“Ese proceso de deterioro en el que cada día sale una noticia, un escándalo, a veces una imputación. Cada semana te ves en un escalón más abajo y no se puede frenar. Es muy difícil. Igualito a lo que vivimos”. Esta reflexión sobre la situación que atraviesa el Gobierno de Pedro Sánchez entre tanto frente judicial es de alguien que estaba muy cerca de Mariano Rajoy en sus últimos meses como presidente del Gobierno. Y se repite en términos muy similares dentro de las bancadas del Congreso y el Senado, entre dirigentes territoriales y en la propia dirección nacional del partido.
Alberto Núñez Feijóo, estando al frente de la Xunta, vivió -como recuerdan otros barones actuales también- las constantes preguntas día a día sobre los casos de corrupción que asolaban al PP. “Cada vez que había un acto de partido, una intermunicipal, cualquier cosa, saltaba algo nuevo. Era insoportable. Ya no nos atrevíamos a abrir la boca”, relata un presidente autonómico del PP. Un día era Bárcenas, otro la última novedad de Púnica y al siguiente llegaba Lezo.
Por eso, y con la experiencia de esa debacle en la retina, la inmensa mayoría de dirigentes del PP ven sentenciado al Gobierno de Sánchez. Algunos dan por hecho que tratará de agotar el tiempo y otros aseguran que continuar será muy complicado porque no hay un control de la agenda judicial. Y porque, al haberlo vivido en sus propias carnes, “llega un momento en el que no se puede seguir”.
Con independencia del margen temporal, en Génova y en las comunidades ha calado la sensación de que la situación es límite. Y que eso ya no podrá revertirse. “Intentar controlar todo no funciona. Hasta la Fiscalía General y mira lo que ha pasado. Quién les iba a decir que Lobato entraría en medio”, continúan diputados y senadores con décadas en el PP, para insistir en que “las cosas acaban reventando”.
Los conservadores tendrán un ojo puesto en Sevilla todo el fin de semana. Feijóo reúne a sus alcaldes en Valladolid para reivindicar la gestión municipal. Pero el congreso federal del PSOE acapara la atención, incluso dentro de las filas populares. Especialmente tras la declaración del exlíder de los socialistas madrileños ante el Tribunal Supremo.
Son días en los que dirigentes del PP no escatiman en comparaciones. A pesar de que el último congreso que los conservadores celebraron (el 18º en la Caja Mágica de Madrid) se saldó con menos ruido del previsto, aquel año 2017 fue uno de los más duros para Rajoy. Los escándalos se sucedían y la oposición machacaba al Gobierno por ese motivo. Pero también Ciudadanos, con Albert Rivera al frente, les señalaba prácticamente cada semana por el goteo de casos.
Igual que ahora, el PP se quejaba del frente judicial, que impedía tener certezas sobre la legislatura. Dirigentes conservadores recuerdan ahora que los buenos datos económicos no lucían en absoluto y que los éxitos que se iban logrando pasaban completamente desapercibidos. Uno de los momentos más difíciles para el Gobierno fue la decisión de la Audiencia Nacional de que Rajoy debía acudir en persona para declarar como testigo en la pieza separada sobre el origen de la Gürtel. El entonces presidente quería hacerlo por videoconferencia, pero su petición no se tuvo en cuenta.
Las crónicas de aquellos días recuerdan la indignación dentro del PP, que citaban a un sinfín de dirigentes (Manuel Chaves, Artur Mas, Rodrigo Rato o Carolina Bescansa) que pudieron hacerlo así a diferencia de Rajoy. En aquellos meses también avanzaba en el Congreso la comisión parlamentaria para investigar la financiación irregular del PP. Y mientras tanto Cristóbal Montoro se fajaba para conseguir sacar adelante los Presupuestos de 2018. La moción de censura llegaría en junio de ese año aun habiendo sacado las cuentas públicas adelante.
Los recuerdos dentro del PP se han visto agitados estos días por la situación que vive el PSOE: la declaración de Víctor de Aldama señalando encuentros y mordidas con miembros del Gobierno y del partido (que ellos niegan), los detalles sobre la trama en la compraventa de mascarillas en el Ministerio de Transportes durante la pandemia, el relato de los encuentros que mantuvo el cabecilla de esa trama con la mujer del presidente del Gobierno -imputada por la Justicia-, el viaje de Delcy Rodríguez a España, la investigación sobre el hermano del presidente en Badajoz y la polémica que rodea al fiscal general del Estado (también imputado) por la supuesta filtración de documentación confidencial de un contribuyente que es el novio de Isabel Díaz Ayuso.
“Es que tiene muchas similitudes con lo que nosotros fuimos viviendo hasta perder el Gobierno”, remarcan dirigentes populares de todos los ámbitos, insistiendo en que al final a veces “todo cae por una cosa que parece pequeña y se vuelve grande”. “Una frase como ‘Luis, sé fuerte’, un correo electrónico o un video de unas cremas”, apunta otro exdirigente nacional del PP de la época de Rajoy. “¿Quién les iba a decir que la semana empezaría con la noticia de que Lobato fue al notario y todo lo que ha venido después?”, se preguntan en Génova. El ambiente en todas las capas del PP es el mismo: “No sabemos cuándo tardarán. Pero esto no tiene vuelta atrás”, rematan.