La catastrófica dana del 29 de octubre de 2024 ha obligado al Ministerio de Transición Ecológica y a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) a acelerar las infraestructuras antirriadas pendientes desde hace décadas. La propuesta del Plan para la Recuperación y Mejora de la Resiliencia frente a Inundaciones del territorio afectado por la dana de la Comunidad Valenciana que el organismo de cuenca presentó el pasado mes de junio incluye, entre otras obras, «la adecuación del nuevo cauce del Túria», la infraestructura hidráulica que salvó Valencia mientras l’Horta Sud se ahogaba. Una ampliación que pasa por excavar para ampliar el cauce interior y recrecer muretes para llegar hasta una capacidad en una primera fase de 5.800 metros cúbicos por segundo (m3/s) y hasta 7.000 en fases posteriores, frente a los 5.000 m3/segundo de capacidad prevista de esta megaobra de ingeniería cuando se construyó en 1969.
La CHJ calcula que la adecuación del nuevo cauce tendría un coste estimado de cien millones de euros, pero no la incluye en el cronograma del plan de recuperación, donde si se pone fecha a los encauzamientos de la rambla del Poyo y la Saleta, previstos ambos para 2026. El primero atraviesa los términos de Chiva, Torrent, Picanya, Paiporta y Catarroja y aportaría 700 m3 por segundo al nuevo cauce (aunque el fatídico 29-O registró picos de 2.200 m3) y el segundo cruza los términos de Aldaia, Alaquàs y Xirivella y aportaría 130 m3 por segundo al nuevo cauce. Del desvío de la Saleta, contra el que ha alegado el Ayuntamiento de Valencia, ya se están tramitando las expropiaciones de terrenos. Del encauzamiento del Poyo todavía no hay proyecto definitivo.
Mejorar la seguridad
La CHJ admite que «las soluciones proyectadas para el barranco de la Saleta y la rambla de Poyo incluyen un desvío de caudales hacia el nuevo cauce del río Turia que podría suponer un problema si por dicho cauce también circulase una avenida de proporciones extraordinarias y coincidiesen las puntas de caudal». Por ello, los desvíos de caudal al nuevo cauce del Turia «deben diseñarse de forma que no se incremente el riesgo de inundación por desbordamiento del nuevo cauce«, apunta la CHJ. Con todo, la prioridad del organismo que preside Miguel Polo serían los barrancos de los pueblos de l’Horta Sud, desprotegidos frente a nuevas inundaciones, frente a la capital que si cuenta con escudo antirriadas (el nuevo cauce y en caso muy extremo el viejo).
El denominado Plan Sur (nuevo cauce del Túria), proyectado tras la riada de 1957 que dejó un centenar de fallecidos con el objetivo de alejar el río de la ciudad, es de normal un lecho casi seco. La colosal infraestructura hidráulica tuvo su prueba de fuego mas de medio siglo después de su construcción, el 29 de octubre de 2024, cuando recibió 2.000 m3/segundo de agua, casi la mitad de su capacidad. La ciudad salió prácticamente indemne de la riada y quedó probada la eficacia de la obra hidráulica. Mientras, al sur del nuevo cauce todo era devastación, incluidas las pedanías del sur de Valencia (La Torre, Castellar-Oliveral y Forn d’Alcedo) que también quedaron anegadas.
Pese a la eficacia probada del nuevo cauce, el Ayuntamiento de Valencia sostiene, en base a las observaciones del servicio de Bomberos, que en tramos estuvo a un metro y medio de desbordarse. La alcaldesa, Mª José Catalá, reclama por ello «un nuevo plan sur», un proyecto «integral «, defiende el «cap i casal», que incluya la ampliación del nuevo cauce en paralelo al encauzamiento de los barrancos del Poyo y la Saleta.
Las obras, o el orden en que se van a ejecutar, han provocado un enfrentamiento entre la capital y algunos pueblos de l’Horta Sud. El gobierno del «cap i casal» considera prioritaria y previa al desvío de los barrancos de l’Horta Sud el recrecimiento del plan sur para evitar desbordamientos. La conexión con el nuevo cauce de los barrancos que devastaron núcleos urbanos, polígonos industriales y zonas comerciales de las comarcas de la Hoya de Buñol y L’Horta Sud, desde Chiva a Silla, sin antes ampliarlo podría comprometer la seguridad del mismo, aduce el «cap i casal».
