En gran parte de España, agosto es sinónimo de persianas bajadas, carreteras despejadas y actividad empresarial ralentizada. Sin embargo, en Mesía (A Coruña), la fábrica gallega de tejas Verea desafía esa tradición estival. Para esta compañía, el calor no es excusa para parar, sino la razón para acelerar el ritmo.
“El 70% de la facturación nacional se concentra entre mayo y octubre, cuando hay menos lluvias. No tenemos otro remedio que trabajar en verano porque es donde concentramos las ventas y necesitamos dar salida al stock”, explica Manuel Verea, director comercial de la empresa.
La producción no solo se mantiene por la demanda nacional. Verea recuerda que la compañía es una industria gas intensiva y electrointensiva, con hornos de 170 metros de largo que resultaría prohibitivo apagar. Por eso opera de forma continua, 24 horas al día y siete días a la semana. “Tenemos líneas especializadas por mercados. Cuando baja la demanda nacional, pasamos a exportación y viceversa, optimizando costes energéticos y manteniendo al personal en activo”, añade.
En España, el verano es la temporada fuerte para instalar cubiertas; en cambio, en el Caribe y Centroamérica —destinos clave para la empresa— la actividad repunta en la estación seca, a partir de octubre. Estados Unidos, República Dominicana, Panamá, El Salvador, Guatemala, Honduras, Jamaica o Chile figuran en su mapa de exportaciones.
El transporte puede representar entre un 30% y 40% del precio final, pero la compañía compite gracias a tecnología y calidad. “Aunque la mano de obra allí es más barata y no tiene coste logístico, nosotros ofrecemos un producto de mayor calidad, reconocido en el mercado, y eso el cliente lo valora”, señala Verea.
En 2025, la exportación rondará el 40% de la producción, lejos del 60% alcanzado en años anteriores debido a la volatilidad del comercio internacional y a la guerra arancelaria con Estados Unidos. El reciente acuerdo que fija un arancel universal del 15% —frente al 13,5% anterior— ha aportado algo de estabilidad, aunque las “idas y venidas” han frenado la inversión y, con ello, las ventas.
La captación de personal cualificado es otro de los grandes desafíos. La ubicación rural de la planta dificulta atraer perfiles técnicos como electromecánicos, mecánicos o especialistas en mantenimiento. “El talento existe, pero hay que formarlo. El problema es que la FP no atrae suficientes estudiantes: en un centro de A Coruña, el segundo curso de electromecánica tenía solo cuatro alumnos”, lamenta el director comercial.
La estrategia de la empresa pasa por incorporar trabajadores de la zona que valoren la calidad de vida en el rural y evitar desplazamientos largos que, en un mercado laboral muy competitivo, podrían empujarles a aceptar otras ofertas. “Competimos con gigantes que ofrecen condiciones muy atractivas; si no tienes el trabajo cerca, es difícil retenerte”, apunta Verea.
Innovación y sostenibilidad.
Aunque la teja cerámica se usa desde hace más de 2.000 años, la compañía coruñesa sigue apostando por la innovación. Más allá de formatos o colores, el foco está en sistemas completos de cubierta que reduzcan tiempos de instalación, requieran menos mano de obra y mejoren la eficiencia energética.
Fotos de la teja colocada, en concreto, de la Gama Eternal, Teja Marsella Roja. / ECG
Hace dos años, Verea inauguró una nueva planta y lanzó la gama Eternal, tejas mixto-planas que completan su catálogo y le permiten cubrir todas las tipologías del mercado. La inversión supuso un aumento del 30% de la plantilla.
Además, la empresa ha certificado sus sistemas con sellos como Spaceship House y AENOR, que avalan su sostenibilidad, la optimización de procesos productivos y el menor impacto ambiental. “La idea no es cambiar la forma de la teja, sino desarrollar nuevos sistemas de instalación más eficientes y sostenibles”, concluye el director comercial.