La humanidad avanza en algunos aspectos, pero retrocede en otros muchos. La filosofía del bienestar animal, como protocolo para tratar a los seres vivos de los que nos alimentamos, o servimos, es uno de estos logros, impensable hace pocos años.
A riesgo de parecer raro, quiero hoy hablar de un envase, de un envase de leche, semidesnatada para más precisión. Se trata de un tetrabrik de una cadena alemana, todo un prodigio. En apenas unos centímetros contiene una exuberante información sobre la bebida y, además, está repleto de buenos consejos.
El diseño es sencillo y cautivador. Predominan los colores verdes (de la naturaleza) y blanco del producto, una imagen común en el sector.
En el centro destaca un apetitoso vaso, donde se vierte un no menos atractivo chorro de leche.
Lo que más llama la atención es el mensaje de que el producto cumple un certificado internacional sobre el bienestar animal. Uno toma la leche en el desayuno, medio dormido, y lo último en lo que piensa es en las vacas. Error.
El código se basa en cuatro puntos: buena alimentación, buena salud, buen alojamiento y comportamiento apropiado. Los animales comen bien, disponen de asistencia veterinaria, descansan en un cómodo establo y sus cuidadores los tratan de maravilla. ¿Qué más se puede pedir?
Cada apartado está ilustrado con un dibujito: dos vacas felices, un granjero entrañable y una granja que parece un hotel rural. Si alguien quiere profundizar en esta nueva economía más respetuosa puede hacerlo en una web.
La caja lleva un tapón que no se despega, una obligación legal para mejorar el reciclaje. La tapa también está hecha con caña de azúcar. Aquí entran dudas sobre dónde depositarla: en el contenedor marrón, de residuos orgánicos, o en el amarillo, de envases. El prospecto lo aclara: es el amarillo.
La leche es española, para orgullo de patriotas. Los proveedores radican en Lugo y están perfectamente identificados. Constan sus respectivos registros oficiales nacionales y de la Comunidad Europea. También aparece el preceptivo código de barras.
En un lateral nos ilustran con una catarata de datos sobre el alimento, su fecha de envasado y forma y lugar apropiado de conservación. La información nutricional también es apabullante, con cifras sobre la ingesta apropiada para un adulto medio, un concepto un tanto ambiguo.
Sabemos que la leche se vende normalmente por litros, pero el producto insiste en que contiene 4 raciones de 250 mililitros, o sea un litro. Por si andamos mal de matemáticas.
Deberíamos ocuparnos también del bienestar de las personas. Ofrecer a los hombres (a todos) comida, alojamiento, sanidad y un trato adecuado. La Carta de los Derechos Humanos se proclamó en 1948. Ha sido un gran progreso, pero en la mayor parte de la tierra es papel mojado.
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo», dijo Jesús hace dos mil años. Este mandamiento apenas se cumple. Choca con el egoísmo individual y colectivo, tan innato al género humano.
La crisis habitacional impide a muchas personas acceder en Mallorca a una vivienda digna, sea en régimen de propiedad o de alquiler. La sanidad pública es aceptable, pero podría mejorar substancialmente. En determinadas situaciones, es mucho más rápida la oferta privada.
Los alimentos, físicos y espirituales, son muy caros en las islas, mientras que los sueldos medios son bajos e inferiores a los de otras Comunidades. El trato por parte de las Instituciones es correcto, aunque hay colectivos, como los sintecho o los sin papeles, que suelen quedar al margen del sistema. ¿Para cuándo un mensaje de bienestar humano en los envases?
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