Saray Ruiz Martínez y su hermano Samuel, los hijos de Francisco Ruiz Martínez, uno de los dos fallecidos en la dana del 29-O de 2024 que siguen desaparecidos, no han estado presentes en el funeral de Estado «por repulsión». Desde el primer momento, anhelaban que se celebrara un acto para honrar «a nuestros seres queridos, estábamos muy ilusionados, pero a medida que hemos ido viendo la lista de quienes iban a estar, que Mazón se pasaba por el forro la exigencia de las víctimas y que iba a ser más de lo mismo, hemos preferido no ir. Nos parece un insulto haber metido a los verdugos con las víctimas«.
Este 29 es un día duro. Para ella y para sus hijos, dos niños entonces de 5 y 10 años, testigos mudos del momento en que su abuelo se iba calle abajo en Montserrat, arrastrado por las aguas que la habían convertido en un auténtico río , tras caer del techo del coche donde llevaban los tres encaramados desde hacía dos horas. Esa tarde -ocurrió más o menos a la hora que sonaba a deshora el EsAlert- la corriente se llevó ante sus ojos al hombre que los recogía cada tarde del colegio y que los cuidaba hasta que su madre llegaba de trabajar, mientras ellos se quedaban abrazados entre sí y al tronco de la palmera contra la que la barrancada había varado su vehículo.
«Nos creímos que era solo para las víctimas»
Así que, poder conmemorar ese día en un funeral de Estado, en un marco como el Museo Príncipe Felipe, bajo la presidencia de «la única institución que no es responsable de nada de lo mucho que se hizo mal», la Casa Real, era algo «muy importante», no solo para Saray y su hermano Samuel, sino también para esos niños, que no han recibido más soporte psicológico que el que les dio al principio el colegio público donde estudian y, solo desde este septiembre, una ONG que ni siquiera es de la C. Valenciana. Ese funeral debía ser, para todos los que perdieron a sus seres queridos sin excepción, una especie de sanación emocional, un reconocimiento y un tributo.
Llegada de Mazón y su equipo al funeral de Estado. / Francisco Calabuig
«Nos dijeron que era por y para las víctimas, y nos lo creímos, pero poco a poco se ha ido convirtiendo en otra cosa. Es indecente que esté Carlos Mazón, pero hasta lo podíamos entender, pero ¿Aznar? ¿Feijóo? Nos parece un insulto que se haya limitado el número de personas por familia a cuatro, si es que íbamos a ser los verdaderos protagonistas, para hacer hueco a todas estas personas. No sé qué pintan ahí, la verdad. Lo hablé con mi hermano Samuel y decidimos no ir, porque no nos parece bien que hayan metido a los verdugos en el mismo recinto donde están sus víctimas», expresa con dolor Saray, para quien este 29 de octubre es «un día raro» por mucho que haya intentado revestirlo de normalidad yendo al trabajo y a recoger a los niños como cualquier otro día. Pero está señalado en el calendario para siempre. «Los niños también son conscientes, claro que sí», admite.
«Hay más familias que no han querido estar»
En su caso, el dolor es aún mayor: su madre falleció el viernes, 10 de octubre, 19 días antes del fatídico aniversario. La enfermedad y la pena se la llevaron menos de un año después de que muriese su principal cuidador, Paco.
La opinión y el sentimiento de frustración de los dos hermanos no es aislado. «Hay más familias que han preferido no ir», explica Saray. Todas, por las mismas razones, porque no querían compartir espacio con muchos de los que consideran responsables de la dimensión que tuvo aquella tragedia más allá de la catástrofe natural. Pero también por las restricciones: «Había una familia que era muy extensa, y se pusieron duros con que solo podían ir cuatro, y que de ahí no se movían. Finalmente, después de mucho insistir, les dijeron que sí como quien hace un favor inmenso. Pero, para entonces, esa familia ya había decidido que no iba». Demasiados meses luchando contra una adversidad que no cesa como para batallear también por un espacio en ese funeral que se habían ganado, muy a su pesar, por derecho propio y sin tener que suplicar.
 
                