Cuando evocas que así como los nazis infravaloraron a los judíos del gueto de Varsovia que se levantaron contra ellos el 16 de abril de 1943 y a quienes tuvieron que sofocar a sangre y fuego durante un mes, hasta el 16 de mayo de 1943, Benjamín Netanyahu y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), el ejército israelí, minusvaloraron la capacidad de Hamás, Jihad Islámica y otras organizaciones palestinas para derribar el muro del mayor campo de concentración de la historia en que Israel convirtió a la Franja de Gaza, te responden que la analogía no puede ser más errónea. Pero la realidad es que había que contar, al menos en teoría, con que los judíos del gueto de Varsovia iban a decir basta, del mismo modo que era elemental un intento de los palestinos del «campo de concentración de Gaza» de derribar el muro.
El Gobierno de Netanyahu ha bloqueado hasta ahora la investigación de los hechos del 7 de octubre de 2023. Los intentos de crear una comisión parlamentaria de investigación han sido un viaje a ninguna parte. La creación dentro de las FDI de una comisión para investigar la incapacidad militar para prevenir el ataque, muy criticada por la ultraderecha israelí, tampoco ha arrojado resultados.
Ahora empieza, pues, una fase política en la que esa investigación por fin podría arrojar algo de luz sobre los acontecimientos que condujeron al 7 de octubre de 2023, lo que ocurrió, más exactamente de lo que se conoce hasta ahora durante dicha jornada.
Tampoco será fácil porque Israel entra en una etapa preelectoral próximamente que se prevé larga y ajetreada. Las elecciones legislativas para elegir a los 120 diputados de la Knesset (Parlamento) tienen que realizarse a más tardar el 27 de octubre de 2026.
Que Netanyahu, su Gobierno y las FDI contaban con amplia información de lo que se cocía muy cerca, en la Franja de Gaza, no es una noticia, como tal. Ya hemos dado cuenta de ello en estas páginas. Una información, por cierto, muy precisa que, comparada con lo que luego tuvo lugar, deja los pelos de punta por su parecido, al tiempo que el Gobierno de Egipto alertó a las autoridades israelíes de una posible operación, datos que han dado lugar a las teorías conspirativas sobre la «tolerancia» de Netanyahu -para sus propios fines- con la acción de Hamás, Jihad Islámica y otras milicias palestinas.
Pero no es la primera vez que Israel se ha visto sorprendida por sus adversarios. La primera gran operación que cogió desprevenido al Ejército israelí fue la guerra del Yom Kippur de 1973 lanzada por Egipto. La inteligencia falló completamente. Una comisión de investigación concluyó que los servicios de información israelís habían subestimado al ejército egipcio.
La total falta de previsión por parte de Israel -asumiendo que se ha tratado de un fallo- el 7 de octubre de 2023 derivó en una operación, según varias fuentes consultadas, diferente tanto respecto de la que había sido planificada por Hamás -cuyo diseño conocía desde julio de 2022 el ejército israelí- como de los resultados conseguidos.
El objetivo central de esta operación, además de mostrar que la seguridad de Israel era un mito, era capturar un número de rehenes militares israelís para intercambiar por varios miles de militantes palestinos presos en las cárceles israelís.
En primer lugar, diferentes grupos de palestinos armados y civiles, que no conocían el plan original, atravesaron la Franja de Gaza y secundaron a los asaltantes. También capturaron a personas que no formaban parte del plan original. Y, en segundo lugar, la respuesta improvisada del ejército israelí -desbordado- que lanzó al campo de batalla a helicópteros Apache con órdenes de disparar a todo lo que se moviera, amplificó la violencia.
Se ha dicho, y con razón, que la orden de disparar se basaba en una antigua práctica del ejército, la llamada directiva Aníbal, el general cartaginés, Aníbal Barca, que prefirió suicidarse a ser prisionero de los romanos, puesta en marcha en 1986, tras el secuestro de tres soldados israelíes por las milicias de Hizbulá. La directiva consagró que un soldado israelí muerto era preferible que caer en manos de los palestinos.
Pero, según otras fuentes, no fue solamente la directiva Aníbal la que puede explicar la cantidad de muertes de esa jornada. Hay testimonios que, precisamente, adjudican muchas muertes a los disparos desde los helicópteros israelís -fueron utilizados 28 que tuvieron que repostar para volver a cargar municiones que agotaron en su primera respuesta- que actuaban a diestro y siniestro sin plan organizado de respuesta. Estos helicópteros con extraordinarias rondas de disparos y lanzamientos de bombas fueron los que destruyeron casas y automóviles.
Y a esta respuesta a la desesperada se le atribuye también muchas muertes israelís de familias israelís. Todos los datos, pues, requieren ser sometidos a una investigación de carácter independiente.
Netanyahu se ha negado estos dos años a que se realice ninguna investigación, porque es evidente que la responsabilidad de la falta de previsión -descartando las teorías conspirativas- es una negligencia de carácter político y de seguridad. Y apunta a él mismo y a la cúpula política y militar.
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