Hace 25 años que ETA asesinó al exministro y dirigente del PSC Ernest Lluch en el garaje de su casa, una muerte que trascendió a sus propios allegados y que ha marcado la historia política de Cataluña y España. Su hija, Rosa Lluch (Barcelona, 1969), directora del Departamento de Historia Medieval de la UB, recuerda el legado de su padre, que fue también profesor universitario, y reflexiona sobre las lecciones de vida que dio, así como sobre la polarización y el ascenso de la extrema derecha.
No debe resultar nada fácil hablar públicamente cada vez que se recuerda el asesinato de su padre. ¿Siente una responsabilidad social?
Por un lado, hay la necesidad de pasar este duelo en solitario, que es lo que me saldría de dentro porque cada vez que piensas se te remueve todo el dolor, por más que tras 25 años pueda hablar de ello sin lágrimas. Pero, por otro, pesa un legado que tiene que conocerse. Desde el día que lo mataron, mucha gente decía «nos han matado a Ernest», hay calles y bibliotecas que llevan su nombre, y pienso que Ernest es también de todos y tenemos que estar con los que sintieron su muerte.
De la huella que dejó, ¿qué cree que es lo que continúa siendo más vigente?
Para mí, la huella más importante es el trabajo que hizo como profesor de universidad y como gran investigador del siglo XVIII. Queda de él también un legado en el ámbito del pensamiento económico que se sigue estudiando. Pero esta es mi visión personal. También se está reivindicando su papel en el sistema sanitario, más aún en estos momentos en el que hay opciones políticas que lo que quieren es privatizar la sanidad.
La línea serena de dialogar la reivindica todo el mundo, pero otra cosa es llevarla a la práctica
Se le recuerda también como un garante del diálogo, incluso ante las peores circunstancias. En un momento de polarización como el actual, ¿hay espacio para figuras que apuesten por vías serenas?
La línea serena de dialogar la reivindica todo el mundo, pero otra cosa es llevarla a la práctica. En la teoría, todo el mundo dice que hay que entenderse, pero después resulta que no encontramos puntos de conexión. No sé si es fruto de que faltan personas dialogantes, o que las cosas en los últimos años han estado muy movidas.
Rosa Lluch habla sobre los 25 años del asesinato de su padre, Ernest Lluch / JORDI OTIX
Ha defendido siempre que jamás ha sentido odio por los asesinos de su padre, que el odio no debía tener espacio.
Porque no me podían hacer más daño del que ya me hicieron. También veo que han pasado 25 años y que la persona que lo mató continúa en la cárcel. Yo no soy juez, pero pienso en todo lo que he hecho yo en estos 25 años y en que aquella persona, que tenía más o menos mi edad, sigue en prisión. Saber que no me pueden volver a hacer daño me permite también liberarme. ETA ha desaparecido, y para mí es un peligro que ya no existe.
ETA ha desaparecido, y para mí es un peligro que ya no existe
¿Tiene la necesidad de saber que está en la cárcel?
Un par de veces me han llamado del gobierno vasco para informarme de que se concedía el tercer grado a algún miembro del comando que lo mató. Y dije que muy bien, que si lo dice la ley pues lo que la ley diga. Realmente, no me interesa nada. Lo vuelvo a decir: el daño me lo hicieron a mí y nos lo hicieron a todos, pero el autor tiró 25 años a la basura. Yo nunca digo que a mi padre lo mataron, digo que mi padre murió, porque yo lo que recuerdo de mi padre es la vida; la muerte es lo único que no escogió.
Bildu tiene el derecho, como cualquier otro partido que ha sido votado democráticamente, de estar en el Congreso y de facilitar la gobernabilidad
Para usted, ¿qué significa que EH Bildu esté sentado en el Congreso?
Es una señal de salud democrática. Gente que forma parte de Bildu estaba en contra de la violencia de ETA y ponerlos a todos en el mismo saco es injusto. Cuando mataron a mi padre teníamos un presidente del Gobierno [Felipe González] que decía que, sin violencia, cualquier cosa. Pues ahora no tenemos violencia y Bildu tiene el derecho, como cualquier otro partido que ha sido votado democráticamente, de estar en el Congreso y de facilitar la gobernabilidad.

Rosa Lluch, en su despacho de la UB / JORDI OTIX
Hay formaciones políticas que continúan hablando de ETA.
Los partidos que utilizan a las víctimas me dan asco, es una vergüenza. Hablan en nombre de las víctimas pero nunca nos han preguntado qué necesitamos, qué queremos, cómo nos sentimos. Pienso que son conscientes de que nos están haciendo daño.
