Aryna Sabalenka no tiene nada que probar. La fuerza de su tenis, su evolución y depuración y el control mental, aún no de titanio pero increíblemente reforzado para lo que solía ser la bielorrusa, han dado todos los argumentos para que la jugadora, de 27 años, lleve desde octubre de 2024 como número uno del mundo. Lo que le le faltaba, como necesidad personal, como ansia de este 2025 de consolidada consistencia, era poner el lazo de un grande, el cuarto de su carrera. Y loa conseguido, de manera convincente, indiscutible, este sábado en Nueva York.
En la misma pista Arthur Ashe donde ganó el año pasado a Jessica Pegula, Sabalenka ha vuelto a rugir ante otra estadounidense, Amanda Anisimova, que en Wimbledon le apeó de la lucha por el título en semifinales.
Lo ha hecho en una hora y 34 minutos y por 6-3 y 7-6 (3) en un partido que como se esperaba ha sido un duelo de potencia pero donde, como también se anticipaba, Sabalenka ha impuesto su fuerza, su agresividad y su tino (15 errores no forzados frente a los 29 de Anisimova).
Con esa victoria la número uno se ha embolsado cinco millones de dólares, el premio que debuta en esta edición. Se ha convertido en la primera jugadora que revalida el Abierto de Estados Unidos desde que Serena Williams ganara aquí entre 2012 y 2014. Pero sobre todo ha conquistado sus propias metas.
Lecciones
Estos días pasados en Nueva York Sabalenka dejaba claro que solo ganar le servía, especialmente tras haberse quedado a las puertas en Australia, donde ha sido dos veces campeona, y en Roland Garros. En ambos casos le frenaron estadounidenses: Madison Keys en Melbourne y Coco Gauff en París. Y este sábado, antes de salir a la pista, prometía hacer “lo posible y lo imposible” para evitar que Anisimova, que le había ganado en seis de sus nueve encuentros anteriores, hiciera lo mismo.
“Quiero probarme a mí misma que he aprendido de las duras lecciones y que puedo hacerlo mejor”, había dicho también Sabalenka un par de días antes de la final. Y ya con la copa neoyorquina entre las manos ratificaba el dulce sabor de la victoria tras derrotas amargas. “Todas esas duras lecciones merecieron la pena”.
El título neoyorquino demuestra también el voraz apetito de campeona de Sabalenka, a la que no le saciaban ni el número uno, ni las 56 victorias este año (23 en los grandes), ni otras estadísticas. Y el logro y la emoción habían quedado simbolizadas viéndola arrodillada en el cemento de Arthur Ashe, la cabeza recogida entre los brazos durante segundos, antes de levantarse, con lágrimas y sonrisas.
Anisimova, prometedora
Para Anisimova, mientras, la entrada en el Olimpo deberá seguir esperando. A sus 24 años, y dos después de volver al circuito tras pasar en 2023 meses de sabático voluntario para cuidar de su salud mental, afectada especialmente tras la inesperada muerte de su padre y entrenador en 2019, ha tocado la puerta dos veces.
Este año la tenista de Nueva Jersey, hija de rusos que llegaron a EEUU tras haber considerado instalarse en España para dar opciones al tenis de la hermana mayor de Amanda, llegó a la final a Wimbledon. Era la primera estadounidense que no se apellidara Williams que luchaba por el título en la histórica hierba desde 2005. Y encajó el durísimo golpe de un doble 6-0 frente a Iga Swiatek pero no se hundió y esta semana en Nueva York fue capaz de superar a la polaca en cuartos de final.
Campeona junior en Flushing Meadows en 2017 (cuando ganó a Coco Gauff) ha llegado a luchar por el título. El freno que ha supuesto el muro de Sabalenka hacía la decepción evidente, pero también lo es la promesa del nivel que ha mostrado en Nueva York.
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