Anna Torrodà (Barcelona, 2000) nunca olvidará el periodo en el que se vio con la necesidad que detener su actividad diaria para reencontrarse consigo misma. Para conectar nuevamente con sus emociones y con unos sentimientos que adoptaron un significado tan diferente como insatisfactorio. Incluso, de desapego, llegando al punto de la tristeza y de la desazón. Nunca es sencillo pedir ayuda. Ni mucho menos, transmitir debilidad, pero, a la futbolista del Levante, acudir a un especialista, y recibir el cariño y la comprensión de su gente más cercana, le ha cambiado la vida. Ahora es una persona diferente. Y, sobre todo, vuelve a ser feliz.

Fuente