Uno de los grandes tópicos del sector del vino es la ‘dificultad’ que supone adentrarse en este mundo de una de las bebidas más antiguas de la humanidad. Decenas de variedades de uva y, durante las últimas décadas, cientos (miles si lo extendemos al ámbito internacional) de denominaciones e indicaciones geográficas que hacen referencia al origen del producto como uno de los argumentos a la hora de decantarnos por una u otra botella. Generaciones anteriores se limitaban a clasificar los vinos a partir de un pequeño puñado de variedades de uva (Tempranillo, Monastrell, Verdejo, Macabeo o Albariño) y apenas tres o cuatro zonas vitivinícolas (lo que se conocía como las tres erres: Rioja, Ribera y Rueda). Aunque algo más lioso, pero afortunadamente para el sector, hoy el aficionado del vino tiene cientos de opciones para elegir un tipo u otro de vino en función del varietal y la zona de procedencia.
En España encontramos a fecha de hoy algo más de ciento cuarenta apelaciones geográficas entre denominaciones de origen, indicaciones geográficas y vinos de pago (el último sello de calidad aprobado por el Ministerio de Agricultura). La Unión Europea reconoce de manera genérica dos figuras de calidad para los vinos elaborados en sus territorios, las IGP(Indicación Geográfica Protegida) y las DOP (Denominación de Origen Protegida). No obstante, cada país puede, a su vez, reconocer otras figuras de calidad al abrigo de estas dos siglas genéricas. En España, bajo el paraguas de la IGP únicamente se incluye el reconocimiento ‘Vino de la Tierra’, sello que se ubica en la parte baja de la pirámide de calidad. En cambio, bajo el amparo de la DOP europea España plantea cuatro distinciones clasificadas de menor a mayor protección como ‘Vino de Calidad’ (VC), ‘Denominación de Origen’ (DO), ‘Denominación de Origen Calificada’ (DOCa) y ‘Vino de Pago’ (VP).
De las más de 140 apelaciones geográficas que existen en España, solo dos cuentan con el sello DOCa, Priorat, en Cataluña; y Rioja, en este caso de carácter supraautonómico al comprender entre sus territorios a zonas de varias Comunidades Autónomas. En el caso del sello VP el listado aumenta hasta la veintena, la mayoría de ellas localizadas en Castilla La Mancha. El resto se reparten entre DO, VC y VT a lo largo de 17 Comunidades Autónomas. Andalucía, con 24 apelaciones por su origen, es la que más zonas de elaboración concentra, seguida de Castilla La mancha con 21 y Castilla León con 17. Existen cuatro zonas certificadas de carácter supraautonómico, la ya citada DOCa Rioja, las DO’s Cava y Jumilla y la VT Ribera de Quiles.
Por lo que respecta a la Comunitat Valenciana, en la actualidad se reconocen ocho áreas delimitadas con sello de calidad reconocido además de la DO Cava (presente en cinco Comunidades Autónomas, entre ellas la valenciana con Requena como único término municipal reconocido en su reglamento). Se trata de las Denominaciones de Origen Alicante, Valencia y Utiel-Requena; los Vinos de Pago El Terrerazo, Chozas Carrascal, Los Balagueses y Vera de Estenas (todos localizados dentro de la provincia de Valencia, en la comarca Requena-Utiel) y la VTCastelló, conocida también como IGP Vins de Castelló.
Ante esta atomización de apelaciones geográficas los amantes del vino tenemos dos opciones… rendirnos y dejarnos llevar por una variedad de uva concreta que satisfaga nuestro paladar o, la que yo recomiendo, que no es otra que aventurarnos a descubrir nuevos vinos y diferentes formas de entender la enología descorchando botellas de zonas desconocidas que a buen seguro tendrán la suficiente capacidad de sorprendernos para continuar disfrutando de las bondades de una de las bebidas más antiguas del mundo.