La conserva alerta de la pérdida de competitividad por el arancel de la UE al acero: «Es una losa»

La puesta en escena que el pasado 2 de abril protagonizó Donald Trump en su primer Día de la Liberación no dejó indiferente a nadie. El presidente estadounidense dio un envalentonado discurso ante la atenta mirada de su público, que celebraba y sonreía nada más ver la tabla que sostenía. Una lámina negra, alta como el republicano, que recogía los «aranceles recíprocos» que Washington presentaba al mundo. Toda una declaración de intenciones de la que al final, entre idas, venidas, vaivenes, negociaciones y acuerdos, poco queda, pero que ha infundido un clima de guerra comercial que ya late más allá del país americano. Hasta la Unión Europea ha disparado ahora contra China —en sentido figurado— con un tarifazo del 50% que plantea imponer al acero extracomunitario a partir de junio de 2026 para blindar así su siderurgia. Un gravamen que duplicará al actual y que no se queda ahí: Bruselas, además, recortará a casi la mitad la partida que se librará del mismo. Una medida que no han tardado en aplaudir el sector productivo —con la subida, sus manufacturas y fundiciones serán mucho más competitivas— y contra la que ha cargado con igual intensidad la rama transformadora —que pagará ese precio—.

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