La capacidad planetaria para almacenar emisiones de carbono en formaciones geológicas es de 1.460 gigatoneladas, según un nuevo estudio. Es probable que este límite máximo se alcance en el año 2200 si siguen los escenarios actuales de mitigación del calentamiento global: frente a esto, los países deberían reconsiderar el papel del almacenamiento de carbono en sus planes para reducir las emisiones.
Un estudio internacional publicado ayer en la revista Nature advierte que la capacidad segura y práctica del planeta para almacenar dióxido de carbono (CO₂) en formaciones geológicas es mucho menor de lo pensado anteriormente: alrededor de 1.460 gigatoneladas de CO₂.
De utilizarse en su totalidad, esta capacidad solo reduciría en 0,7 °C las temperaturas globales. Este tope, calculado a partir de un análisis global de cuencas y basado en criterios de riesgo, convierte al almacenamiento subterráneo en un recurso finito y limitado, no en una solución «mágica» e interminable para revertir el calentamiento global.
Límites claros
Los autores, liderados por Matthew Gidden en el International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA), en Austria, evaluaron cuencas sedimentarias de todo el mundo y descartaron zonas que entrañan riesgos para la salud humana, el agua potable o la estabilidad sísmica, así como emplazamientos demasiado superficiales, excesivamente profundos o prohibitivos por coste.
Cuando se consideran solo los sitios que pasan ese filtro de seguridad, la capacidad global se reduce claramente respecto a cifras industriales previas. Según una nota de prensa, algunas estimaciones del sector llegaban a sugerir hasta 14.000 gigatoneladas de capacidad técnica, una diferencia de casi diez veces respecto al nuevo límite planteado.
El estudio examina además el impacto climático de explotar íntegramente ese volumen “prudente” de almacenamiento. Incluso suponiendo que todo ese espacio se destinara exclusivamente al almacenamiento de CO₂, y sin emisiones adicionales, la reducción máxima de la temperatura global sería de apenas 0,7 °C. Ese efecto es mucho menor que el sugerido en algunas proyecciones previas, que imaginaban caídas de varios grados aprovechando todo el potencial técnico de almacenamiento.
Una herramienta complementaria
El análisis indica que muchas de las naciones con mayor potencial práctico de almacenamiento de carbono son precisamente grandes productores de combustibles fósiles, lo que plantea dilemas de justicia intergeneracional y territorial y reclama criterios transparentes de asignación y cooperación internacional. Los autores insisten en que el almacenamiento geológico no debe emplearse para justificar la permanencia de emisiones evitables, sino como herramienta limitada y complementaria a reducciones drásticas de emisiones.
Referencia
A prudent planetary limit for geologic carbon storage. Matthew J. Gidden et al. Nature (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41586-025-09423-y
Felipe Bravo, experto de la Universidad de Valladolid que no participó del estudio, indicó a Science Media Centre España que los costes reales del proceso (captura, transporte y acondicionamiento del CO₂) podrían reducir aún más la eficacia neta de estas estrategias, disminuyendo la “capacidad práctica” cuando se consideran las emisiones y los gastos energéticos asociados a todo el ciclo. De esta manera, la investigación refuerza la necesidad de priorizar soluciones diversas, incluidas las basadas en la naturaleza, y de ser cautelosos con las promesas tecnológicas simplistas.
El trabajo incorpora además una herramienta interactiva que permite explorar mapas por país y evaluar escenarios de uso prudente del almacenamiento, pensada para ayudar a responsables políticos a trazar rutas más realistas y equitativas. En definitiva, el subsuelo es una reserva finita que exige decisiones urgentes y transparentes si se quiere utilizar sin hipotecar el futuro climático.