 90 sin internet y con esas ganas de crear sin miedo que todos teníamos entonces. 

Si algo está claro, y es un hecho objetivo, es que los eventos relacionados con décadas pasadas están viviendo un auténtico boom. Parece que ahora nos encanta revivir los hits que nos hicieron bailar hace treinta años, y no hay mejor prueba de ello que la cantidad de festivales nostálgicos que están arrasando. Este fin de semana, Love the 90s desembarca en Barcelona y promete reunir a miles de nostálgicos en el Parc del Fòrum. Pero, seamos sinceros, ¿quién ha sido el valiente que pensó que podemos aguantar bailando playbacks durante 10 horas seguidas con 50 artistas de los noventa? Porque, entre tanto «No Limit» y «Rhythm is a Dancer», uno empieza a preguntarse si somos nosotros los que hemos envejecido o si, por muy malas que fueran, las canciones son las que han mejorado con el tiempo.

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