La gallina

Este verano, paseando por la Carihuela, me llamó la atención un conjunto de esculturas de arena que atraían a los turistas. La más concurrida representaba una supuesta imagen de Torremolinos, pero se parecía más a un pueblo ruso: casas con nieve en los tejados pese a los treinta y cinco grados de justicia típicos del terral. Durante un instante pensé que era una protesta contra el cambio climático, pero enseguida comprendí que el escultor –que tenía pinta de ruso– simplemente no sabía hacer otra cosa.

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