Los partidos que utilizan a las víctimas me dan asco, es una vergüenza
¿Cómo les están haciendo daño?
Cada vez que alguien de Vox o del PP reivindica la figura de Ernest Lluch para acusar al PSOE son conscientes de que a la familia y a los amigos de mi padre nos remueve y que, por lo tanto, nos hace daño. Eso es muy miserable, no hay que echar las víctimas a la cara de los otros, nos tienen que dejar en paz o, como mucho, preguntarnos qué necesitamos. Sobre todo estos partidos que distinguen entre víctimas de ETA y víctimas del franquismo y que creen que de unas hay que hablar y de las otras no cuando muchas son víctimas tanto de ETA como del franquismo.
Ernest Lluch, por ejemplo.
A Ernest Lluch lo reivindican como víctima de ETA, pero no porque fue detenido y torturado por la Policía Nacional. O Gorka Landaburu, que fue víctima de ETA, pero no lo reivindican por haber sido víctima del franquismo. Esto, ¿cómo lo hacemos? Y vuelvo a decir: saben lo que hacen, porque, además, se lo hemos dicho muchas veces y no solo las víctimas de un sector. La misma Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio Ordóñez, se lo está diciendo.
Su padre les pidió que, si lo mataban, no formaran parte de las asociaciones de víctimas que había en aquel momento. ¿Era ya consciente de la utilización política que se hacía?
Él era muy consciente, nos dijo que no nos dejáramos instrumentalizar.
¿Ve con preocupación el ascenso de la extrema derecha entre los jóvenes y la banalización de los regímenes autoritarios?
Me preocupa mucho. Hay una banalización del franquismo cuando se defiende que la gente vivía mejor. Tampoco he sido nunca partidaria de hacer de Franco un abuelo simpático que decía tonterías, porque no lo era. Franco fue un genocida: torturó y reprimió. Pero alguna gente joven se ha quedado con que era un abuelo simpático que tenía voz de pito. Tenemos que ser cuidadosos.

Rosa Lluch, durante la entrevista con EL PERIÓDICO / JORDI OTIX
¿Siente que a menudo a las personas golpeadas por el terrorismo se les pone una etiqueta de víctima que es reduccionista? ¿Sería más adecuado hablar de supervivientes?
Sí, yo pienso que somos supervivientes. Además, hay víctimas y víctimas. A mí no me hicieron daño físicamente y entiendo que otras personas que sí se lo hicieron lo vivan de forma distinta. Pero claro, sí, a veces molesta. Yo he hecho de todo, he sobrevivido a dos cánceres, he hecho una tesis doctoral, me dedico a dar clases, he publicado muchísimos artículos y, en cambio, en algunos momentos solo soy víctima del terrorismo. No es una etiqueta que yo haya escogido o haya querido vivir. Cada uno lleva el dolor y sobrevive como puede, no somos quiénes para juzgar a nadie. Por tanto, somos algo más que víctimas y, si no, que nos ayuden.
Se reclama saber la verdad del 17-A, pero yo también quiero saber por qué la oficina de atención a las personas afectadas por el terrorismo no se ha abierto hasta ahora
¿Entiende que no se haya reabierto hasta ahora la oficina de atención a las víctimas de la Generalitat?
Esta oficina la creó Montserrat Tura durante el gobierno del president Montilla y la cerró el president Artur Mas. Después vinieron Puigdemont, Quim Torra y Pere Aragonès, y se ve que no hubo necesidad de abrir una oficina ni cuando en 2017 hubo unos atentados gravísimos en Cataluña. Se reclama saber la verdad del 17-A, pero yo también quiero saber por qué esta oficina no se abrió.
Antes decía que Rosa Lluch ha hecho muchas cosas en estos 25 años, también una incursión en política bajo las siglas de los Comuns, y no del PSC.
Fue para mí una cuestión puntual. Consideré que era necesario que se supiera que había familias catalanas y catalanistas a los que nos dejaron solos tanto el Gobierno de Madrid como el de la Generalitat. Nos pusieron en una bolsa en la que nos llamaron unionistas sin ningún criterio. Yo puedo creer o no en la independencia de Cataluña, nunca he dicho si era independentista o no, pero puedo creer que es conveniente ahora o no. Además, no nos han explicado qué modelo de país querían.
¿Con qué lección de su padre le gustaría que se quedara la sociedad?
Con que la vida hay que vivirla, es lo mejor que tenemos y hay que trabajar y aprender siempre, no hay que dejar nunca de hacerse preguntas y de querer entender las cosas.
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