Cuenta Tomás Estors, 71 años y jubilado, recién llegado al Congreso de los Diputados desde Valencia, que tuvo suerte. Lo dice porque hace ahora un año, en el Hospital La Fe, le operaron para colocarle un implante coclear y resolver los problemas de audición que arrastraba desde niño. Todavía le cuesta adaptarse, admite, pero no había plan B. Se lo dijo su otorrino. Y se da por satisfecho. Hay compañeros que siguen en la lista de espera. Por eso, muy cerca, María Elena Valtierra, madrileña de 64, pide que todo el mundo tenga derecho acceso a un dispositivo que le cambió la vida. «A mí, me devolvió al mundo», sentencia.
El implante coclear es un dispositivo de alta tecnología implantado mediante una intervención quirúrgica que sustituye la función del oído interno dañado. Dicen los especialistas que es una de las soluciones más eficaces para recuperar la audición. En España, están cubiertos por la sanidad pública, desde el producto, a la cirugía, el seguimiento audiológico y la rehabilitación auditiva, imprescindible, con particularidades en función de la comunidad autónoma u hospital. Su precio medio ronda los 22.000 euros
La normativa (cartera básica ortoprotésica) indica para el procesador de sonido una vida media de 7 años, a partir de la cual se abre la posibilidad de renovarlo también a través de la sanidad pública. Los pacientes también pueden optar por clínicas privadas, asumiendo el coste global del proceso. Inviable porque «es carísimo», cuenta María Elena cuando se remonta al año 2000, el de su primer implante, cuando pensó en colocárselo en la Clínica Universidad de Navarra.
Las barreras
Este martes, una abarrotada sala Clara Campoamor del Congreso de los Diputados, ha acogido una jornada en la que médicos e implantados de toda España han hablado de barreras, de equidad, de oportunidades y de edadismo. Porque, se repitió en diversas ocasiones, aunque estos dispositivos están cubiertos por el Sistema Nacional de Salud, factores como el estigma, la necesidad de formación especializada para profesionales sanitarios, las deficiencias en el proceso de derivación de pacientes y las limitaciones presupuestarias de las comunidades dificultan su implementación.
En España hay más de 1.230.000 personas en el España con algún tipo y grado hipoacusia (sordera)
Según el INE, en España hay más de 1.230.000 personas en el España con algún tipo y grado hipoacusia (sordera). De ese total, más de 200.000 la padecen en grado profundo, haciendo que les sea prácticamente imposible mantener una conversación hablada. Un problema que perjudica especialmente a los mayores de 65 años, ya que, además de predisponerlas a una pobre comunicación, les provoca una menor actividad cognitiva y una mayor probabilidad de padecer demencia. De acuerdo con un estudio de la Universidad de la Columbia Británica, por cada 10 decibelios de pérdida auditiva, el riesgo de aislamiento social aumenta en un 52%.
La iniciativa ‘Ser Oído’, impulsada por la Federación AICE (Federación de Asociaciones de Implantados Cocleares de España), con el apoyo de GAES, ha apostado en el Congreso por un futuro mejor para las personas mayores con pérdida auditiva profunda. A pesar de que se ha demostrado que el implante coclear es el método más eficaz para el tratamiento de la pérdida de audición en casos de sordera severo-profunda, se estima que solo el 5,7% de los candidatos adultos tiene acceso al dispositivo. Con datos de GAES, 177.000 adultos con pérdida profunda no tienen implante coclear en nuestro país, pese a esa cobertura del sistema público.
Porque, se ha recalcado en distintas ocasiones, las listas de espera para implantes cocleares son largas y, en muchos casos, los propios especialistas priorizan a los niños frente a los mayores para quienes se asume que no oír, entra dentro de los achaques de la edad.
La suerte de Tomás
Por eso la suete que dice tener Tomás. Porque él sabe de quién sigue en esa lista de espera. Y en su caso se lo ofertaron colocarse el dispositivo por su historial de problemas de sordera. Desde «pequeñito», tuvo pérdida de audición en el oído izquierdo por una infección mal curada. Con el otro, se defendía, pero también surgió una complicación, explica. De manera que, prácticamente, no tuvo más remedio que operarse. Le costó decidirse, admite. «No es cualquier cosa. Al principio tuve muchas dudas, pero no me arrepiento».
