Darwin tenía razón: las señales en los sistemas de comunicación vocal innatas y aprendidas están relacionadas entre sí desde el punto de vista evolutivo. Las primeras son la base de las segundas, incluso en el lenguaje humano. Aves separadas entre sí por miles de kilómetros de distancia y millones de años de evolución comparten vocalizaciones de alarma aprendidas similares para identificar a enemigos cerca de sus nidos, según ha revelado un estudio internacional con participación española.
Los resultados de la investigación, publicados en la revista ‘Nature Ecology & Evolution’, exponen el primer ejemplo conocido de una vocalización animal que se aprende a partir de una respuesta innata compartida por múltiples especies. Este descubrimiento ofrece una visión única del papel que la selección natural desempeña en la evolución de los sistemas de comunicación vocal y aporta nuevas pistas sobre los orígenes del lenguaje humano.
El estudio, dirigido por investigadores de la Universidad Cornell, en Estados Unidos, y de la Estación Biológica de Doñana-CSIC, en Sevilla, revela que este fenómeno ocurre cuando aves parásitas, como los cucos, depositan sus huevos en los nidos de otras especies, forzando al anfitrión a criar a sus polluelos, en detrimento de su propia progenie.
Cuatro continentes, mismo quejido
La investigación reveló que más de veinte especies de aves diferentes, distribuidas en cuatro continentes, producen vocalizaciones de ‘quejido’ casi idénticas cuando avistan un ave parásita en su territorio. La similitud es tal que especies de lugares tan distantes como Australia, China y Zambia utilizan la misma llamada para identificar a sus parásitos, a pesar de no haber tenido nunca contacto entre ellas. Los científicos se preguntaban cómo era posible esta convergencia.
Un cuco es alimentado por un carricero común. / Per Harald Olsen
La respuesta parece residir en una combinación única de instinto y aprendizaje. Cuando un ave escucha esta llamada de advertencia, instintivamente se acerca a investigar la amenaza. Es en ese momento, según los investigadores, cuando las aves comienzan a absorber las claves de su entorno, en un proceso que el coautor del estudio Damián Blasi, científico del lenguaje de la Universidad Pompeu Fabra y coautor del estudio, denomina «transmisión social«.
«Es entonces, cuando las aves absorben las pistas que las rodean y el pájaro aprende cuándo producir el sonido en el futuro», explica James Kennerley, coautor principal del estudio. Este descubrimiento sitúa a la llamada de quejido en un punto intermedio crucial dentro del espectro de la comunicación.
Cooperación para la defensa
«Lo fascinante de esta llamada es que representa un punto medio entre las vocalizaciones instintivas que a menudo vemos en los animales y las unidades vocales completamente aprendidas, como las palabras humanas», señala William Feeney, coautor principal del estudio. Esta dualidad desafía la visión tradicional de una división absoluta entre los sistemas de comunicación animal y el lenguaje humano.
El estudio también puso de manifiesto que las especies que producen la llamada de quejido tienden a habitar en áreas con redes complejas de interacciones entre parásitos de cría y sus hospedadores. La cooperación se vuelve esencial para la defensa contra los intrusos.

Ejemplar de cuco común en vuelo. / Chris Romeiks/vogelart.info
«Con las aves trabajando juntas para ahuyentar a los parásitos, comunicar cómo y cuándo cooperar es realmente importante, así que esta llamada aparece en partes del mundo donde las especies son más afectadas por el parasitismo de cría», afirma Kennerley. El resultado es que la evolución de la vocalización de quejido «está afectando los patrones de comportamiento cooperativo entre las aves de todo el mundo», añadió.
«Un paso evolutivo fundamental»
El vínculo entre el sonido innato de quejido y la respuesta aprendida por el ave es lo que confiere a este estudio su carácter excepcional. Los autores sugieren que este mecanismo podría reflejar «un paso evolutivo fundamental», como Charles Darwin llegó a especular.
«Por primera vez, hemos documentado una vocalización que tiene componentes tanto aprendidos como innatos, lo que potencialmente muestra cómo las señales aprendidas podrían haber evolucionado a partir de llamadas innatas, de una manera que Charles Darwin sugirió por primera vez. Es como ver cómo la evolución puede permitir a las especies dar significados aprendidos a los sonidos», apunta Feeney.
Las implicaciones de este trabajo trascienden el mundo de la ornitología. Los hallazgos sugieren que los sistemas de comunicación aprendidos, como es el caso del lenguaje humano, podrían haber evolucionado mediante la integración gradual de elementos instintivos y aprendidos, en lugar de surgir de forma completamente independiente, como se creyó durante mucho tiempo.
Un ‘continuum’ evolutivo
Esta perspectiva unifica la comunicación animal y humana en un ‘continuum’ evolutivo, en el que los gritos de alarma innatos de nuestros ancestros más lejanos podrían haber sido la materia prima sobre la que se construyeron los primeros símbolos y palabras, exponen los autores.
Los investigadores anticipan que futuros estudios sobre este mismo principio en otros grupos de animales podrían seguir desentrañando los misterios de uno de los mayores logros de la evolución: la capacidad de aprender y compartir significado a través del sonido.