Hace poco más de seis meses, Talgo parecía tener claras las dos vías principales de su futuro: la accionarial y la de negocio. La accionarial, porque su principal inversor, el fondo Trilantic, con un 40% del capital, estaba esperando que el grupo húngaro Magyar Vagon lanzase una opa a 5 euros por título que le permitiría salir del accionariado, algo que lleva buscando desde hace dos años. La de negocio porque los húngaros aportaban a Talgo una solución industrial. Es decir, le aportaban fábricas adicionales para dar salida a su cartera de pedidos, que está en máximos. Pero el 6 de marzo ese prometedor futuro saltó por los aires cuando el ministro de Transportes, Óscar Puente, anticipó en exclusiva a ‘activos’ que el Gobierno iba a rechazar la operación por temor a que detrás de los húngaros estuviera en realidad Rusia.

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