Él era el filósofo más prestigioso de su generación: exudaba carisma y sus ideas sobre el existencialismo (el ser en el mundo, el ‘Dasein’) y su “semántica prístina” hicieron que más de un estudiante se suicidase tras escucharle en sus célebres seminarios. Su obsesión por la renovación de la universidad como institución y, ya puestos, de toda Alemania, le llevó a apoyar las ideas nacionalsocialistas y a aceptar el puesto de rector en Friburgo estando Hitler ya en el poder.
Ella había leído a Kant a los 14 y era su alumna más brillante. Judía, escapó por los pelos de las garras nazis en el campo de Gurs, logró exiliarse a Nueva York y se convirtió en una de las filósofas más rompedoras del siglo XX. Escribió ‘Los orígenes del totalitarismo’ y acuñó el concepto de “banalidad del mal” mientras cubría para ‘The New Yorker’ el juicio contra Adolf Eichmann en Jerusalén, lo que le granjeó la enemistad de la comunidad sionista, que la vio como una traidora por destapar el colaboracionismo de algunos judíos durante el nazismo.
Una pasión prohibida y contradictoria
Ella tenía 18 años, él 34 y dos hijos cuando se conocieron. El amor clandestino entre Hannah Arendt y Martin Heidegger es uno de esos capítulos de la historia europea que lo tiene casi todo: dos de los intelectuales más potentes del siglo XX, nazismo, una pasión tumultuosa y prohibida, una guerra mundial, clases de inspirada filosofía… Pero quizá por lo compleja y contradictoria que es, o porque Heidegger sigue siendo una llaga en la vida pública alemana, su historia no es de las más conocidas.
“Nadie la ha contado bien”, apunta Miquel Esteve (Tarragona, 1969), que asume el reto de ficcionarla -desde que se conocieron en 1924 hasta la muerte de Heidegger en 1976- en ‘Amor sin mundo’ que Navona acaba de publicar en castellano y catalán.
“Hasta ahora, lo que más nos podía acercar a su relación es el epistolario publicado hace cinco años por Herder, aunque faltan muchas cartas de Heidegger porque su mujer, Elfriede, era muy celosa”, explica Esteve, un apasionado de la filosofía europea y muy generoso con la galería se personajes secundarios de la novela, como Karl Jaspers.
‘Amor sin mundo’ recrea un idilio marcado por las idas y venidas durante décadas y, más allá de los inicios en la facultad de Marburgo cargados de sensualidad, a Esteve le interesan sobre todo los acercamientos que Heidegger y Arendt tuvieron en la edad madura, después de que el nazismo fuese derrotado, después de Auschwitz y de la depuración de Heidegger. La última vez que se vieron fue en 1975, poco antes de que un infarto se llevara a Arendt. Seis años antes, ella había escrito la carta pública de felicitación ‘Martin Heidegger cumple ochenta años’.
«¿Cómo pudo ser?»
“Arendt es brillante, su ‘Los orígenes del totalitarismo’ es más actual que nunca y era una mujer modernísima, por encima de muchos pensadores actuales. Que se entregara a una relación de admiración con Heidegger, un hombre con un magnetismo académico, intelectual y personal bestial, es comprensible. Pero que le perdonase su apoyo al nacionalsocialismo, siendo ella judía que escapó por los pelos de la muerte y siendo además una mujer de armas tomar que no tembló a la hora de criticar a su propio pueblo… Para mi escribir esta historia era satisfacer una necesidad brutal de contestarme a mi mismo: ¿cómo pudo ser?”, explica Esteve.
Algunos biógrafos de Arendt han señalado que el ser huérfana (su padre murió de sífilis cuando era pequeña) podría tener algo que ver con su enamoramiento de una figura tan paternal, con la que existía una gran conexión física e intelectual. Aunque la novela sirve para entender que esa relación no era precisamente de igualdad: Martin usaba a Hannah como lectora y debatía con ella sus ideas y manuscritos, mientras que Arendt nunca pudo contar con él como lector y escribió ‘Los orígenes del totalitarismo’ prácticamente en secreto.
Él era un solipsista empedernido, un intelectual tan ensimismado en sus ideas que no se dio cuenta de a dónde se dirigía el régimen nazi. “Su famosa ‘Carta sobre el humanismo’ quiso ser una especie de arrepentimiento público, pero era tan filosófica que la entendieron tres”, apunta Esteve, para quien la relación entre ambos fue “totalmente machista”. “Ella se dio cuenta de que había sido muy sumisa. Con los años, cuando se hicieron mayores, él fue mucho más dócil”. Esteve sostiene que Heidegger nunca fue un antisemita. Además de Arendt, tuvo otra amante, Elisabeth Blochmann, que también era judía.
Viaje a los orígenes en Messkirch
«Yo he sido un gran lector de Heidegger. Cuando lo acabas de leer, eres otra persona, te seca«, confiesa Esteve. «Leer a Arendt causa otra experiencia completamente distinta, es un canto puro a la esperanza en el ser humano, te reaviva».
Esteve, un gran entusiasta de la filosofía y la historia europeas, es economista de formación. Trabajaba en Barcelona como consultor hasta que un día, estresado y desencantado, volvió a su Móra la Nova natal y tomó las riendas del negocio familiar. “Lo dejé todo hace ahora 25 años, estaba alienado». Hoy trabaja el campo (se dedica a los melocotones, las naranjas y el aceite) y lo compagina con clases de matemáticas y su carrera como escritor.
Investigando para ‘Amor sin mundo’ viajó hasta la universidad donde dio clases Heidegger y también visitó el famoso retiro del “mago de Messkirch”, al lado de los bosques de la Selva Negra, donde su cabaña de pensamiento sigue en pie y está su tumba. “Friburgo es la ciudad más verde y de izquierdas de Alemania después de Berlín, así que la historia entre Heidegger y Arendt sigue siendo tabú. Se habla de él con la boca pequeña pero a nivel intelectual se le admira muchísimo”, explica, mientras espera impaciente los inéditos del pensador alemán que quedan por publicar y que irán viendo la luz los próximos años, según ha comentado en más de una ocasión su nieto y albacea, Arnulf Heidegger.