Un implante tiene dos partes fundamentales: una externa, donde está el procesador que recoge la señal sonora y la parte interna, en la que se encuentra el receptor que recibe esa señal y la transmite a la vía auditiva a través de los electrodos, consiguiendo que se produzca una sensación sonora en la corteza cerebral auditiva.
Tras la intervención -un proceso complejo en el que intervienen profesionales de distintas especialidades- y la activación del dispositivo comienza la fase de rehabilitación combinada con la programación que suele durar entre 2 y 6 meses. En esas está Tomás. Poco más de un año de experiencia con el dispositivo. «Como dicen mis compañeros que llevan varios años, ‘todavía en pañales'», cuenta el valenciano, que sigue afrontando el entrenamiento para oír cada vez mejor.
Una vida autónoma
Porque el implante, se remarcó en el Congreso, marca la diferencia entre estar o no aislado, entre tener una vida autónoma o no. A María Elena, por ejemplo, le dio la vida. El primer implante fue en el 2000, en el madrileño Hospital Ramón y Cajal. El segundo, en 2017. «Empecé a perder oído de jovencita, con 20 años. Con 26 me puse el primer audífono, pero no me sirvieron de mucho. Oía ruido, pero no entendía. Y mi temor, era que con implante me pasara lo mismo, pero me ha dado la vida», confiesa a este diario.
Un «enorme cambio», relata, que la puso nuevamente en órbita y le permitió encontrar trabajo como administrativa. «Me prepararon para operarme y fue superrápido. Todo el mundo debería tener derecho, es importante que llegue a todas las personas porque es carísimo. Pero que se informen. Para mí fue maravilloso«, dice María Elena.
El acto del Congreso de este martes ha incluido una intervención de la responsable de audición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la doctora Shelly Chadha, y una mesa redonda, moderada por la periodista Ana Blanco, en la que han participado el doctor Serafín Sánchez, vicepresidente de SEORL (Sociedad Española de Otorrinolaringología), el doctor Carlos Cenjor, otorrinolaringólogo y presidente del comité científico de GAES, e Inmaculada Soto, presidenta de la Federación AICE.
Cribados en mayores
El estigma, se dijo en el encuentro, prevalece muchas veces. A veces, entre los propios afectados. O sus familias. Pero, además, los expertos hablaron de recursos. De cómo son necesarios los cribados auditivos, no solo en recién nacidos. También en mayores. Y de cómo se necesitan actualizar los datos, que exista un registro nacional de implantados. «Sería beneficioso», dijo el doctor Serafín Sánchez, vicepresidente de SEORL que, además, habló de listas de espera y cómo se prioriza a unos pacientes (más jóvenes) sobre los más mayores.
«Los recursos de cada hospital son limitados, hay un número de implantes al año y, una vez terminado, es difícil poner más», señala el doctor Sánchez
«Los recursos de cada hospital son limitados, hay un número de implantes al año y, una vez terminado, es difícil poner más. Lo que les obliga a priorizar. El problema es los que ni tan siquiera llegan a esa lista porque tardan mucho en ir al especialista», señaló el doctor Sánchez.
Salud pública
Según la doctora Shelly Chadha, responsable de audición de la OMS, que se conectó por videollamada, «la pérdida auditiva no tratada impacta económicamente en la sociedad, ya que es un enlace directo al aislamiento y acelera la demencia. La salud auditiva es esencial y debe tratarse a través de un cambio de mentalidad social y de estrategias de salud pública como la creación de un cribado auditivo universal a partir de los 55 años y acceso a tecnología y servicios de rehabilitación».
Inma Soto, presidenta de la Federación AICE, por su parte, insistió: facilitar el acceso al implante coclear, particularmente para las personas mayores con pérdida profunda, es una necesidad «que urge desde hace tiempo». El doctor Carlos Cenjor, otorrinolaringólogo y presidente del comité científico de GAES, puso el foco sobre el papel de los profesionales. «Es preciso poner de relieve que las actuales tecnologías nos permiten resolver el problema muy satisfactoriamente, tanto en el campo de las ayudas auditivas como el de los implantes cocleares», señaló.