El Barça ganó un punto en Vallecas gracias a una majestuosa actuación de Joan Garcia. Sobrevivió a un horrible partido, sin juego ni capacidad de reacción en la segunda mitad.
A remolque del Rayo
No estuvo cómodo el Barça. No tenía el control. Entre el césped, que se encontraba en un estado infame, y la presión del Rayo se vivieron momentos de máxima preocupación para el equipo de Flick. No estaba fino porque el partido entró en el ‘territorio Vallecas’, o sea en un ida y vuelta peligroso para los azulgranas. No había apenas rastro de Pedri. O sea, el peor síntoma para el Barcelona. Si la pelota no pasa por los pies del mágico centrocampista canario todo se complica.
A pesar del gol de Lamine, tras un penalti muy discutido por el Rayo, no se sentía con la autoridad suficiente para imponer su ley. Entre De Frutos, Isi y Álvaro García rompían, una y otra vez, a un equipo que vivió una caótica primera mitad. No tenía juego, aunque sí dispuso de ocasiones, pero no enfocó bien. Estaba deslabazado el campeón, sin el hilo de continuidad que suele tener. Hasta el 46% de posesión tuvo el Rayo en la primera mitad; el 54% perteneció a un extraño Barça.
Dani Olmo, el jugador del Barça, pelea por el balón con Isi, el futbolista del Rayo, en Vallecas. / Ap / Manu Fernandez
Dani Olmo, errático
Al tercer partido, Dani Olmo alcanzó la titularidad. Y fue, curiosamente, en Vallecas, el estadio donde debutó hace justamente un año. Tuvo entonces un impacto espectacular en el triunfo azulgrana. Pero en su retorno al barrio no se le vio con la clarividencia necesaria. En Vallecas se necesita más que nunca calma y paciencia. Calma que no proporcionó el exjugador del Leipzig.
Ni tampoco la paciencia adecuada para ajustar su disparo, ya en el tiempo añadido de la primera mitad, cuando el balón se le quedó botando en la frontal del área pequeña. Dani Olmo desperdició una clarísima ocasión que provocó una imagen inusual de Flick. Al alemán se le vio tremendamente irritado con ese error -habría sido el 0-2 y, tal vez, el control definitivo un partido incontrolable-, mientras el futbolista masticaba en silencio su decepción, consciente de que había malgastado de forma imperdonable esa gran ocasión.

Christensen, el defensa del Barça, se adelanta a Isi Palazón, el jugador del Rayo, en Vallecas. / EFE
Revolución sin éxito en la defensa
Cambió la defensa. Solo mantuvo Flick a Balde, que padeció en los balones a su espalda servidos por el Rayo, porque todo lo demás era nuevo. Retornó Koundé a ser el lateral derecho. Eligió el alemán a un eje nuevo integrado por Eric Garcia (central diestro) y Andreas Christensen (central zurdo). Con estas drásticas medidas se quedaban en el banquillo Araujo y Cubarsí. Sufrió esa estructura defensiva en la primera mitad, tan arriesgada y ‘flickniana’ como siempre.
O sea, vivía a 50 metros de Joan Garcia, su portero. Vivía pisando siempre la línea del centro del campo, intentando provocar que los delanteros del Rayo cayeran en fuera de juego. A la hora de partido ya habían caído cinco veces en posición ilegal los rivales del Barça. A Christensen se le vio activo y atento en un par de acciones de valor gol porque interrumpió un remate rayista. Eric regaló un balón en la salida del juego que acabó en gol anulado a De Frutos porque estaba en fuera de juego. Y el gol válido llegó a la salida de un córner horriblemente mal defendido por el Barcelona que dejo solo a Fran Pérez.

Joan Garcia detiene un balón a tiro de Pedro Díaz, este domingo en Vallecas. / AP
Y Joan Garcia le dio un punto al Barça
Era su tercer partido como portero del Barça. No lleva ni un mes a nivel oficial. Pero completó un encuentro monumental con intervenciones decisivas, tanto en la primera mitad como en la segunda. Joan Garcia se ha asentado de tal manera, y en tan poco tiempo, que parece que lleva ahí toda la vida. No es únicamente por sus paradones -el de Ratiu, con el pecho, aún con 0-0, el de Ratiu, con el 1-1, el de De Frutos, ya también con el 1-1- sino por la personalidad que mostró en un escenario complejo ya que no se sintió arropado por esa defensa experimental que presentó Flick.
Paró y dominó todos los registros del juego. Midió bien la distancia con su zaga, atento a la salida fuera del área, interceptando cualquier balón que merodeara su casa. El equipo iba perdiendo su identidad, al mismo tiempo que la autoridad de Joan Garcia iba aumentando. Era la peor noticia -el juego del Barça- fusionado con la mejor noticia -Flick ya tiene a su portero titular- en un partido que no perdió el campeón gracias a sus manos. Hasta el último suspiro, y con una doble acción, mantuvo el punto azulgrana. Hasta siete paradas dejó el meta.
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