El Ayuntamiento de Valencia justifica sus alegaciones al plan de la CHJ para la Saleta. El propio plan de recuperación de la Confederación, explica el concejal del Ciclo del Agua, Carlos Mundina, «reconoce, precisamente, la necesidad de ganar capacidad en el nuevo cauce así como el incremento de caudal que supondrá desviar los dos barrancos Poyo y la Saleta». Las alegaciones, que incluyen obras de mejora en las pedanías del sur para evitar nuevas inundaciones, le han valido las críticas de varios ayuntamientos de l’Horta Sud que defienden, ante la constatación de que el cambio climático ha agravado y aumentado la frecuencia de los temporales, la urgencia de canalizar los barrancos para evitar tragedias como la de hace un año. El alcalde de Aldaia, Guillermo Luján, ha sido muy crítico con Valencia por intentar parar el plan, avalado por los técnicos.
Preguntado al respecto, el catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universitat Politècnica de Valencia, Félix Ramón Francés, experto en inundaciones que ha trabajado con la CHJ en la elaboración de los planes antiinundaciones advierte de que en un escenario como el de la dana de hace un año «si sumas todos los caudales de la barrancada con una crecida del Túria disminuirá el nivel de protección del nuevo cauce». La infraestructura, apunta el experto, «es mejorable».
¿Qué hubiera pasado en Valencia nuevo cauce?
Es difícil y aventurado predecirlo pero una pregunta que viene a la mente es qué hubiera pasado el 29 de octubre si no hubiera estado hecho el nuevo cauce. Félix Francés apunta que el viejo cauce podría haber soportado la crecida de 2.000 m3 que registró el Túria. Aún con el vertido de los colectores el viejo cauce «hubiera sido seguro», apunta. En la Riada de 1957 se registraron 3.500 m3/segundo, una crecida mayor que la de hace un año que desbordó por completo la capacidad del viejo cauce, estimada en 2.300 m3/segundo, que inundó la ciudad donde el agua llegó a alcanzar los cinco metros de altura.
Aunque el nuevo cauce es una potente barrera frente a las riadas, el riesgo de que el Jardín del Turia se inunde no es cero. Si una crecida del Turia superase la capacidad actual del nuevo cauce (que con datos actualizados se estima en 4.500 m3 por la acumulación de sedimentos), el agua podría volver por su cauce e inundar no solo el jardín sino también las edificaciones que hay dentro, el Palau de la Música, la Ciutat de les Arts y l’Oceanogràfic. «La probabilidad es pequeña pero no nula y hay que tener un mínimo de preparación, por si pasa para que lo que hay dentro no se inunde, como ya ha ocurrido«, apunta Francés, en alusión a la inundación del Palau de les Arts en 2007.
Añade el experto que en este año transcurrido tras la dana «ha habido avances, pero estos no deben ir no solo a reparar infraestructuras dañadas». «Hay que ir más allá», señala Francés, que valora medidas como la licitación de un sistema de predicción de caudales por parte de la CHJ. También la revisión del Patricova por parte de la Generalitat, que «ha sido una buena herramienta pero debe revisarse», especialmente, la cartografía de zonas inundables, que ha quedado obsoleta. También ha habido cambios en la normativa urbanística, como la idea de subir a las primeras plantas los aparcamientos, pero «hay que ser más duros».
Un río que cambió de cauce
La riada de 1957, que dejó una cifra oficial de un centenar de fallecidos (aunque podrían haber sido muchos más porque entre las víctimas había muchas personas sin censar que habitaban las infraviviendas construidas en el cauce del río), cambió para siempre la fisonomía de la ciudad. La catástrofe social y económica fue de tal magnitud que el Gobierno de Franco no tuvo más remedio que adoptar decisiones.
Nueve meses después se presentó la solución sur para desviar el río Turia a su paso por Valencia, una obra colosal proyectada por el ingeniero valenciano Claudio Gómez Perreta (reconocido este año como hijo adoptivo a título póstumo del «cap i casal» ) que supuso la construcción de un nuevo cauce ubicado tres kilómetros al sur de la ciudad, de unos 12 kilómetros de longitud y 175 metros de ancho, capaz de desaguar 5.000 metros cúbicos por segundo.
Las obras del denominado «Plan Sur», el nuevo cauce, no comenzaron hasta1964 y finalizaron en 1973. En su construcción se usaron 1.400.000 m3 de hormigón y 3 millones de toneladas de piedras para el fondo del cauce. Sin embargo, toda la Solución Sur, con sus puentes, viales marginales y accesos ferroviarios, no se acabó hasta 1972. Una pequeña parte de la obra, que costó 7.000 millones de pesetas, se pagó con los famosos sellos del plan sur, una aportación de 25 céntimos que los valencianos hacían cuando enviaban cartas por correo.
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